Ricardo Uceda es de esos periodistas que se abocan a responder las grandes preguntas detrás de la historia oficial. Lo logró en su mejor libro, “Muerte en el Pentagonito” (2004). Suele provocar y disentir con sus colegas, porque a eso lo lleva su distancia metódica y, sin embargo, se dedica a su gremio con celo institucional. Es director ejecutivo del IPYS (Instituto de Prensa y Sociedad). No cree que con Mirtha Vásquez acaben las interacciones hostiles entre la prensa y el poder.
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–¿El giro en el gobierno aliviará un tanto las preocupaciones sobre la hostilización hacia la prensa y el desencuentro con nuestro reclamo por información?
Me parece que en todos los sectores hay mensajes de alivio. Sin duda descomprime, hay menos presión y eso tiene consecuencias también para la prensa.
–¿Qué señales esperarías, si no del presidente Castillo, que no está acostumbrado a hablar, de la primera ministra, Mirtha Vázquez?
Una primera es determinar que el ministro de Transportes no debiera pensar en evaluar contenidos, porque en este momento hay un pedido no resuelto del abogado Julián Palacín [Fernández], de cuando Castillo era presidente electo, para sancionar a Willax. Y luego también hay un segundo pedido en ese sentido por parte del abogado [Luis Alfonso] Morey, que va a lanzar un canal [Nacional TV] y que también pide lo mismo, basado en un reglamento. Un reglamento que habilita para eso al Ministerio de Transportes, pero no es una ley. No debería darse esa potestad el ministro para controlar contenidos. Si hay alguien cree que tiene problemas por lo que comenta alguien en la televisión, debe ir a los canales correspondientes.
–El ministro de Transporte, Juan Silva, que se ha quedado, amenazó a Canal 7 con toda normalidad. ¿Qué se puede esperar que haga Mirtha Vázquez, experta en derechos humanos?
Más que expectativas, esperanzas. Lo más atinado es ver qué pasa, ver los hechos. Tu me preguntaste por gestos o actos. Uno puede ser que Castillo firme la Declaración de Chapultepec. Otro, ser más abierto ante la cobertura de la prensa. Estos son gestos que dirían mucho de lo que pueda ocurrir en adelante.
–Ahora, la hostilidad hacia la prensa no es solo de izquierda, sino, sobre todo, de gobiernos de outsiders con talante populista.
No les gusta la prensa. Incluso, en un famoso estudio que dirigió Dante Caputo hace años, entrevistó a gobernantes de América Latina, recogió testimonios de la mayoría de presidentes, en el sentido de que la prensa era la que mortificaba la gestión de gobierno, les cambiaba la agenda, etc. En el periodo anterior hemos visto un montón de proyectos que tenían como motivo, por un lado vengarse de ciertos medios y por otro lado lograr un control indirecto.
–¿Has identificado algunos lugares comunes de la hostilización?
En El Salvador, [Nayib] Bukele, es un mandatario de derecha, igual que Bolsonaro. Y con AMLO [Andrés López Obrador] en México, ya podemos cambiar de signo, pero en general es lo mismo. En muchos gobernantes está la disposición a hacerlo, sin duda. La izquierda peruana es una izquierda que está anclada en varias taras de mucho tiempo atrás. Tiene un concepto de la prensa que no es liberal. No lo digo de todos, pero hay que tomar en cuenta que consideran que la prensa depende siempre de grupos poderosos y está al servicio de los mismos, de la Confiep, bla, bla bla. Pero no me gustaría que nos pongamos a llorar sobre eso. Hay que ser conscientes de que está gobernando una izquierda que, digamos, no cree en la libertad de prensa, como creemos incluso personas que tenemos puntos de vista muy distintos.
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–Cada país tiene herramientas para atacar a la prensa de acuerdo a su normativa. ¿Qué crees que pudieran hacer?
Creo que han estado muy preocupados por el problema de su viabilidad como gobierno. Por supuesto, pueden usar la publicidad estatal, pueden hacer que grupos económicos amigos, compren medios; pueden hacer un montón de cosas, y pueden también legislar en contra de la prensa.
–Hablemos de política. Tu conoces muy bien las estrategias del poder en un país donde la política se ha judicializado tanto. El hecho de que en el Ministerio del Interior se saque al ex fiscal Juan Carrasco.
Pobre, perdió soga y cabra [renunció a ser fiscal para poder ser ministro].
–Que se lo saque para poner a alguien como Luis Barranzuela Vite, ligado a la defensa legal de Vladimir Cerrón, ¿qué significa?
No conozco los detalles de esa decisión, pero no tiene que haber un motivo muy específico, porque a nadie se oculta que es su abogado [de Vladimir Cerrón] y que ese juicio no solamente puede salpicar a Cerrón sino al propio Castillo. Es una forma de decirlo especulando.
–Es como si Cerrón le hubiera pedido que no lo deje sin protección.
Evidentemente han roto la alianza que tenía el partido, que para todo efecto es el ente que envuelve a la persona de Vladimir Cerrón. Pero no es solamente él, desde luego, está su hermano [Waldemar], están los parlamentarios. Se ha roto el pacto que tenían, por el cual nombraban gabinete bajo ciertos principios compartidos. Eso se ha roto, pero ha quedado esto.
–Ese pacto humano de protección.
No sé si se le podría llamar un pacto propiamente. A veces los pactos, incluso en las organizaciones criminales, requieren un asentimiento; pero de hecho es un signo importante, que no se puede desconocer.
–Dijiste que las investigaciones a Cerrón y a Perú Libre podría también implicar al presidente Castillo. ¿De qué forma?
Bueno, si efectivamente hay un lazo entre una actividad ilegal y el financiamiento de la campaña, y si ese financiamiento de alguna manera ha llegado a conocimiento o al consentimiento de Castillo, lo tenemos de alguna manera involucrado.
–La judicialización de la política es un tema muy importante.
El Poder Judicial funciona, diría, aceptablemente. Pero es un sistema, digamos, completamente blindado a nivel del Ministerio Público. Un fiscal puede hacer cualquier cosa y créeme que no lo van a sancionar, puede tener cualquier tipo de actuación. Esto ha cambiado desde que los fiscales pasan a dirigir la investigación y son los principales abastecedores informativos en estos casos de la prensa. Todas las fuerzas políticas están bajo investigación y claro que hay riesgo de politización. A mí, por ejemplo, me parece un antecedente gravísimo que la fiscal de la Nación haya denunciado tan alegremente a Ántero Flores-Araoz y a Manuel Merino por la muerte de los jóvenes en las manifestaciones del año pasado.
–¿Esa sería la politización de la justicia?
Yo pienso que sí, porque no encuentro otra explicación que un motivo político. Ya leí la denuncia. No quisiera abundar mucho en esto, me gustaría escribirlo; pero yo creo que no hay posibilidad alguna de que se pueda responsabilizar a un presidente por lo que ha pasado.
–Es la teoría de la autoría mediata.
Ya se la han aplicado a la policía. Y con la generalidad que se aplica, también se ha podido aplicar para Sagasti con el caso de los muertos en Trujillo [durante un paro agrario] y yo creo que no tenía ninguna responsabilidad. Pero entonces, ya volviendo la prensa, me parece que hay que tener mucho cuidado en creer a pie juntillas lo que dice la fiscalía, porque no tenemos manera de saber cuál es la verdad, hasta muchos años después, cuando hay un juicio. Por eso es muy importante que se sigan todas las pistas de corrupción en los casos vinculados a personajes de Perú Libre. Pero al momento de denunciar, de acusar; tratar de hacerlo con una gran distancia. (…) Yo no quiero responsabilizar a nadie, sino que estamos en un campo minado y nosotros somos un país donde la retórica define la coyuntura política. Hay un gran poder concentrado en acusar.
–¿La retórica que sin respetar presunción de inocencia ni dobles instancias convierte a la fiscalía en un en un poder incuestionable?
Por ejemplo, a mí me parece mal que el fiscal [Rafael] Vela se esté paseando por canales de televisión diciendo son responsables de lavado de dinero tal, tal y tal. Si tu ves los cánones bajo los cuales se debe conducir el Ministerio Público, tiene una obligación de ser equidistante, de tener mucho cuidado con sus imputaciones; a nivel mediático, también. Se avecina un terreno donde la polarización va a continuar por otros caminos.
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–¿El caso Cerrón va a seguir teniendo un gran peso para los actores políticos y judiciales?
Sin duda. Y hay que ver si recibió los 15 millones, si hizo tal, si hizo cual; porque Cerrón ha venido un poco a reemplazar a Keiko en el odio mediático o en afición mediática, para llamarlo de algún modo.
–¿Es el perseguido judicial número uno?
Judicial no tanto. Es el investigado número uno. Y me parece que está bien que lo sea. Creo que hay lecturas equivocadas de Cerrón que hay que derrotarlas políticamente. De hecho, ahora ha tenido una derrota que se la tiene de alguna manera merecida, porque han jugado con sus aliados de una manera que han terminado perdiendo poder.
–¿Y eso porque el radicalismo impide ver la realidad?
No sé si el término radical va con eso. Quizá fanático, maniqueo; porque el radical es un tipo que tiene una conducta muy inflexible, pero de pronto es lúcido. Cerrón con su partido propuso una forma de luchar por la asamblea constituyente. Y lo que ha pasado hasta hace unos días no es que el gabinete estaba mal estructurado y había gente impresentable, sino que había un sector que estaba peleando por el poder. Una lucha por el poder en función de la que estaba todo, en función de la cual se ponía un ministro agitador. Bellido no ha estado ahí para gobernar, sino para agitar; no para cuidar el barco al que se habían subido. Tenían un propósito político y hay que preguntarse si tal vez el gobierno actual de toda la izquierda, abandonó o no la lucha por la Asamblea Constituyente. Tiendo a pensar que sí. Porque están viendo que yendo por ahí, no es viable; lo pueden vacar.
–Ahora hay otros actores radicales, los magisteriales y un cambio en el gabinete que los complace. Salió Juan Cadillo y entró Carlos Gallardo, amigo de esos sectores.
Yo pienso que Castillo sí ha abandonado la idea de la asamblea constituyente, por un asunto de supervivencia, pero hay que preguntarse por cómo va a cumplir con el sector del Movadef con el que hizo matrimonio con Perú Libre. No se trata de anticipar pero si [Gallardo] es alguien que va a cumplir esa misión, entonces va a tener una dura oposición en la sociedad. Es un elemento que me parece más preocupante que el del ministro del Interior, que no va a impedir ninguno de los juicios e investigaciones. En cambio, una gestión impropia en educación, sí puede afectar mucho los avances en la política educativa.
–La historia oficial suele ser el relato de las luchas por el poder. Pero tú, el autor de “Muerte en el Pentagonito”, de “La extorsión”, eres un experto en la historia secreta, donde hechos como la libertad o prisión de alguien, el crimen, movilizan a los actores de una manera secreta. ¿La prisión o libertad de Cerrón pudiera ser uno de esos hechos?
Yo creo que si hay sustento, Cerrón podría ir a prisión. Para que se autorice eso, un juez tiene que ver tres razones que copulan. Una de ellas es que se pueda fugar del país. Su abogado tuvo un gran error al decir que huele a refugiado político. Pero no le veo peligro de fuga, podrían decir obstrucción de la justicia con su poder en el parlamento; pero, para ir al fondo, no creo que si hace una artimaña pueda hacer que evada el escrutinio judicial. Si va a prisión, como se dice vulgarmente, se va a comer su cana. Él es un político.
–Como Gregorio Santos.
Sí, sólo que son acusaciones distintas. Hay que ver en cada caso. En el de Santos estaba probado el peculado. (…) En el caso de Cerrón, yo creo que la primera sentencia no tiene fundamento, pero sobre le resto no me he pronunciado, no lo conozco.
–¿Cómo está cumpliendo la prensa con los retos que le plantea la política? Este gobierno de izquierdo no es el primero. Por ejemplo, ¿cómo se cumplió el reto de la disolución del Congreso?
Es difícil hablar de la prensa en su conjunto. Me gusta la prensa peruana porque es diversa, está concentrada en el sentido en que las principales empresas están en Lima. Es difícil hacer vida profesional en provincias. Todos los medios están afectados económicamente. Sobre el tema que planteaste, no hubo un apropiado debate público sobre la obstrucción a Vizcarra y las reformas que él proponía. Hubo una actuación obcecada, antidemocrática de la bancada fujimorista; pero creo que fue una mala decisión [disolver el Congreso]. La prensa, e incluyo a El Comercio, debió hacer un escrutinio más severo a Vizcarra. Tiendo a pensar que muchas de las cosas las hizo pensando en cómo cubrirse de la acusación que tenía. Pero es difícil, Vizcarra engañó a todos. Hay mucha gente perspicaz que no tenía idea de que la pandemia estaba siendo tan mal combatida, para no hablar de los casos políticos.
–Con Merino fue otro reto. La sucesión era legal, pero...
La gente dice, golpista, golpista; lo que puedes decir es ‘mira este necio, ¿porque tomó el gobierno así?”. Creo que la TV tuvo unos años a un grupo de 10 personas que decían lo mismo en todo momento. Había un pobre debate político sobre el tema del Congreso y la reforma política. Mira, estamos condenados a no elegir a los candidatos buenos. Y dentro de la crítica incluyo a la sociedad civil, que Vizcarra la llevó y la trajo. No debió hacerse la reforma política de Vizcarra.
–En ciertas circunstancias, ¿la prensa debe abrir más el debate?
Sí, porque en el Perú hay un sector muy grande que no cree en la democracia o que no le importa mucho. Hay un sector insatisfecho, no solamente por razones de falta de servicios básicos, sino también porque cree que hay centralismo y Lima se lo lleva todo. Hay demandas que tienen que ser atendidas por toso, incluyendo la prensa.
–¿Cuál es la receta para un medio cualquiera ante un gobierno como este?
No me gusta dar consejos. Hay un libro que escribió un periodista que admiro, George Seldes. El decía: “di la verdad, y corre”. Hay que decir la verdad y correr. A él lo botaron de no sé cuantos lugares. Pienso que eso debe hacer la prensa, hay que tratar de decir lo que pasa.El ministro de Transporte, Juan Silva, que se ha quedado, amenazó a Canal 7 con toda normalidad. ¿Qué se puede esperar de Mirtha Vázquez, experta en derechos humanos?
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