“The Mandalorian” volvió, pero ni siquiera Baby Yoda es motivo suficiente para verla | CRÍTICA

Cuando se estrenó en 2019, “The Mandalorian” era todo lo que el fan de “Star Wars” siempre quiso, pero también lo que el mundo quería y aun no sabía: una aventura a la vieja usanza, con un personaje de pocas palabras acompañado de un bebé, ambos solos contra la galaxia. Una historia de padre e hijo con tintes de ciencia ficción. Aparecen los malos, hay una pelea y de ahí, viajar al siguiente planeta. Con dos temporadas así, una tercera se hizo inevitable; la gente la vería. La pregunta es si el hechizo se mantendría.

“The Mandalorian” 3x01, “El apóstata”

La trama

El mandaloriano Din Djarin (Pedro Pascal) quiere redimirse ante su gente, pues el haber revelado su rostro a otras personas representa un pecado a ojos de su credo. Pero eso solo puede hacerlo si se baña en las “aguas vivientes” del planeta Mandalore, que fue destruido en la purga.

Junto a Grogu, Din regresa a Nevarro, planeta que vive en paz ahora que Greef Karga (Carl Weathers) está a cargo. Allí Din requiere la ayuda del robot IG-11 (Taika Waititi), que se autodestruyó en una misión, pero que es necesario para explorar Mandalore. Como falta una pieza para repararlo, el cazador de recompensas se compromete a buscarlo, no sin antes hablar con Bo-Katan Kryze (Katee Sackhoff).

Nueva dinámica

Algo que hacía especial a The Mandalorian se mantiene: la forma. Las tomas típicas de un western, la narración pausada. El encuentro entre el personaje estoico y el entorno siempre amenazante. Lo que ha cambiado es la manera de cómo Din Djarin se desenvuelve ante los demás.

Es una forma distinta de enfocar a un personaje caracterizado por sus escasas emociones, y el reto de la serie está en transmitirlas sin que el guerrero se quite el casco. El mejor ejemplo de ello es la escena de la nave, donde Grogu se le acerca temeroso por las criaturas que se mueven a velocidad luz. Y Din lo acoge en sus brazos.

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La presencia de Grogu ha cambiado al protagonista, cuya dureza traducida en expresiones parcas y escasas, ha cambiado. Aún es el tipo rudo que hace más que lo que dice, pero que ser padre, tener su “clan” de dos personas, lo ha llevado a desarrollar un musculo social con los humanos como Greef Karga, con droides como IG-11. ‘Mando’ parece más a gusto con su vida.

Tal vez como una forma de compensar lo poco que ocurre en el episodio, todo empieza con la secuencia del ataque de la bestia que irrumpe la ceremonia mandaloriana. Se muestra un aspecto desconocido en la vida de esta cultura, así como una escena de acción que pone al protagonista en alto, como el héroe que llega al final para salvar a los necesitados.

¿No ha pasado nada?

El episodio empieza con Din y Grogu decididos a ir a Mandalore para buscar las aguas… y termina igual. En cada viaje, el protagonista se topa con historias que podrían desarrollarse en el futuro, sea la de los nuevos acólitos, la de los piratas que amenazan Nevarro, o la de Bo-Katan (Katee Sackhoff), quien le dice a Din dónde está lo que busca, pero no sin antes revelarle su nueva situación: como perdió el Darksaber, ya no es líder de nada.

Esa conversación final, con Bo-Katan despatarrada en su trono, y con Din enfocado en lo suyo, tiene que ser la forma menos climática de cerrar el episodio. La serie debe confíar mucho en la historia que contará para terminar así. Escaso subtexto en esa conversación, nada que los diálogos no presenten. Siempre hay espacio para teorías, pero el episodio lo pone difícil.

Con tan poco interés generado por el episodio, “The Mandalorian” da escasos motivos para seguir viéndola. Aun así, mantiene lo suyo, una solemnidad que parecía perdida en “Star Wars”, que las películas de la tercera trilogía no captaron, pero está entre lo poco rescatable. ¿Baby Yoda? Él es noticia del 2019, y ya estamos en 2023.

CALIFICACIÓN

★★★☆☆