Cristiano Ronaldo consiguió su cuarto Balón de Oro en el 2016. (Foto: AFP)
Cristiano Ronaldo consiguió su cuarto Balón de Oro en el 2016. (Foto: AFP)
Miguel Villegas

No aprendió a patear con mangos -como Pelé- ni creció en una villa -como Maradona- pero pasan los días y, de no ser por Messi, no habría dudas de quién se les parece más. ¿Qué futbolista es hoy, después de 5 Balones de Oro, 418 goles con el Real Madrid y 106 tantos en Champions, ese mundial que vemos por TV todos los años? O mejor, ¿cuál no es? 

No es, claramente, el futbolista de piernas chuecas que gambetea, aunque su ‘slalom’ –su freno– alguna vez lanzó hasta los paneles publicitarios a Puyol, cuando era símbolo del Barcelona, o sea, del fútbol. No es, tampoco, el más noble cuando reacciona. Se pelea y se amista con sus hinchas como cambia de ‘coiffure’. Y pertenece a una selección -la portuguesa- que sufre en los Mundiales, que casi no compite, y en la final de la Eurocopa que su selección consiguió en el 2016, se lesionó. Fuera de eso, lo ha ganado todo: 4 Botas de Oro, 4 Balones de Oro; es el goleador histórico de la selección de Portugal –lejos de Eusebio, la ‘Perla’ de Mozambique, el crack que inventó a Portugal en las Copas–, además del ‘Terminator’ que acaba con cualquier arquero de la Champions League. 

No hay un futbolista en el mundo que represente tanto a una cultura futbolística como Cristiano Ronaldo al Madrid. Es espectacular y decisivo, individualista y polémico, porque el Real Madrid es así: solo la NASA compite con ellos en la polémica tabla de gastos de dinero para sus obras. ‘CR7’ es la suma de todos los tiempos del madridismo: si Di Stéfano fue el crack que imponía la moda y mandaba en el campo para ganar cinco Copas de Europa consecutivas, hace 50 años, Cristiano es el modelo perfecto de un club cosmopolita que piensa en fichar jugadores para vender camisetas y ganar campeonatos, al mismo tiempo. Si el fútbol es el gran negocio del siglo XXI, Cristiano es el producto top de la vitrina. Ronaldo es YouTube, es decir, es para siempre. 

Tiene salto, potencia, regate, gol, cabeza, boca, patada, y no se amilana. Y resume, como nadie, al futbolista moderno: talento natural y vitaminas de laboratorio. No basta lo primero ni se abusa de lo segundo: CR7 promedió en la temporada 2016-2017 una velocidad máxima media de 31 kilómetros por hora por partido, números inigualables en la Liga. Es un portento real, no de play. Igual lo acusamos de no ser un hombre promedio porque gasta miles en un Ferrari pero celebramos sus números de máquina de guerra. Es nuestra inconsecuencia. Pasaba lo mismo con Cruyff: le pedían que pare cuando corría, que gane cuando quería jugar. 

La discusión sobre Cristiano Ronaldo terminará cuando se retire: allí habrá gente que dirá ¿por qué no prendí más seguido la TV?, ¿por qué no lo grabé?, ¿por qué no fui testigo? ¿Por qué no lo entendí? Ya tiene 32 años, apúrese.

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