Hay muchas razones por las que la gente llega a odiar la Navidad. Por ejemplo, las razones mundanas y sencillas, como la aversión al “amigo secreto”, ese juego con altísimas probabilidades de recibir el mismo par de medias del año pasado. Rehusarse a participar de este noble intercambio de regalos siempre será una opción. Pero quien ose hacerlo deberá aceptar la predecible y odiosa comparación con el monstruo anti-Navidad por excelencia: El Grinch.
El tierno y hosco ogro nació hace más de seis décadas, en 1957, como una caricatura en blanco y negro de la imaginación del afamado Dr. Seuss. Como todos sus personajes, El Grinch lucía rasgos leoninos, pero un corazón “dos tallas menor” que el resto de habitantes de Villaquién. Como todo solitario, El Grinch vivía solo con su perro Max. Y como todo buen grinch, El Grinch no solo odiaba la Navidad, sino a todo aquel que amara la Navidad.
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Pero recién el 18 de diciembre de 1966 –hace exactamente 57 años– El Grinch cobró movimiento y color gracias a Chuck Jones (el genio detrás de los Looney Tunes) en la película “How The Grinch Stole Christmas!”. Le prestó su voz el grandísimo Boris Karloff –reconocido como otro monstruo legendario, el de “Frankenstein”–, quien casi se queda sin el papel por el temor de Jones de que sonara demasiado tenebrosa. Y eso era inaceptable, pues una de las claves del personaje era la empatía: ya para entonces, El Grinch representaba a ese grueso de personas que no compartían ni la alegría ni la emoción por estas fiestas. No eran ni son pocos.
Navidad, la fiesta del gasto
Hay muchas razones por las que la gente llega a odiar la Navidad. Por ejemplo, las razones que obedecen a la sensatez, según cada parte del mundo. En nuestro hemisferio sur, digamos, que la Navidad coincida con el verano convierte en un despropósito el fantasear nieve y pinos, y combatir el inexistente frío con chocolate caliente y panetón. Porque algo es cierto: El Grinch del Dr. Seuss fue desde sus inicios una parodia crítica a las artificiales convenciones de la festividad. Sobre todo las comerciales.
Hoy más que nunca, la temporada navideña es sinónimo de ofertas, regalos y despilfarros, y cada año comienza con mayor anticipación: desde octubre las tiendas comerciales comienzan a exhibir guirnaldas, luces e insufribles villancicos. No por nada su símbolo máximo es el bien nutrido Papá Noel y no el pobre y calato Jesucristo en su pesebre de Belén. La imaginería estadounidense ha destronado a su protagonista real y ha traído abajo sus orígenes religiosos, acaso otro motivo por el que algunos detesten este moderno y profano bacanal. Basta revisar las noticias para encontrarse con grinchs de la vida real.
Triste Navidad
Hay muchas razones por las que la gente llega a odiar la Navidad, pero tal vez las más serias tengan que ver con la cabeza y el corazón. Según varios estudios especializados, las fiestas de fin de año suelen venir acompañadas por crisis de depresión. El estadounidense John Cacioppo, experto en neurociencia social, afirma que en estas fechas el aislamiento de algunas personas choca con el ánimo festivo de otras. Ahí el problema.
En otros casos, conforme se acerca la Nochebuena, se activa el recuerdo de familiares y amigos ausentes, de buenas y malas experiencias pasadas, y la nostalgia termina por jugar en contra. Por eso y muchas cosas más, el finado Luis Aguilé nos invita a su casa cada Navidad con una canción que refrenda el incorregible masoquismo que puede conllevar esta celebración. No solo nos golpean el sufrimiento y el dolor: los perseguimos, pasamos las 12 con ellos.
Y aunque el espíritu de El Grinch permanece hasta hoy como una crítica a las ideas navideñas desvirtuadas, su éxito se ha salido de control: Marvel produjo un corto en 1982, en Broadway se ha montado un musical, y hasta Jim Carrey lo encarnó en la película exitosísima, pero de dudosos resultados, que dirigió Ron Howard. De hecho, para el 2018 se anuncia una nueva versión con Benedict Cumberbatch como El Grinch. Y aunque el actor y el monstruo comparten cierta extravagancia facial, el cásting ha pasado por su voz, pues esta vez la cinta será en animación 3D.
La contradicción está en que, diciembre a diciembre, miles de niños abracen sus muñecos de El Grinch y pataleen por su videojuego con la furia de compradores compulsivos en formación. Ese amargo despropósito es el que logra que El Grinch se mantenga vivo.
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