Sangre, carne en una cinta de casete y un perro como instrumento sexual. En el cortometraje animado que fue nominado a los Premios Oscar 2022, “Bestia”, los simbolismos navegan en un cuento de terror que alguna vez fue real: la historia de Ingrid Olderöck. El “monstro”, como la llaman en Chile, de cabello recogido y una mente macabra fue un artífice de las represiones contra de los opositores a la dictadura militar de Augusto Pinochet. Ella tenía una personalidad hambrienta, casi tan parecida a la obsesión artística del director y la productora del corto chileno, Hugo Covarrubias y Cecilia Toro, quienes cedieron mucho de sí mismos para lograr que su historia llegara a la carrera cinematográfica más importante del mundo.
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Covarrubias y Toro trabajaron en la imagen de Ingrid Olderöck durante tres años desde 2018. Con muñecos de 15 o 20 centímetros y ambientación de casi 40 centímetros, su equipo reducido, muchas veces a siete personas en el set de rodaje, fotografió el paso a paso del personaje para crear el movimiento en stop motion. La persona que ve la cinta de 15 minutos retuerce de emociones encontradas, que a larga son el intento de su autor para acercar a la audiencia a la memoria histórica de Chile.
Este cortometraje chileno tiene al menos 34 premios en 25 festivales distintos, entre estos, la nominación a mejor cortometraje animado en los Premios Oscar 2022. Además, está disponible en Vimeo On Demand.
“Bestia” se sitúa en la ‘Venda Sexy’ de 1974, el centro de detención de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) a la que pertenecía Ingrid Olderöck. Conocida también como la primera mujer paracaidista de Chile y América Latina, entrenó grandes sabuesos para violar a mujeres opositoras al gobierno y nunca fue condenada por sus actos en contra de los derechos humanos. Esta mujer es ahora un retrato de cerámica regordete y mirada misteriosa, la oculta violencia a los derechos humanos en el país que la vio nacer y al que odiaba, y la oscuridad que puede seguir presente 50 años después de la dictadura.
- En la entrevista de Nancy Guzmán, autora del libro “Íngrid Olderöck: la mujer de los perros”, Olderöck niega todos los crímenes que cometió. Pero, en “Bestia”, el personaje está dotado de un sentimiento de remordimiento y dolor. ¿En algún momento, ustedes sintieron compasión por ella?
CECILIA: Me daba cuenta que Hugo siempre quería transmitir como un juego, el de introducirse en la mente de esta persona muy compleja. Nunca como un ejercicio empático, sino para poder verla con un ojo clínico.
HUGO: Nadie se ha metido dentro de la mente de una persona, pero si fuera posible, quizás sería algo como “Bestia”. La idea nuestra era mostrar una persona perversa. El interior de su cabeza, pero no totalmente. En 15 minutos es imposible. Es como si hubiésemos elegido fragmentos de su mente para mostrar: sus sueños, algunos delirios, cuando de repente está en la realidad y se mezcla con sus imágenes mentales. Tratar de mostrar a este personaje como si fuera un ser humano común y corriente, entonces uno tiende a pensar de que uno está empatizando un poco. Por ejemplo, si cualquier persona hiciera un seguimiento a (Adolf) Hitler, obviamente vamos a ver rasgos de humanidad: que acaricia un perro o a lo mejor es cariñoso con una niña o un niño. Pero eso no quiere decir que sea una persona bondadosa.
- En la vida real de Íngrid Olderöck, su padre la aisló durante toda su adolescencia y era muy estricto. Con el tiempo, ella se convirtió en una persona que practicaba por lo menos ocho deportes y destacaba en el trabajo militar. Sin embargo, se autodenominaba nazi y tenía una inclinación sexual indescifrable. ¿Cuál era el problema de esta mujer realmente?
CECILIA: Hay un rollo militarizado de una obediencia, una jerarquía. Su problema fue no tener una reflexión propia, ser como un muñeco. Se le manejaba por una cosa como la lealtad. Ella perdía su juicio. Esta comparación que siempre hubo… por eso, ella parece una muñeca. La animación de stop motion siempre se ocupa de contar con un lenguaje hacia la infancia, pero Hugo quería ir con voces adultas para contar otro tipo de historia. Fue muy contradictorio tener que construir estos escenarios y utilerías, minicasas para una historia tan triste. Le dimos mucha dedicación a algo muy terrible de contar. Pero es bonito cuando traspasas la técnica y te empiezas a preocupar solo del simbolismo y el significado. La arista psicológica es muy importante, pero en este caso era más que importante, primordial y fundamental. Por eso, su cara es brillante como una muñeca de porcelana, y el vestuario servía a lo que el personaje estaba sintiendo en ese momento. Fue muy complejo, porque el equipo de rodaje fue 80% femenino. Muchas mujeres trabajando. Nunca nos importaron esos hitos de que Ingrid Olderöck fuera la primera mujer paracaidista de Chile. Ese tipo de feminismo no cumple con cosas tan básicas como los derechos humanos. Nunca hay que confundir el feminismo con solo lograr hitos, conseguir cumbres, sino que tiene que ver con una ideología mucho más compleja. Para el equipo femenino, la palabra era contradicción y no sensaciones muy agradables, porque en el fondo Ingrid Olderock a quien más torturó, siento yo, fue a mujeres. Una de las víctimas, que si Hugo me puede ayudar a recordar el nombre…
HUGO: Beatriz Bataszew.
CECILIA: Beatriz decía en las entrevistas que Ingrid Olderöck era peor que todos los hombres juntos al momento de torturar. Entonces, el rol de género en el caso de Ingrid Olderöck se daba la vuelta completamente para llegar a un punto mucho más negativo para el feminismo. Yo creo que nosotros como equipo estamos hilando y tratando de procesar nuestro sentir con un discurso hacia el feminismo. Por la época en que vivimos, obviamente nos cruza. Yo siempre digo que fue un rodaje silencioso. En el que todos los días hablábamos en nuestros almuerzos de esto: qué estamos haciendo, cuál es la finalidad de contar una historia desde este punto de vista tan único y tan arriesgado.
HUGO: Lo que nosotros íbamos hablando es que todo era fruto finalmente de tratos que Ingrid recibía. Rigor. Obviamente hay una interpretación como artista de esta condición mental. Porque cómo tú amaestras a un perro policial: con rigor y violencia. Y atisbos de cariño, cosa que ella no recibió en su vida. Creemos que es una bestia amaestrada para torturar y matar como finalidad. Algo muy importante es que Ingrid es alguien con una psicología bastante básica, no hay que hacer vista gorda a eso, porque uno tiende a pensar que era una mujer muy compleja y… no, era una mujer bastante básica. Lo complejo son todas las capas de lectura que van emergiendo a partir de eso. Al construirla, era como si todos estuviéramos esculpiendo algo sin en el fondo tocarlo, pero estaba como “así quiero que se vea”, “quiero que tenga esta cara”, “quiero que tenga esta expresión”, la expresión neutra de Ingrid tiene que ser esta. No podía parecer ni enojada ni triste, sino neutra. Esa expresión tenía que poder ocuparse en una escena donde ella puede estar muy relajada y en otra donde esté muy tensa o lasciva. Perfectamente podría ser una especie de matrioska, con muchas capas hacia adentro y hacia afuera. Yo tuve que actuar todos los movimientos de Ingrid para tratar de imaginarme un poquito cómo se movía sin muchas referencias de video. Enfrentarse a eso también fue algo duro. Yo necesitaba sentir cómo ella podría sentir. Pensar que, si tú vas cometiendo una serie de crímenes y los vas tapando en tu mente con un deber, una lealtad, creo que algo va pasando en el inconsciente. Se va acumulando una energía muy negativa, como si en algún momento fueras a estallar.
- ¿Tú alguna vez has estallado?
HUGO: Obviamente. A lo que apunto es que no todos vamos a estallar de la misma forma. Por ejemplo, cuando supe que mi mamá tenía cáncer, también tiré una cosa al suelo. O cuando murió mi papá también… Obviamente. Estallé en llanto, rabia, mil cosas. Y también cuando nos emocionamos y alguien nos hace un regalo… Ayer me llegó un regalo de un amigo, relacionado con todo este tema del cortometraje, y era bien oscuro (tenebroso). Cuando lo vi, me pasó que quedé en un punto medio. ¿Voy a estallar en llanto o en otra emoción? Me pregunté.
- ¿Qué era?
HUGO: (La respuesta se debió omitir). Un objeto muy oscuro. Y, claro, yo también suelo hacerlo… Por ejemplo, coleccionar cosas… Tengo un vacito de Donald Trump, que me compré cuando estaba en Washington DC, porque dije ‘yo tengo que tener un recuerdo de este ser abominable’. Creo que uno tiene que enfrentar a los demonios y conocerlos. Por eso, hay gente que no necesariamente es de derecha y colecciona elementos políticos de los dos bandos. Y cuando me llegó este regalo, me emocioné y me causó repulsión al mismo tiempo.
- ¿Como si quisieras recordar que alguna vez existieron estas cosas?
HUGO: O sea, claro. No hay por qué… O sea, no porque quemaron nuestros libros vamos a quemar sus libros. Son piezas de la historia que no tienen que desaparecer.
- Desde hace más de 50 años, las personas en el exterior se preocupan al ver la violencia que Chile sufre cada vez que su gente reclama por sus derechos. Al ver “Bestia”, sin conocer la historia previamente, pude entender esos sentimientos encontrados que solo los chilenos tienen con su pasado. ¿Ustedes cómo sobrellevan la memoria histórica?
CECILIA: No sé si la estamos sobrellevando. Todavía no se resuelve. Hay cabos que están abiertos, y si tú lo sentiste, quizás es por eso mismo. Te puedo contar que el rodaje del cortometraje lo cruzó el estallido social de 2019. Estaban pasando cosas cuando Hugo y Constanza Wette, la directora de arte de “Bestia”, rodaban. Estaban pasando cosas afuera que eran muy parecidas a las que se habían producido… El tiempo se iba desdoblando…
HUGO: Como un paralelismo.
CECILIA: Era un tiempo no lineal, sino en espiral. Entonces, la pregunta que nos haces es súper bonita, pero también muy abierta, porque no sé si hay una respuesta para eso. Efectivamente, el corto trata de hacerse cargo y de… bueno, es una lectura mía, pero creo que sí puede ser un cortometraje muy reparatorio en el sentido de que, tú, desde Perú, y otros desde México y de muchas partes nos están hablando del tema. De alguna forma, este corto se hace cargo de la memoria histórica. Creo que nosotros como chilenos -porque mucha gente siempre dice: ‘por qué Chile siempre habla de la dictadura’-, pues porque todavía nos duele. Todavía no se ha hecho justicia. Creo que es algo que cruza toda Latinoamérica. Por eso, creo que esta historia es la historia latinoamericana que está abriendo esta herida, que todavía no se cierra. Y cuando muchos en Europa y Estados Unidos la ven, la pueden entender. El arte chileno todavía tiene mucho de ese ingrediente, todavía no podemos y no queremos hablar de otras cosas.
HUGO: Igual y yo creo que no es algo que nos identifique. Puedes tomar varias opciones. Puedes tratar de tapar la herida, como si fuera un balazo en el Palacio de la Moneda en Chile. Taparlo con cemento y pintarlo encima. Y podrías hacerlo: tapar la historia y listo. Sin reflexionar al respecto y seguir avanzando, y que después eso se te manifieste de otra forma. O tú puedes tomar la decisión también de recorrer esa grieta, que en el fondo es como… la gran familia chilena, si le podemos llamar familia. Todos los chilenos estamos atravesados por una grieta querámoslo o no, por una herida. Si nosotros decidimos recorrerla y caminar por ella como si fuera una playa… caminando por esa orilla de esa fisura en “Bestia”, porque el corto parte y la persona tiene un hoyo en la sien… si nosotros hubiéramos decidido hacer esto solo documental, y no recorrer esa fisura, no darnos cuenta que a lo mejor, más que reflexionar, más que mostrarlo de forma documental… ‘No me vas a decir que ella es una persona mala, mala, mala, mala, y tiene que cumplir condena y nunca más tiene que existir una persona que pueda caminar por la calle y no cumpla condena’, a quienes dicen eso, está bien, eso es súper válido y parte también de la lucha. Pero creo que, para nosotros, era muy importante tratar de recorrer esa orillita, donde no tiene que ser necesariamente algo negativo lo que emerja. Conozco gente que ha sido torturada y son seres super luminosos hoy, porque se han preocupado de recorrer eso y tratar de entender desde distintos puntos de vista el trauma que las aqueja. Es difícil hacer una radiografía de cómo es el pensamiento político que fue reprimido en Chile.
CECILIA: Solo quería decir algo último antes de irme. Creo que Hugo fue como director muy arriesgado y muy alejado del cliché y de la moraleja. Este cortometraje no tiene una moraleja. Él jugó con eso cuando estuvo al lado de la orilla. Siempre estuvo en el borde del abismo y eso es muy interesante como pieza de arte.
(Cecilia Toro debió abandonar la entrevista a partir de aquí)
La exposición de esa idea se ha engrandecido a partir de la nominación del cortometraje a los Premios Oscar. ¿Cómo han sentido toda esta ola de popularidad?
HUGO: Creo que están pasando hartas cosas en el cine chileno y que ha ido creciendo harto, sobre todo porque hay una serie de nuevas directoras mujeres que están haciendo cosas súper interesantes. Claudia Huaiquimilla, Nicol Ruiz, la misma Maite Alberdi, que estuvo nominada el año pasado a los Oscar por el documental “El agente topo”. Ya hay paridad. Es primera vez que los chilenos estamos en carrera dos años seguidos en los Oscar y es nuestra quinta vez en total como nominados. Se ha ganado dos veces el Oscar para Chile con “Historia de un oso” (2015) y “Una mujer fantástica” (2017). No es que ya estemos afianzados con la industria norteamericana, pero sí hay una presencia. Obviamente esto beneficia y motiva mucho a los pares, a otras directores y directores. En lo que todavía falta mucho por recorrer es en términos de financiamiento. Los privados deberían poner un poco más de ojo en producciones nacionales y arriesgarse, como lo hicimos nosotros. Porque yo puse plata de mi bolsillo, obviamente creía en el proyecto. Después, me di cuenta que había puesto un porcentaje más o menos importante, el 10 % de la película, que es harta plata para una sola persona. Y nos faltó como un 40 % de financiamiento para haberle pagado bien a la gente, que yo creo que es lo más importante. Muchos trabajaron gratis por varios meses, solo por compromiso al proyecto. Yo hice el esfuerzo de pagarles por unos meses, pero después ya no podía seguirles pagando. Hay apoyo del gobierno, pero siempre es concursable, ahí también se arma una competencia, entonces claro… yo creo que tiene que ser algo un poco mas mixto. Toda esta tecnocracia capitalista tiene que tener algún asidero también cultural. Creo que en otros países esta socialdemocracia logra a lo mejor destinar ciertos recursos privados a la cultura de forma efectiva y hay una educación en términos de cultura mucho más avanzada. En Chile, todavía hay logros muy personales. La asociación ANIMACHI está conformada por puro artistas que está luchando para que haya mayores asignaciones gubernamentales. Para que se levante una ley que ampare a los trabajadores de animación, etc. Pero son puras iniciativas de los artistas, falta una política cultural más potente.
-Tengo entendido que en un inicio, aparte de Olderöck, mandaron a la agencia de gobierno CORFO una serie de personajes chilenos para representar. ¿Es un proyecto que se hará realidad?
HUGO: Estamos evaluando la posibilidad de hacerlo todavía. Si es que va a ser una serie, si va a haber otro cortometraje, si será una trilogía, no sabemos todavía. Hay varias ideas que parecen interesantes.
¿Quiénes serían?
HUGO: No te lo puedo revelar ahora. A mucha gente le parece que podría ser una serie de 8 capítulos de personas de la historia política más de cine B. Porque Ingrid Olderöck era un personaje B, más oculto, no tan conocido. Pueden ser personajes o pueden ser células fascistas…
¿O sea no sería Sebastián Piñera por ejemplo?
HUGO: ¡No! No, no vale la pena (risas).
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