Ha estrenado recién sus dos primeros episodios, pero ya podemos afirmar que es una de las series más extrañas del año. Primero, porque es una comedia y a la vez un falso documental. O un falso ‘reality’, para ser más precisos. Uno en el que los participantes tienen la posibilidad de realizar ensayos para momentos claves de su vida: ya sea develar una vieja mentira a un ser querido o cumplir el postergado sueño de convertirse en madre.
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El anfitrión de este raro show de experimentaciones es el comediante canadiense Nathan Fielder (Vancouver, 1983), quien hace de sí mismo, o de una versión insegura y maniática de sí mismo. Pero, por la propia esencia de la serie, nunca tenemos por completo la certeza de qué puede ser realidad y qué no. O de hasta qué grado de fingimientos están permeadas estas historias. Por eso es que se nos hacen incómodas e inquietantemente cercanas al mismo tiempo.
En cierta forma, la construcción de esas realidades falsas, ensayadas y supuestamente predecibles que emprende Fielder nos remite a “The Truman Show”, clásico moderno de Peter Weir en el que Jim Carrey vivía una desconcertante farsa hecha de simulaciones actorales, grandes escenografías que replicaban el mundo real, y hasta un deseo autoconsciente de querer habitar la falsedad. La idea de simulación en dicha película (y también en esta serie de Fielder) responde a un impulso oscuro por querer ceder nuestros destinos a un control superior, pisar terreno ajeno pero seguro.
En su concepción metanarrativa, con alguna capa oculta siempre dentro de otra, “El ensayo” destaca por asomarse por los intersticios de la realidad y la ficción, hábilmente difuminados por el talento de Fielder como actor y guionista. Sin embargo, también resalta en otro aspecto, quizá el más importante y por el que al parecer nos conducirá la serie en sus próximos episodios: la manera en que nos interpela respecto a la tarea –en apariencia sencilla– de tomar pequeñas y cotidianas decisiones, con resultados inimaginables. La dinámica de lo impensado en su máxima, más divertida y perversa expresión.
Calificación: 4 de 5.
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