La idea parecía utópica, pero un ciudadano japonés la hizo realidad. En el 2007, Takeshi Teruya se mudó a Nueva Zelanda y construyó una pista de drift alrededor de su hogar.
Toda la instalación le costó unos le costó unos US$18 mil. La pista mide 130 metros y cuenta con tres curvas, línea de meta y arco de salida. Está hecha de asfalto reciclado, añadió llantas para señalizar los límites del trazado y reacondicionó su garaje, donde guarda su auto, un Nissan Skyline.
El New Zealand Herald entrevistó a este mecánico de profesión, quien dijo sentirse “el hombre más feliz” tras materializar su proyecto. Él hizo la mayor parte del trabajo, pero contó con el apoyo de sus vecinos, quienes también son amantes de las carreras.
Sin embargo, su esposa comentó a la publicación que en realidad pensaba que estaba “loco”. Pero una vez que vio el resultado y que sus hijos podrían sacar provecho de la pista para divertirse, cambió de opinión. “Ver cómo se divierten sobre la pista no tiene precio”, comentó.