Mentiría si dijese que no disfruté los cinco últimos episodios de “La casa de papel” (“Money Heist”), la serie que puso a España en los ojos del mundo cuando se habla de producción de ficciones. Estos capítulos sacaron provecho a todas las convenciones del género de atracos pero, muy aparte del comprobado disfrute, queda la duda de si eran necesarias tres temporadas más cuando la serie ya había terminado con un escape satisfactorio para los ladrones de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
A continuación, SPOILERS de “La casa de papel” temporada final, volumen 2:
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Luego de la muerte de Tokio (Úrsula Corberó), los atracadores del Banco de España terminan de fundir el oro y queda solo la misión de sacarlo. Esto lo consiguen con agua y una bomba de plataforma petrolífera, la cual fue robada por Berlín años atrás. Pero mientras el Profesor (Álvaro Morte) ejecuta su jugada, las autoridades tienen un plan: la soldado Arantxa Arteche (Jennifer Miranda) se infiltra por los conductos de ventilación a la espera del momento para una emboscada.
En estos episodios finales hay escaso tiempo para el desarrollo de personajes, pero “La casa de papel” lo hace de todos modos. Tenemos unos minutos para explorar las mentes del Profesor y Denver (Jaime Lorente), pero salvo ellos los demás personajes se mantienen en su sitio, actúan de manera coherente, lo cual asegura que la audiencia no reciba sorpresas mal trabajadas. En cierto modo, son predecibles, pero no solo para la audiencia.
Hay un tercer grupo que aprovecha la predictibilidad: los “enemigos” finales de la serie, que no son fuerzas estatales, sino el hijo de Berlín, Rafael (Patrick Criado) y su novia Tatiana (Diana Gómez), quien además es la exesposa del hermano de Sergio. Un drama familiar escabroso, pero que aporta volumen, en un flashback, al personaje de Berlín (Pedro Alonso): al saberse traicionado, explota en ira y destruye un bar, lo cual lo lleva por primera vez a la cárcel.
En su final la serie hace algo que consiguió a medias en los anteriores episodios: mantener tensión en cada escena, con pistas que apuntan al fin del atraco del Profesor por varios frentes: una posible traición interna, el robo de Rafael y el ataque militar.
Que Rafael y Tatiana se apoderen del oro robado da a la serie el mayor de los giros desde su retorno. Esta sorpresa funciona bien no solo porque sorprende a la audiencia, sino porque sorprende a los personajes. El profesor es vencido y, para recuperar ventaja, tiene que confiar en su nueva aliada, la inspectora Alicia Sierra (Najwa Nimri); quien no mucho antes jugó su última carta para ser repuesta entre las autoridades, sin éxito. Verla trabajar para los enmascarados es un deleite, se nota que la actriz la pasó bien con el rol.
¿Eran necesarias más temporadas?
Al inicio de este texto cuestioné si era necesario extender esta serie por tres temporadas adicionales cuando ya había concluido. La respuesta es no, salvo para darle más ganancias Netflix y a los creadores de la serie. ¿Pero qué han ganado los personajes y, sobre todo, la audiencia, con este otro atraco que se prolongó por tres años y una pandemia?
Los personajes obtuvieron una libertad real, nuevas identidades y la seguridad de que el gobierno no los perseguirá, esto con el trato al que llegan para salir ilesos. Una negociación desigual donde son los secuestradores quienes tienen la sartén por el mango sin tenerla, pues no es sino hasta lo último que el Profesor recupera el oro que le quitan Rafael y Tatiana.
La audiencia, por su parte, se llevó momentos divertidos, de emoción y pirotecnia. “La casa de papel” tuvo en sus inicios ese factor de impredecibilidad, sea con los muertos, sea con los desarrollos que personajes tan inteligentes no ven venir. Todo eso volvió. Además, se ofreció eso que siempre gusta, que es el golpe de efecto de Hollywood, con más escenas de acción. El resultado fue un producto bien hecho que, si bien no inventa la rueda, la mantiene girando.
Por último, el retorno de esta historia es fiel a la tradición televisiva de mantener en emisión aquello que funciona, donde los guionistas tienen el trabajo de darle sentido a las decisiones de una empresa de entretenimiento. Pasa con “Grey’s Anatomy”, “The Walking Dead” y ahora con “La casa de papel”; que mantendrá viva esta tradición por más años con el anunciado regreso de Berlín en un spin-off (precuela, se supone) en 2023.
Pero la pregunta es si esta serie pasará el juicio de la historia, si en unos años, cuando se hable de las producciones más significativas, será ignorada o aparecerá en los ránkings; tal vez no como la mejor, sino como la que marcó un antes y un después para la ficción del idioma de Cervantes. No es tarea fácil. Para ganarse el favor de la opinión pública dentro de la ficción, el discurso del Profesor, Tokio, Río, Denver, Nairobi, Helsinki y los demás fue estar del lado del oprimido; aunque estos últimos, los fans que se plantaron frente al Banco de España, son solo los peones en un juego de ajedrez. Nunca hubo un real compromiso entre los atracadores y esta “verdadera Resistencia” a la que se menciona en un mensaje al final del último episodio.
Tal vez ese sea el mayor de los robos de la serie: no billetes, no mineral, sino que un puñado de pillos le hicieron creer al ciudadano común que estuvieron de su lado cuando el único bando de los enmascarados fue el propio. Si te roban y no sabes que lo han hecho, ¿de verdad te han robado? Y mientras respondes esa duda, alguien canta “Bella ciao” en una piscina llena de dinero.
Dato
Todos los episodios de “La casa de papel” están en Netflix.
Mira también nuestra entrevista a Pedro Alonso de “La casa de papel”
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