Los compañeros se conocieron cuando niños y ahora trabajan juntos. (Foto: AP)
Los compañeros se conocieron cuando niños y ahora trabajan juntos. (Foto: AP)
Redacción EC

En , la historia de se hizo viral por algunas singularidades: ambos poseen alguna , pero eso no impide que trabajen ocho hectáreas que alquilan al gobierno local para su destacable labor. Pero ¿qué es lo que hace tan especial a estos hombres?

Con un martillo y una varilla de metal, se desplazan por el espacio que han arrendado al municipio donde residen para trabajar, como hacen desde 2002, plantando tantos árboles como les es posible en la zona. Gracias a ese esfuerzo, evitan que su pueblo se inunde, además de mejorar el entorno ambiental.

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Como muchos puedan pensar, no fue esa necesidad de sembrar los árboles los que los hizo coincidir, sino que ya habían estudiado juntos cuando niños, en la escuela de la aldea de Yeli, al noreste de China. Wenqi comenta que siempre han sido muy unidos, casi como hermanos, pues solo hay un año de diferencia en la edad entre ambos.

Mientras Wenqi, aunque amputado de los dos brazos, se encarga de abrir camino al bosque y así guiar a Haixia, con discapacidad visual. Este último le sostiene de la manga de su chaqueta vacía hasta llegar al río, donde el primero se sube a la espalda de su compañero para cruzar el agua sin caer.

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Yo soy sus manos, él es mis ojos”, cuenta Haixia a la . “Somos buenos socios”, agrega el hombre de 54 años que nació ciego del ojo izquierdo debido a una catarata. Años más tarde, en 2000, un fragmento de piedra le entró al ojo derecho tras un accidente de fábrica, que lo dejó sin visión total.

Los dos amigos se complementan al momento de realizar sus labores en el bosque. (Foto: Xinhua)
Los dos amigos se complementan al momento de realizar sus labores en el bosque. (Foto: Xinhua)

Sobre Wenqi, de 53 años, fue despojado de sus extremidades superiores cuando, a los tres años, tocó un cable eléctrico desprotegido sobre el suelo y recibió una descarga eléctrica de alto voltaje. “Al crecer, solía jugar normalmente con os otros niños del pueblo. Hicieron lo que hicieron, los seguí. Nadé con ellos, traté de trabajar con ello”, cuenta.

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Ambos apasionados por los beneficios ambientales de lo que hacen, también son conscientes de que, debido a sus discapacidades, las oportunidades de empleo son limitadas. “Para mí no es complicado”, comenta Haixa. “Estoy discapacitado y no quiero ser una carga para mi familia, así que planto árboles. Después de diez años, los árboles crecerán y obtendré dinero”.

Aunque escépticos, sus vecinos los tomaban por orates, cuenta Haixa. “No creían que lo que estábamos haciendo era posible […] toda la orilla del río había estado desnuda durante años y apenas había árboles”, agrega. Años más tarde, luego de que los árboles crecieran, incluso los aldeanos empezaron a ayudar a los dos hombres. ¿Quién lo diría?

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