Científicos de Estados Unidos y Japón han descubierto el origen de la “Gran Divisoria”, un cisma que podría haber separado el sistema solar justo después de que el Sol se formara y que ha tenido grandes efectos en la formación de los planetas y asteroides.
En un estudio publicado este lunes en la revista “Nature Astronomy”, los investigadores aseguran que una estructura de gas y polvo con forma de anillo erigió un disco alrededor del Sol y partió al sistema solar en dos regiones con una composición material diferenciada.
Así, a un lado quedaron los planetas "terrestres", como la Tierra o Marte; al otro, los conocidos como "jovianos", entre los que están Júpiter y Saturno.
Según los investigadores, en la actualidad la “Gran Divisoria” no se parece a la estructura original, sino que es un “tramo de espacio vacío” que se encuentra cerca de Júpiter, más allá de lo que los astrónomos llaman el “cinturón de asteroides”.
En la parte que se acerca más hacia el Sol desde esa línea, la mayoría de planetas tienden a tener una abundancia relativamente baja de moléculas orgánicos, mientras que en la parte del sistema que se dirige hacia Júpiter y más allá casi todo está compuesto de hecho de materiales ricos en carbón.
“La explicación más probable para esa diferencia composicional es que emergió desde una estructura intrínseca de este disco de gas y polvo”, señaló el profesor de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.) Stephen Mojzsis.
Al igual que en las montañas terrestres una gran fractura drena el agua hacia un lado o hacia otro, explicó Mojzsis, las diferencias de presión provocadas por ese anillo habrían sido las encargadas de separar los materiales en el sistema solar.
Muchos científicos suponían que Júpiter era el responsable de esta dicotomía, ya que el planeta es tan grande que podría haber actuado como una barrera gravitacional al prevenir que los guijarros y el polvo llegados de fuera del sistema solar se dirigieran hacia el Sol.
Sin embargo, Mojzis y sus compañeros descubrieron que, aunque Júpiter es grande, probablemente nunca lo fue tanto durante su formación como para prevenir bloquear por completo el flujo de material rocoso.
Asimismo, advirtieron de que esta barrera en el espacio no era perfecta, de forma que materiales volátiles ricos en carbón la podrían haber traspasado y llegar hasta nuestro planeta, aportando agua y materiales orgánicos.
También en la publicación “Nature Astronomy” se destaca este lunes un trabajo de la Universidad de Birminghan (Reino Unido), donde científicos internacionales han descubierto una antigua colisión de nuestra galaxia, la Vía Láctea, con otra de menor tamaño llamada Gaia-Enceladus.
Durante su investigación, los científicos han estudiado una única estrella en la constelación de Indus, la cual han podido datar a través sus oscilaciones naturales.
Estas se pudieron detectar en los datos proporcionados por el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS en inglés) lanzado por la NASA en 2018 y los recogidos por la sonda espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea.
El proceso, conocido como astrosismología, reveló que la estrella nació en los primeros momentos de la Vía Láctea, pero su colisión con Gaia-Enceladus alteró su movimiento en nuestra galaxia.
“Este estudio demuestra el potencial de la astrosismología con TESS y lo que es posible cuando uno tiene variedad de datos innovadores disponibles en una única estrella brillante”, subrayó el profesor de la Universidad de Birmingham Bill Chaplin.
Según los autores del estudio, el programa de la NASA será útil para reunir nuevos conocimientos sobre las estrellas cercanas a la Vía Láctea.
EFE
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