Nos recibe con los libros de su padre sobre la mesa, para que no quepan dudas al citarlo. Un libro permanece en funda de plástico, es el suyo, “Amalgama” (Caja Negra, 2021); que empezó a escribir cuando padeció un cáncer y creyó que sus días estaban contados. Estará en librerías la próxima semana. Superado el susto y lejana ya, la aventura de Adelante, el partido propio que fundó para candidatear a la presidencia en el 2011; habla sin tapujos sobre Acción Popular, el gran partido que según él, no está honrando la doctrina de su fundador.
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-Este gobierno nos invita a equiparar lo que podría ser la nacionalización de Camisea, con lo que el 9 de octubre de 1968, Velasco hizo con los yacimientos de La Brea y Pariñas. Encontremos, por favor, las 7 diferencias.
Diferencias muy grandes, porque el Perú tenía por muchos años un reclamo sobre la naturaleza del subsuelo de La Brea y Pariñas. Habíamos perdido en instancias internacionales mediante laudos, y se consideraba injusto. Mi padre no fue un propulsor del tema, no estaba entre sus inquietudes primigenias en “La conquista del Perú por los peruanos” [su primer libro, de 1959], donde no hay alusión al tema del petróleo. Eso vino con la Democracia Cristiana en el 63 [aliados de AP] que vinieron con dos exigencias, esa y la reforma agraria.
-Y fue asumida por su padre.
Fue asumida pero de manera atenuada. Mi padre se dio cuenta de que habiendo tomado el poder en EE.UU., Lyndon B. Johnson, en noviembre del 63; era muy riesgoso para el Perú tener un conflicto con EE.UU. Johnson, tejano, estaba vinculado a los intereses petroleros. Así que el Perú se armó de paciencia y empezó a erosionar la presencia de la IPC [International Petroleum Company] de manera lícita. Se mandó construir en Lobitos otro pozo, una flota en Mollendo para quitarle a la IPC el monopolio del transporte marítimo, la refinería de La Pampilla para quitarle el monopolio de la refinación.
-O sea, ¿su padre tenía otro plan distinto al que ejecutó Velasco?
Era demostrarle a la IPC que si no se sentaba a negociar iba a ser inconveniente para ellos.
-Y cuando se sentaron vino el golpe.
Cuando nos acercábamos a las elecciones de 1969, porque entonces el periodo era de 6 años, la IPC se sentó a negociar y se logró el Acta de Talara [pocos días antes del golpe del 3 de octubre] que se vino abajo con lo que hizo Velasco. Y finalmente el Perú terminó pagándole a la IPC como quedó demostrado en un libro de Fernando Schwalb, donde incluso sale publicado el cheque [Schwalb fue vicepresidente en el 2do gobierno de Belaunde y escribió “El Convenio Greene-de la Flor y el pago a la IPC”, Minerva,1979]
-Cuando Velasco tomó los yacimientos, la IPC siguió operando y remesando utilidades.
La toma fue pura pantalla. El Acta de Talara fue un acuerdo con el gobierno peruano por el cual la IPC entregó los yacimientos, ahí no hay nada objetable [se firmó pocos días antes del golpe] y luego se armó un escándalo por la supuesta página de un contrato accesorio al acta de Talara firmado entre la IPC y la Empresa Petrolera Fiscal (EPF). Ahí se adujo que había irregularidades, pero he leído un artículo tuyo con declaraciones de la señora [Raquel] Osoc que sostiene que el contrato acaba en la página 10 y quedó la página 11 para la fecha [en ese artículo contamos la historia de Raquel Osoc, la secretaria de la IPC que tipeó el contrato y que sostuvo, ante los tribunales, que esa página no incluía ninguna cláusula, sino la fecha y espacio para las firmas. Según Carlos Loret de Mola, presidente de la EPF, él hizo anotaciones a mano, cuya pérdida habrían afectado intereses nacionale,s de ahí el escándalo].
-Hay otro símil que se está buscando establecer, hablar de una segunda reforma agraria. Poco tendría que ver con la primera, pues solo sería un shock de inversión, ayuda técnica y crediticia.
En 1961, el presidente Kennedy estaba preocupado por los problemas que habían surgido en Latinoamérica por la altísima concentración de la tierra en pocas manos y por la revolución cubana. En Cuba no se trataba de distribuir la tierra a pequeños empresarios campesinos, sino de colectivizarla y eso sí era marxismo. Se dieron cuenta de que había que hacer una reforma agraria. Se hizo una conferencia en Punta del Este a la que el gobierno de Manuel Parado envió al primer ministro Pedro Beltrán. Ahí el Perú se compromete a emprender una reforma agraria. El gobierno militar en 1962 dictó una ley de bases y luego el gobierno de mi padre planteó una ley que, luego de una serie de modificaciones, fue aprobada con apoyo del APRA, porque era imposible aprobar en el Congreso nada sin contar con la oposición. Fue una reforma consensuada, con mucha moderación y que afectó solo al 5% de lo que luego fue afectado por la reforma velasquista. Como dice mi padre en uno de sus libros, no se trataba de desvestir a un santo para vestir a otro, el problema del agro no se resolvía dividiendo la tierra sino multiplicándola.
-Ahora se dice que no entrará a tallar la propiedad, sino con apoyo crediticio y técnico.
Magnífico, bienvenido. Prefiero el subsidio directo que el financiamiento, que al final no se paga y termina siendo un subsidio a quien no lo necesita. El subsidio se puede direccionar. Cuando fui senador propuse un proyecto de ley para promover la agricultura mediante una serie de exoneraciones. Hugo Blanco, marxista, y yo liberal, propusimos un texto adicional diciendo que solo podía acogerse a los beneficios quienes poseyeran como máximo 5has.
-¿Blanco fue condenado a muerte durante el gobierno de su padre?
No, por la junta militar. Mi padre les advirtió, ‘yo no quisiera tener que condonar una condena inapropiada. Si terminan condenando a este señor no voy a permitir que nadie sea ejecutado durante mi gobierno´. Los jueces optaron por darle una condena a prisión y luego fue amnistiado por Velasco.
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-Hagamos un salto. Usted se retiró de Acción Popular (AP). ¿Empezó a marcar distancia porque Valentín Paniagua asumió la conducción del partido?
Son varios factores. Ya estaba distanciado desde el Fredemo [el frente del Movimiento Libertad de Vargas Llosa, AP y PPC]. Ahí me di cuenta de que mucha gente en el partido no estaba identificada con las ideas liberalizadoras del Fredemo. Mi padre dice en el libro de Enrique Chirinos Soto [”Conversaciones con Belaunde”, 1987] que no pudo privatizar lo suficiente porque la maquinaria del partido se encaramó en ciertos puestos y se hizo refractaria al cambio. Encontró en el aparato estatal la panacea.
-Eso le pasa a varios líderes que llegan a presidentes.
Por eso mi padre no quiso ser candidato en el 90, se dio cuenta de que con la caída del muro de Berlín se requería de una apertura franca que era imposible de alcanzar con la gente del partido. Después vino Valentín que circunstancialmente fue presidente. Venía de la Democracia Cristiana [DC] y si bien tenía gran aprecio y afinidad emocional con mi padre, doctrinariamente no eran muy parecidos, era un socialdemócrata que cree que hay que hacer una fusión entre izquierda y derecha en un centro que como todo híbrido resulta estéril. Porque la visión de esa gente ideologizada cree que todo es economía. Mi padre siempre dijo que no era de centro sino adelante, que la política no es unidimensional, que hay aspectos de la política que no tienen que ver con la economía.
-Y usted tomó la palabra y el concepto de ‘adelante’ para su propio partido.
Sí, para hacer un liberalismo solidario adecuado a nuestros medios.
-Desde ese liberalismo, ¿cómo ve a AP ahora que se quera afirmar en el centro conduciendo el Congreso.
Durante los últimos años la dirigencia de AP ha dado múltiples muestras de gran estrechez mental. No han querido proponer a gente competente, a Jorge Múñoz le han hecho la vida imposible, le pedían cargos y el hombre se ha ido espantado; a [Alfredo] Barnechea, que es un hombre pensante, lo hostilizaban porque venía del Apra, pero Ciro Alegría también venía del Apra, Valentín venía de la DC. O sea, ‘el Perú como doctrina’ fue sustituida por ‘la curul como doctrina’.
-La dirigencia es débil, la bancada pasada se atomizó.
En el año 68 Gustavo Mohme y Edgardo Seoane decidieron poner el partido al servicio de la dictadura velasquista, pretendieron cambiarle el nombre adosándole el adjetivo socialista y pretendieron también expulsar a mi padre de las filas. ‘Logreros’ existen ahora que quieren aprovechar el prestigio y la trayectoria de Belaúnde para falsificarlo burdamente.
-En AP conviven los descendientes de esa burguesía limeña original, como María del Carmen Alva [sobrina del fundador Javier Alva Orlandini], con dirigentes hechos en las regiones como Yonhy Lescano.
María del Carmen es una esperanza para el partido, sin duda. Ha habido una falta total de liderazgo porque no hay convicciones sólidas; entonces, es un partido descabezado. Acaba de tener un congreso interno y los representantes que quieren convertir al partido en socialista creo que no han salido bien parados. Conozco algunas figuras interesantes como Wilson Soto de Huancavelica. Tengo esperanza de que mejoren las cosas ahí.
-¿Qué le pareció el tercer presidente acciopopulista, Manuel Merino?
El tema de la vacancia fue mal aplicado. A pesar de que no guardo simpatía por Vizcarra, creo que no se puede aplicar alegremente.
-¿Hubiera preferido que AP se ahorrara el protagonismo de ese episodio?
Hubiera preferido que el fujimorismo no iniciara esta etapa de desarrollo pretendiendo vacar a Kuczynski. Él podía terminar su mandato, hubiera sido lo sano. El artículo 134 que permite al Ejecutivo disolver al Congreso, seguro fue metido por el fujimontesinismo para perpetuarse, para tener acogotado al Congreso. Es una espada de Damocles sobre la democracia.
-¿Una vacancia es ahora es posible, probable; sino ahora, más tarde justificable?
Creo que habría que eliminar la vacancia y la disolución, las dos cosas son perniciosas. El Ejecutivo tiene que entenderse con el Congreso.
-Esas armas no existían en las temporadas en que su padre era constantemente jaqueado por el Congreso.
Pero esto es peor. El origen de todo esto está en cómo se conforman las autoridades. El parlamento no debe elegir por listas que son una estratagema para favorecer al poder del dinero. Eso no es democrático. Hay que ir a un sistema uninominal, por ejemplo que cada distrito de Lima elija a uno. Soy partidario de hacer una democracia que realmente respete la voluntad popular y que refleje el poder del ciudadano, con bicameralidad y en 5 regiones como propuso mi padre hace 60 años.
-¿Cuál debiera ser la actitud del Congreso respecto la posibilidad de censurar a Íber Maravi?
Una acusación no es una sentencia. No me cabe duda de que tiene afinidades marxistas. Si yo fuera parlamentario me hubiera concentrado en derogar la disolución y la vacancia, eso sería lo fundamental para que no quepa duda de que hay un gobierno y un parlamento elegidos que van a durar 5 años.
-Pero estamos en el campo minado y los bandos están armados.
Lo constructivo, hasta que no haya cambo de gobierno, es que quede bien establecido que hay un parlamento que no controla PL y un ejecutivo que sí controla PL.
-¿Qué se puede esperar de AP?
Una cosa es ser acciopopulista, otra ser belaundista en el s. XXI. Le deseo el mejor de los éxitos a AP. He conocido al algunos de los jóvenes porque me buscan porque quieren saber de mi padre. Me dan esperanzas y creo que puede haber una reorientación hacia lo que mi padre proponía para el Perú: somos dos países en uno que tienen que amalgamarse.
-Eso está en el centro de la discusión: cómo unir a los dos Perú de manera pacífica.
Un Perú amalgamado no puede ser con el fomento de la lucha de clases, para comenzar.
-Ni de limeños versus el resto del país.
Ni pasa por las actitudes ‘tuteladoras’ y discriminadoras que muchas veces ha tenido la derecha en el Perú.
-Su padre hizo muy bien en fortalecer los gobiernos locales, en municipalizar al Perú. Se lo oí decir a un adversario suyo, Alan García. ¿Tenía algo pensado para los gobiernos subnacionales o regionales?
Los gobiernos subnacionales son un mamarracho, un fracaso, la base es el gobierno municipal. El gobierno regional es una argucia con la que el gobierno nacional ha sobornado a las élites provincianas. En el fondo, la regionalización no ha sido un proceso de descentralización. Esta solo se logra mediante la municipalización. Tenemos que ir a un sistema con mucha autonomía local, y hay funciones que corresponden al sistema central. Hay que municipalizar el poder, pero ahora no se puede porque los alcaldes son dictadores, tienen mayoría absoluta de regidores; hay que elegir los regidores aparte y el alcalde tiene que ser miembro del consejo provincial. Ese es el fomento de la acción popular, que el ciudadano tenga la sartén por el mango.
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