Devenida en una especie de guía de acuario, la científica Sophia Assalas (Bérénice Bejo) no puede evitar llorar cuando el integrante de un grupo infantil de visitantes que llegó a dicho lugar le menciona, tras indagar sobre ella en su celular, que “su equipo murió atacado por tiburones” en el océano. La reacción desconsolada demuestra que la especialista en fauna marina no ha superado la tragedia sufrida tres años atrás.
Esta es la idea inicial de “En las profundidades del Sena”, el thriller francés que viene liderando las preferencias de Netflix a nivel internacional. En casi dos horas de duración, la película cuenta cómo la aparición de tiburones en el área circundante de París pone en riesgo la realización de un triatlón, evento deportivo cuyos réditos políticos son ansiados por las autoridades de turno.
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La tragedia arriba mencionada es de índole laboral y profesional. Sophia perdió no solo al equipo de investigadores a su cargo, sino también a su amoroso esposo. Aparentemente, las implicancias de lo ocurrido motivaron que se aleje de todo esto, hasta que inesperadamente, una joven de nombre Mika (Léa Léviant) la persuade de visitar su asociación Save Our Seas (Salvemos nuestros océanos), enfocada en salvaguardar tiburones de cazadores en distintos puntos de la costa francesa.
Son varios los elementos que la película de Xavier Gens deja para el análisis. El primero tiene que ver con los contrastes entre Sophia y Mika, mujeres que no ocultan su preocupación por la conservación del ecosistema marino, pero que –no obstante—se desenvuelven de manera notoriamente distinta. La especialista, tal vez guiada por su tragedia personal, reconoce que, aunque los tiburones deben protegerse, de ninguna manera esto puede ir por encima de la integridad de los seres humanos. Todo lo contrario ocurre con la joven activista, quien parece priorizar la idea de que “los tiburones solo atacan si se sienten amenazados”.
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La disyuntiva entre priorizar a los tiburones o a los humanos que intentan controlarlos se va desarrollando conforme Lilith, llamémosle, ‘el tiburón 0′, se ha acercado lo máximo posible a la capital parisina, poniendo en riesgo real a residentes, turistas y posibles participantes del triatlón antes descrito. Aunque, claro, como pasa con todo problema de índole social, la cinta de Netflix plantea varios otros personajes secundarios que intentan aportar al control del desorden.
En un primer grupo podríamos ubicar a los policías, liderados por Adil (Nassim Lyes), un hombre de la ley que inicialmente desconfía de cualquier posibilidad de la presencia de tiburones cerca a la ‘ciudad’, pero que pronto –ante lo innegable de las evidencias--- rectifica y se convierte en un verdadero estratega, peor aún, en alguien que expone más de una vez su vida por salvar la de los demás.
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El segundo grupo de personajes secundarios podría ser encabezado por la alcaldesa de París. Ella, asimismo, podría plantearnos un segundo contraste. El personaje interpretado por la actriz Anne Marivin se aleja de cualquier idea de lógica desde su primera aparición hasta la última (cuando debe salir corriendo para no ser devorada por un tiburón). Así pues, si Sophia representa la lucidez y el criterio vinculado a la ciencia, la alcaldesa es todo lo contrario. Esta especie de caricatura burocrática–que come su ensalada mientras otros le advierten de la posibilidad de una tragedia—es quien exige se ponga por encima de todo la realización del citado triatlón, que será “nuestra vitrina para las próximas Olimpiadas”.
Cualquiera que haya seguido la saga cinematográfica “Jurassic Park” recordará que lo que parecía solo un avezado negocio de parques de diversiones con dinosaurios traídos del pasado (a través de un entonces vanguardista proceso de clonación manejado desde laboratorios privados) terminó convirtiéndose en una tragedia de magnitudes increíbles porque uno de los ‘ejemplares’ desarrolló condiciones de inteligencia superior y, por ende, nadie ya podía ‘controlarlo’.
En la película de Xavier Gens el terror a lo incontrolable de una especie es similar, aunque se produce un giro interesante: no estamos ante animales ‘creados’ en laboratorios, sino frente a tiburones que, en busca de adaptarse a nuevos ecosistemas (digamos, cercanos a la ciudad, con otro tipo de agua) desarrollaron otras condiciones con una velocidad inusitada, las que además son imposibles de predecir ni siquiera por los científicos que los estudian/protegen/conservan.
Esto último queda claro cuando Sophia examina el cadáver de un tiburón ‘asesinado’ por otro, sobre la mesa de un laboratorio. La científica, con años de investigación sobre estos temas, no oculta su sorpresa ante lo que evidencia el cadáver que tiene al frente: “Está embarazada, aunque no ha alcanzado la madurez sexual. Sus dientes prueban que no tiene ni dos meses. Es una nueva especie. Si no los eliminamos, seguirán reproduciéndose”, advierte ante la mirada atónita de quien se convertirá en socio y confidente: Adil.
De las tres partes en que “En las profundidades del Sena” ha sido esquematizada -- la primera tiene que ver con la presentación de su protagonista, la científica Sophia y sus dramas personales, y la segunda con el desarrollo del problema, es decir, cuando todos intentan, a su manera, controlar la irrupción de lo que creen es “solo un tiburón” cerca de París—es la tercera donde el horror se abre paso. Tenemos, pues, el salto de una historia con policías al acecho de tiburones, a una carnicería sin miramientos. Sangre, extremidades mutiladas, además de gritos de auxilio y pánico, terminan por desplazar la propuesta audiovisual a una más dentro del género de terror.
Para aquellos que no conocen en profundidad el cine francés actual y sus figuras, la cinta de Netflix puede ser una buena carta de presentación de actores como Bérénice Bejo y Nassim Lyes. Ella parece convincente pasando de las lágrimas a la acción (aunque sus flashbacks hacia el pasado funcionan, poco a poco van dejándose de lado, convirtiendo a la película en una historia sobre su presente). Él solo es explotado en una dimensión: la del héroe que, arriesgando su integridad, busca ‘calmar’ las aguas del Sena. Unidos, ambos intérpretes conforman un dúo que –al menos si nos basamos en el desenlace escogido por guionistas y ejecutado por Gens—podría reencontrarse en una segunda parte.
Tal vez en esa probable próxima entrega podría incidirse en aspectos positivos como los efectos visuales, el contraste entre la luminosidad de la ciudad y la oscuridad bajo las aguas; pero también sería interesante ver un guion mucho menos conservador, en el que la mayoría de los perfiles escapen de los políticos desconectados de la realidad, y de los idealistas que solo se escuchan entre ellos.
EN LAS PROFUNDIDADES DEL SENA/NETFLIX
Sinopsis: Verano de 2024. París es la sede del Campeonato Mundial de Triatlón, que se celebrará en el Sena por primera vez. Sophia, una científica brillante, se entera por boca de la joven activista Mika de que un enorme tiburón vive en las profundidades del río. Para evitar un baño de sangre en el mismísimo centro de la ciudad, su única alternativa es colaborar con Adil, el capitán de la policía fluvial del Sena.
Director: Xavier Gens
Elenco: Bérénice Bejo, Nassim Lyes, Léa Léviant
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