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Director:
Actores:
Género:
Duración:
Clasificación:
Escena de “Hillbilly: Una elegía rural". (Foto: Netflix)
Escena de “Hillbilly: Una elegía rural". (Foto: Netflix)
Sebastián Pimentel

Ron Howard es uno de esos directores de estirpe clásica, humildes artesanos “todoterreno”. Para Howard, el cine es narración cautivante, viaje emotivo. Cuando lo hace bien, a la taquilla se suma el aplauso de la crítica (“El periódico”, “Una mente brillante”, “Rush”, “Cinderella Man”, “Frost vs Nixon”). Y cuando no lo hace tan bien, nadie puede estar de acuerdo con el resultado (“El código Da Vinci”, “Hillbilly, una elegía rural”).

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Sin embargo, hechas las cuentas, es probable que este melodrama sureño —se trata de la historia de ascenso al “éxito” de un miembro de una familia destruida por la herencia de frustraciones y adicciones de la clase obrera—, con todos sus excesos, sea una película mucho más valiosa que cualquiera de la soporífera saga de “El código Da Vinci” que Howard trasladó a la pantalla a partir de los best-sellers de Dan Brown.

Adaptación de la novela de J.D. Vance, “Hillbilly” es el relato en primera persona de J.D. (Gabriel Basso), joven estudiante de leyes en la prestigiosa universidad de Yale. Ex soldado, y ahora lavaplatos a medio tiempo para pagar la universidad, sus calificaciones son buenas, y aspira a entrar a un gran bufete de abogados. No obstante, los recuerdos de su pasado familiar, y las eventuales llamadas de auxilio de su hermana, lo atormentan.

A veces, el filme de Howard es exasperante. Todo melodrama merece una variación casi musical de tonos, desde la voz baja a la exaltación histérica de los afectos. Pero con esta película, el volumen alto parece nunca tener momentos de reposo, con una ama de casa (Amy Adams) soltera y resignada, adicta y bipolar; y una abuela dura y hermética (Glenn Close), que sufrió los embates del machismo y alcoholismo del esposo.

Se podría decir que el único remanso en medio de este escenario es el protagonista, J.D., quien parece haber dejado atrás la ira y el desequilibrio casi congénito de su proveniencia. El modélico joven, además, tiene una buena relación con la bella Usha (Freida Pinto), universitaria de ascendencia hindú que es todo lo que no fueron ninguna de las mujeres de su familia: estudiosa, exitosa.

Es claro que los puntos débiles de “Hillbilly” no solo tienen que ver con su apuesta por una saturación de escenas al límite del patetismo y miseria humanas. También es notoria esa mirada complaciente al discurso meritocrático tan en boga por el conservadurismo neoliberal, que insiste en que solo basta el esfuerzo y la disciplina para conseguir el éxito. En ese sentido, la crítica a la injusticia social parece difuminarse.

Pero Howard no es Ken Loach, y sería injusto pedirle que lo fuera. En todo caso, sin tener un filo crítico agudo, se atreve a presentar con energía, sin cinismo alguno, el círculo del infierno de un clan de Kentucky jalonado por sus carencias originarias. Y si le cuesta profundizar en sus personajes, sus actrices Amy Adams y Glenn Close —nominada al Oscar— son tan entregadas y vibrantes, que llegan a insuflar vida y pasión al filme.

Con la saga de “El código Da Vinci”, asistíamos a un espectáculo infantil que, a pesar de sus mistificaciones, solo ocasionaba indiferencia. Con “Hillbilly”, en cambio, Howard contrabandea un retrato social de los estratos más bajos y despreciados de EEUU, que por más exasperante que sea en su reiteración de la histeria, está ahí, a la vista de un auditorio que preferiría no verlo. Dentro de ese mural, brilla el hallazgo de la psicología rota encarnada por Adams, admirable trabajo de una gran actriz. Con su final edificante y convencional, “Hillbilly” sigue siendo incómoda, y eso es una buena señal.

Ficha Técnica

Título original: Hillbilly Elegy

Género: Drama

País y año: EEUU, 2020

Director: Ron Howard

Actores: Amy Adams, Glenn Close, Gabriel Basso, Haley Bennett, Freida Pinto.

Calificación: ★★★

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