Mabel Huertas

Hay una tara que los limeños (de nacimiento o asentados) arrastramos desde tiempos inmemoriales: no solemos leer a las regiones. En la cotidianidad somos incapaces de interpretar sus dinámicas sociales y sus racionalidades políticas. ¡No la vemos!

Mira: El Comercio-Ipsos: El 62% de peruanos no simpatiza con ningún partido

Esta crisis política no ha sido la excepción. Se dice, por ejemplo, que la bancada de Unión por el Perú es una de las perdedoras porque la vacancia presidencial –promovida por esta agrupación– no se logró. Más allá de una supuesta conspiración y de las miserias morales de los actores involucrados, ¿nos hemos preguntado por qué los electores del sur peruano (en su mayoría) le dieron representatividad a 12 de los 13 parlamentarios upepistas?

UPP podrá ser un “vientre de alquiler”, pero lo que ha parido es una bancada que en campaña prometía tumbarse el Congreso para dar paso a una Asamblea Constituyente, la nacionalización de las empresas y la pena de muerte a los corruptos, entre otras propuestas de radicalismo telúrico. Lo que ha hecho UPP es reafirmarse ante sus electores. ¿Acaso no son los mismos votantes arequipeños que eligieron como congresista a Edgar Alarcón, históricamente insatisfechos y excluidos por un Estado que ni en la pandemia pudo responder, quienes ahora sienten que la impunidad reina, esta vez, desde Palacio de Gobierno?

Antauro Humala –mentor de la nueva versión de UPP– no ha perdido. Todo lo contrario, ha fortalecido sus raíces en ese terreno que la élite limeña ignora o, peor aún, desprecia o se mofa. ¿Acaso la congresista ancashina María Isabel Bartolo habla para satisfacer las ínfulas de opinólogos “influyentes” cuando hace una metáfora –poco ortodoxa– sobre la impunidad con la letra de una canción de Shakira?

No casualmente algunos refieren una alianza entre los “radicales” de UPP y los “fanáticos desinformados” del Frepap (Cateriano dixit). Imposible negar que en política existen negociaciones bajo la mesa, pero es justo detenerse en la lógica de los actores y tal parece que aún no aprendimos a leer al Frepap, un partido que se mueve en parámetros religiosos y de impronta moralista.

El Frepap no solo intentó sancionar con la vacancia las supuestas irregularidades del presidente. En su mira también estaba la cuestionable gestión de la pandemia reflejada en la población en pobreza extrema a la que asisten a través del Aeminpu. Probablemente, este nivel de contacto con estos electores marginales no lo posee ninguna agrupación política de representación congresal.

Pueda que el Frepap haya perdido cierto capital político en aquellos que votaron por él porque representaba el mal menor (según una encuesta de Ipsos del 19 de febrero, este grupo representa el 17% del total de sus electores), pero conforme apueste por leyes de corte populista, o surjan más evidencias de la inconducta del mandatario, podría recuperarlo o aumentarlo.

A ver si para el proceso electoral venidero nos sacudimos de nuestras anteojeras centralistas de superioridad moral e intelectual para no terminar reescribiendo nuestras columnas y editando nuestros fallidos pronósticos. Porque sinceramente se me acaba el argumento cada vez que aparece frente a mí tu opinología.

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