“He aumentado la medicación del Sr. Toledo debido a este incremento de la ansiedad y la depresión, pero esto es como ponerle un curita a una herida abierta”.
El psicólogo clínico Dave Schatz describió así la situación de Alejandro Toledo en una carta dirigida a la corte que ve su caso. El reglamento de la prisión de Santa Rita obligaba a segregar a Toledo para protegerlo. La protección acabó siendo una tortura.
La cuadriculada legalidad de su segunda patria, los EE.UU, queriendo reconocer su calidad de extraditable, lo confinó. A él, un hombre gregario y liberal, que bebía en la informalidad y departía sin fronteras; le quitaron el consuelo de siquiera charlar en seco con hombres humildes que se interesarían en oír sus aventuras en el poder.
El doctor Schatz dice, en su carta/diagnóstico, que el abatimiento del reo Toledo era tal, que su mirada se perdía por segundos y sus acciones eran retardadas. Quienes lo vieron en las audiencias en San Francisco también se sorprendieron del contraste entre el aplomo y la serenidad que lucía en la primera audiencia (la furia y el desconsuelo los encarnaba Eliane Karp); y el despojo humano que arrastraba los pies en las últimas vistas de su caso. Aún no sabemos si su reciente traslado de Santa Rita a la prisión de Maguire, donde se presume que estará en mejores condiciones, le haya cambiado el humor.
-El fin de un hedonista-
Esta es la tragedia de un hombre poderoso. Por varias razones, una más dramática que la otra. En primer lugar, Alejandro Toledo Manrique, ha sido nuestro presidente más hedonista. Tanto, que ni siquiera tuvo una ruta –eso de ‘la cuarta vía al desarrollo’ fue un invento de sus ayayeros que lo quisieron comparar con Tony Blair– para mantener a su organización en el candelero. Para él, lo más importante no era la continuidad del poder sino la intensidad de su disfrute.
Toledo dilapidó su capital político en cada francachela, en cada cierre del día con tragos y desvelos. El aspaviento de una cita cumbre, las alfombras rojas, el revoloteo de una puerta giratoria y la posibilidad de llamar ‘amigooo’ a George Bush o a Lula, valían más que cualquier cálculo a futuro y la disciplina de militante que este acarreara.
Imagínense a este sibarita de la política, que vivía el momento, que no se perdía ni una gira ni una farra; verse expuesto, procesado y confinado. Por unas temporadas no pudo salir de EE.UU. (no le estaba prohibido hacerlo pero si pisaba un aeropuerto ajeno quedaba vulnerable a la orden de captura de la Interpol) y, al menos, pudo desplazarse por el gran país en el que había sembrado, desde que fue a estudiar allí a mediados de los 60, raíces tan o más profundas, tan o más podridas, que las que sembró en el Perú. En sus pesadillas se habrá visto muchas veces, como otros ex presidentes peruanos, en una cárcel peruana; pero le pasó, primero, verse en medio de trajes naranjas (peor que eso, confinado en 'the hole’) como si viera una pesadilla de serie gringa.
Los argumentos para que fuera detenido en EE.UU el 16 de julio pasado y que el juez Thomas Hixson decidiera que continúe su proceso arrestado, fueron documentados por la fiscalía peruana cuando hizo el cuadernillo de extradición. Antes hubo descuidos y dilaciones que le permitieron salir pitando pocos días antes de que el juez Richard Concepción dictara su impedimento de salida en febrero del 2017. Llegado a San Francisco, el plan de Toledo y Karp, era en realidad, viajar a Israel, donde la nacionalidad de Eliane, podría haberle asegurado un arraigo. El gobierno israelí, según nuestras fuentes diplomáticas de Perú y de Israel, frustró el traslado. La justicia de EE.UU. ha tenido en cuenta estos hechos, y el hallazgo de dinero en efectivo y cuentas, para optar por mantenerlo confinado.
En segundo lugar, es una tragedia, porque cualquier logro que haya tenido Toledo al conservar, en democracia y con pequeños ajustes, un modelo económico que permitió crecer y reducir la pobreza; se ve aplastado por sus récords de corrupción. Toledo es, quizá, el ex presidente latino que más coimas habría recibido de Odebrecht: por lo menos, los $20 millones que señaló Jorge Barata en una primera versión en el 2018.
Tiempo después, desarrollando y documentado su delación, Barata precisó que la suma de las transferencias hechas al testaferro Josef Maiman, sumaban alrededor de $27 millones. A eso había que agregarle unos $4 millones que habría recibido el ex presidente en efectivo, y la suma asciende a $31 millones. Según Maiman, habría sido algo más: $35 millones. Millones más o menos, igual Toledo sería el presidente más coimeado por la empresa brasilera.
Para hacer más grotesco este relato, fue el propio Toledo quien se le habría acercado para negociar y regatear la coima con Jorge Barata. Además, habría presionado para que se aceleren los pagos a través del más obvio de sus probables testaferros: Josef Maiman. La delación de Maiman ha sido, antes de la detención en su casa de Menlo Park, uno de los golpes más duros que habrá recibido este ex poderoso, coimero, hedonista y hoy confinado con el pronóstico nada halagüeño de volver al Perú a recibir una condena firme.