Esta crónica fue publicada el 9 de julio, cuando aún no se sellaba el acuerdo con el bloque de derecha para que postule a la mesa directiva, y republicada este 26 de julio, mientras el Congreso de la República define a su próximo presidente.
El 31 de enero del 2022, la persona de Waldemar Cerrón fue premier por 23 minutos. Nos habíamos enterado de la renuncia de Mirtha Vásquez y, por extensión de ley, de todo su gabinete. Pedro Castillo, improvisado como siempre, estaba en el frenesí de las entrevistas y consultas para ver a quién fichaba en lugar de Mirtha y de los ministros afines a ella. En ese trance, se reunió con Waldemar Cerrón y un grupo de la bancada de Perú Libre (PL), de la que este era portavoz. A las 10:32, la persona de Waldemar tuiteó: “Acabamos la reunión con el presidente @PedroCastilloTe quien me ofreció la @pcmperu. Como un gran demócrata acepté gustosamente”.
A las 10:55, la otra persona de Waldemar aducía, desde la misma cuenta, haber sido hackeado. Un comunicado de PL dijo lo mismo. Varios medios hicieron simples lecturas técnicas que descartaban el hackeo. En realidad, fue el mismo Waldemar, seguramente arrepentido de su pecado de credulidad o de entusiasmo, el que afirmó y negó. Desde entonces quedó la percepción de que eran dos personas, una soñadora y pretenciosa hasta la negación de la realidad; la otra, realista a la fuerza, como hermano menor de un líder, Vladimir Cerrón, que acumula más tribulaciones que capital político.
Mira: Waldemar Cerrón negó que le propusieran ser premier, como antes afirmó.
Palomillada
“Fue una palomillada”, me dice un ex correligionario suyo que prefiere la reserva. Yo me inclino a pensar que Waldemar fue uno de los varios que cayó atrapado en el semilenguaje de Castillo cuando ofrecía el premierato a mucha gente con una ligereza consternante (he conocido tres casos, aunque, ciertamente, no fueron tan crédulos). Pero mi interlocutor insiste en que el benjamín de los Cerrón lo hizo “por palomilla, quería que su nombre figurase a ver si le ligaba”.
Aprovecho el divertido escepticismo de mi fuente para preguntarle qué piensa de la disposición de Waldemar a participar en la próxima mesa directiva: “Es otro producto de sus sueños y de su imaginación”, me dice riendo. Le refiero que las bancadas de derecha lo han llenado de elogios. “Esa es la finta del enamoramiento. Mira, a mi me queda claro desde el día uno de este Congreso, que la derecha jamás va a dejar que alguien de izquierda esté ni en la presidencia ni en la primera vicepresidencia. Será la segunda o tercera”. En esto, sí coincido con mi fuente. La presidencia para Waldemar jamás fue considerada en serio por la derecha, que se sepa (Miki Torres, vocero de Fuerza Popular, ya descartó lo que nunca estuvo sobre la mesa) y la primera vicepresidencia es difícil de soltar pues acarrea parcelas de poder (asignación de los proyectos a comisiones, reemplazar al presidente si se ausenta, el Fondo Editorial) que la hacen atractiva.
¿Contentaría la segunda o tercera vicepresidencia a la bancada de los Cerrón? A toda la derecha y centro, sí le parece bien su oferta. A las dos personas de Waldemar presumo que también. ¿Pero su bancada y el resto de la izquierda lo seguirían? Los portavoces de las bancadas de centro e izquierda son esquivos a responder. Le pregunté a uno de ellos, ajeno a PL, ¿cómo ve la posibilidad de Waldemar presidiendo una mesa de izquierda, centro y ‘Niños’?. “Difícil, no lo creo”, me dijo. No es que mi interlocutor descarte una mesa así –es más, la izquierda y su bancada están apuntando a ella- sino que piensa que toda esta temprana exposición de sus pretensiones ha descolocado a Waldemar. Otra vez, su persona soñadora y palomilla, fastidia los planes de su persona realista y ‘centrada’, según definición de la fujimorista Tania Ramirez.
Mira: Así opina la derecha sobre Waldemar Cerrón.
En verdad, veo un ánimo aguafiestas en torno al hermano de Vladimir. Subrayo su condición familiar, pues a pesar de que tiene méritos propios que en estos días han sido ponderados por sus colegas, a nadie escapa que fue el puño en alto de Vladimir el que lo impuso con cargo en el partido (es miembro del CEN y secretario nacional de ideología) y en la bancada. En realidad, cuando esta se instaló, el portavoz fue Álex Paredes, del hoy Bloque Magisterial, pero al poco tiempo, el cerronismo apartó al profesor de la vocería. Las fricciones iniciales con los maestros tuvieron en parte que ver, según me contaron estos, con el afán de los hermanos Cerrón por plantear a Waldemar como presidente de una mesa multipartidaria. O sea, en julio del 2021, antes de que Castillo asumiera, ya se conversó y descartó la posibilidad que se baraja ahora. Como bien recuerdan, la mesa acabó de derecha y centro y la presidió Maricarmen Alva. Waldemar volvió a intentarlo, pero no me refiero al 2023.
Materialismo concreto
Cuando estaba por terminar la gestión de Alva, la persona ambiciosa de Waldemar se apuntó para sucederla. El partido dijo que él, su portavoz, era el candidato natural a presidir el Congreso. Pero la izquierda no tuvo capacidad de convocatoria y Perú Libre apostó al tránsfuga evangélico Esdras Medina, recién renunciado de Renovación Popular. Ganó Lady Camones de APP y, tras su censura unas semanas después, hubo otro intento fallido de Waldemar. Si se suman todas esas ocasiones a la del premierato frustrado, he aquí una serialidad con visos de establecerse. En un parlamento y en una clase política tan inestable, este hombre que postula con pompa y revienta –plop- como una burbuja, ya es una institución. Vocear y balotear a Waldemar, aunque maleada, es casi una tradición.
Por supuesto, para esta crónica intenté conversar con él. Tras mi primer mensaje, hubo un silencio, que comprendí perfectamente. Insistí tanto al soñador que me respondió la persona realista: “Mientas no hay nada en concreto, no es bueno adelantar opiniones”, me dijo escuetamente y enmudeció. Tiene razón. Waldemar es educador y profesor universitario acostumbrado a responder inquietudes. Si hablara con él, le preguntaría cómo se maneja en la sombra de su hermano y si, en algún momento, pensó en hacer su vida lejos de él, de su familia y de Huancayo. A falta de esa oportunidad para conversar, la respuesta provisional, la obtengo tras leer “El otro Vladi” (Planeta, 2021), una biografía de Vladimir Cerrón escrita por Carlos Paredes.
En realidad, hay una sombra mayor, trágica, densa, sobre toda la familia de Waldemar. Es la de su padre Jaime Cerrón Palomino, secuestrado y asesinado en 1990 cuando él tenía apenas 18 años. Cerrón padre era entonces vice rector académico de la Universidad Nacional del Centro. El informe de la CVR dice de él: “Aunque no existen evidencias de que haya pertenecido al aparato del PCP-SL, la impresión de gran parte de la comunidad universitaria es que perteneció o simpatizada con él” (pág. 676). Sobre su muerte, la CVR no se atreve a concluir nada. El profesor Cerrón pudo ser asesinado por senderistas porque no accedía a sus pedidos o por algún comando paramilitar por ser supuesto colaborador de SL, o por el MRTA. Quizá nunca se sepa por qué.
Ni Vladimir ni Waldemar escaparon al influjo de académico marxista de su padre, acrecentado con su desaparición. La madre, Bertha Rojas, también era y es una radical. Solo escapó de la fe familiar, el hermano mayor Fritz, que se hizo militar. Vladimir se fue a Cuba a hacerse médico y a su retorno crió fama como ‘neurocirujano de los pobres’. Así tuvo el capital político inicial que le permitió fundar un movimiento regional y ganar la gobernación de Junín. El profesor Waldemar no solo quedó a la sombra del hermano gobernador; sino que se enredó en las investigaciones a la organización criminal que –según hipótesis nacida en la fiscalía local- se había enquistado en el partido y malversaba fondos del gobierno regional. Está investigado por lavado de activos ya desde antes de ser congresista, lo que, por cierto, lo despinta para presidir la mesa directiva.
Las dos personas de Waldemar Cerrón Rojas, la soñadora palomilla que tuitea sus cartas y la realista concreta que se cuida de no adelantar opiniones, se quieren sentar en una mesa esquiva. Su bancada se redujo desde el 2021 tras disidencias notorias que quizá él y Vladimir provocaron, como la de Guido Bellido y Silvana Robles (las otras, según mis fuentes de PL, las alentó Castillo a través de los maestros y de Betssy Chávez). Hoy, la bancada de PL es una federación de independientes de izquierda remota, a la que Vladimir trata de imponerle los votos del partido, juntándola con dirigentes regionales en asambleas. No puede presionarlos mucho porque lo desobedecerían y le complicaría la vida a su hermano menor. Waldemar no está de suerte pero sí trae suerte. Por ejemplo, se la trajo a Josué Gutiérrez, ex abogado de Vladimir, que entró al Congreso como asesor bajo su vocería y allí tejió los contactos que le permitieron ser elegido defensor del pueblo. Que Josué enseñe sus trucos a Waldemar, sino este cumplirá la tradición.