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A 3800 m s.n.m., en la comunidad de Patacancha, al noreste de Ollantaytambo, vive Rusbiña Huayta (26), una mujer que desde muy niña tuvo que asumir responsabilidades en su hogar. Entre los quehaceres de casa y el cuidado de sus hermanos, forjó un estilo de vida que limitaba su desarrollo personal y profesional. “En mi infancia yo no fui feliz. A mí me hubiera gustado jugar y compartir con mi mamá y mi papá, pero no fue así. Tenía que estar con mis hermanos, por eso muchas veces llegaba tarde a la escuela y no podía estudiar”, cuenta Rusbiña, a través de una llamada telefónica.

De acuerdo a Unicef, 121 millones de niñas, niños y adolescentes nunca han ido a la escuela o la han abandonado. La pobreza y la falta de recursos son dos de las principales razones. Esta realidad se da con mayor frecuencia en menores que viven en zonas rurales. “Cuando tenía 12 o 13 años comencé a trabajar y estudiar para ayudar en la casa. Fue bien difícil esa época, pero logré acabar el colegio en turno nocturno”, recuerda Rusbiña.

A los 20 años quedó embarazada. En ese momento ella sintió que su vida se detuvo y que no tendría mayores posibilidades para salir adelante. Sin embargo, su esposo -quien es su mayor apoyo- siempre la impulsó a seguir, a no rendirse, y le recordaba constantemente que ella sí era capaz de lograr lo que quisiera. “A veces pienso que si me hubieran tratado bien desde antes, mi vida no hubiera sido así. Cuando era niña, mi papá tomaba mucho y siempre discutía con mi mamá. Por eso, cuando la gente grita o discute, a mí aún me da temor. Es más, cuando recuerdo todo lo que pasé, me dan ganas de llorar”.

LA OPORTUNIDAD PARA CAMBIAR SU VIDA

En la comunidad de Patacancha, las mujeres aprenden a hacer artesanía desde muy niñas, trabajando con sus propias manos el teñido y tejido del hilado. Sin embargo, el poco turismo de la zona les impide verlo como un negocio. “Nosotras siempre hacíamos artesanías, pero lo hacíamos por hacer”, recuerda.

Cuando la Fundación llegó a Ollantaytambo, en mayo del año pasado, ella y sus amigas entendieron que en su arte había una oportunidad de negocio. Así lograron ver el valor que tenían cada uno de los productos que realizaban, como las chalinas, gorros, guantes, individuales y bolsos.

A través del programa Oportunidades (Empleo y Emprendimiento), pudieron recibir formación en el diseño de planes de negocios y el manejo de utilidades y flujos de caja. Esto fue clave para Rusbiña, ya que adquirió el conocimiento necesario para manejar su emprendimiento de manera más eficiente.

“A veces pasa que las mujeres hablan poco en las reuniones y los varones más. En ese sentido Ayuda en Acción también nos ha ayudado, diciéndonos que no hay que tener miedo. Antes yo tenía temor de hablar en público o con las personas, pero ahora ya no”, dice con seguridad. Gracias al apoyo recibido, Rusbiña hoy tiene claro cuáles son sus sueños y metas.

Desarrollar estas capacidades ha permitido que mujeres como Rusbiña puedan tener #LaOportunidad de transformar sus vidas. Y es que en la Fundación Ayuda en Acción están convencidos de que las oportunidades son la clave para generar cambios en las vidas de los y las jóvenes.

Por ello, para poner en valor este concepto, han estrenado el documental La Oportunidad, donde se cuentan las historia de Rusbiña Huayta y de Yovana Medina, una adolescente de 15 años que formó una organización para promover que la voz de los niños, niñas y adolescentes de su comunidad sean escuchadas.

Descubre cómo Rusbiña logró ser una mujer empoderada y conoce más sobre la forma en que esta fundación apoya a las comunidades del Perú ingresando aquí:

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