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Daniel F
Ana Núñez

aún no era Daniel F cuando se enamoró de la historia. Era Daniel Fernández Valdivia, el delgadísimo chico que cursaba los primeros años de secundaria en el colegio Hipólito Unanue, en la Unidad Vecinal de Mirones. A Daniel le habían impactado las pinturas de Lepiani que graficaban los capítulos sobre la Guerra con Chile y desde entonces no había parado de leer sobre el tema. Hasta que un día se escapó del colegio para ir a un museo. Otro día lo volvió a hacer para ir a conocer el Real Felipe. Visitar el Morro Solar también ameritó ‘tirarse la pera’. Entonces no lo sabía, pero esa debió ser la prueba de amor que le entregó a la que se convertiría en su mayor pasión. Más de cuarenta años después, Daniel F presenta un libro sobre el conflicto con nuestro vecino del sur llamado Cuando llueve en Iquique (Editorial Plaza & Janés). Se trata de una novela de ficción basada en décadas de investigación e incansable lectura sobre el tema por parte del líder de la banda Leusemia. Se trata también de lo que quedó en él después de visitar casi todos los lugares que fueron escenario de ese episodio de nuestra historia ocurrido entre 1979 y 1983. Se trata de un soldado peruano de decisiones loables, Esteban Copollape o simplemente ‘Copó’; de un rifle que nunca se dispara y, claro, de esa guerra entre países hermanos que envuelve a los personajes a modo de soundtrack de la historia.

- ¿Cómo has estado estos días, Daniel? Sé que tu mamá murió la semana pasada.

Sí, sí… pero, como escribí en Facebook, ha estado sufriendo ya durante dos años. Dos años que los ha pasado horribles. Cuando todavía tenía conciencia de lo que ocurría alrededor, ella gritaba “quiero morirme, quiero morirme”. Hasta que un día hubo un cortocircuito y desapareció todo a su alrededor. Se convirtió en una persona ajena a todo, pero igual sufría mucho.

- Es curioso cómo la contradicción es inherente a la vida del ser humano: has vivido un momento de pérdida y, casi simultáneamente, presentas tu libro, que vendría a ser como un nacimiento. 

 Esta semana justo tenía conciertos en Puno y Juliaca, y no podíamos suspenderlos. Así que me fui de viaje y quise abrir el concierto con una canción que ella escuchaba mucho, que es del 66 o 67, que se llama Toma mi corazón, y que una vez que ella estaba tejiendo comenzamos a cantar como si fuéramos un dúo… “Por qué no me quieres si yo, yo te quiero; por qué no me adoras, si yo, yo te adoro…” [Daniel F canta]. La idea era que comience el recital, poner el disco y yo cantar algunas cositas, pero ensayando en el hotel me di cuenta de que no iba a poder hacerlo sin llorar. Así que cuando comenzó el concierto, pusimos el disco y dejé que suene la canción nomás. 

- Tienes recuerdos musicales desde muy pequeño, pero ¿cuándo comenzó tu interés por la historia?  

Mi interés por la historia fue anterior a la música, porque el primer impacto que seguramente tiene un chico son las artes gráficas y el cuadro de Lepiani (El último cartucho) es impresionante. Lo vi primero en los libros de historia y me parecía alucinante. Por ahí nomás ya me atrapó. Y cuando fui a ver el cuadro en persona… asuuu… O sea, una cosa gigantesca. Siempre iba con mis papás al Real Felipe también, ya era un vicio. Y me escapaba del colegio con mis amigos, pero no para ir a prostíbulos o bares, sino para ir a museos. 

- ¿En serio?

 Claro. A los museos, a las bibliotecas, a las hemerotecas, a los campos de batalla donde haya habido alguna acción: al Reducto en Surquillo, al de Miraflores, al Morro Solar, y ahí alucinábamos, pues, todo. “¿Cómo habrá sido la batalla?” Era nuestra diversión. Y como leíamos un montón, estábamos envueltos en eso. Ya con el tiempo comencé a dudar de lo que me enseñaron en el colegio y empecé a ver otros textos, chilenos, bolivianos, de alguna forma me las agenciaba para ver cómo cuentan ellos la historia. Era otra guerra.  

- Has hecho, entonces, una investigación sobre la guerra con Chile.  

Más que una investigación, es una pasión. Más que una cosa intelectual y científica, es el gusto de leer estos textos, de nutrirme de todo este asunto. Cuando llegué a la frontera de Tacna me fui para Arica; subir al morro de Arica era ya la quinta esencia, era como ver a Pink Floyd. De ahí, visitar Tarapacá, Iquique, Antofagasta… El único lugar al que no he ido es Huamachuco. Tengo que ir.

- Y para ti, que has leído más que el común de las personas sobre este tema... 

No, no más que el común. Yo conozco viciosos de verdad que se han leído todo. O sea, te saben cuántos pelitos tenía Bolognesi en la barbilla antes de morir y todo ese tipo de cosas. 

- Bueno, de todas estas cosas inauditas que descubriste, ¿qué fue lo que más te impactó? 

Me enamora mucho la solidaridad de las personas incluso en el campo de batalla. Varios oficiales chilenos, por ejemplo, murieron defendiendo a prisioneros peruanos acá en Miraflores o en San Juan; defendiéndolos para que no los fusilen, de pronto porque sus soldados que se habían sublevado estaban ebrios o lo que sea y querían matarlos. Entonces, aunque les moleste a muchos, tenemos algunos héroes chilenos dentro de nuestro territorio, chilenos que han muerto en territorio peruano o que no han muerto pero que arriesgaron su vida llevando a los prisioneros peruanos a un lugar seguro. Eso lo cuenta Thorndike, lo cuenta Basadre y también lo cuentan los chilenos. Entonces, ese tipo de detalles están en el libro, que es una ficción que intenta contar estas caras ocultas de la guerra.

- Quizá si supiéramos de estas historias, peruanos y chilenos tendríamos más razones para terminar con esa rencilla histórica que aparece de cuando en cuando.

Sí, yo soy uno de esos utópicos que creen que los pueblos podemos vivir en paz y reconciliarnos con los ecuatorianos, con los chilenos, con los bolivianos y viceversa. Y hay gente en Ecuador, en Bolivia, en Chile que tienen la misma perspectiva e intentan también esa reconciliación. La semana antepasada que estuvimos en Arica, yo pasaba en el auto con mis amigos, camino a la casa de Bolognesi, y en eso vemos a un grupo de personas con camisetas blancas y que en su pecho tenían una bandera chilena y una peruana. Se trata de un grupo que funciona en Arica, son chilenos, que tienen esta utópica idea de la reconciliación peruano-chilena. Yo quería salir del carro y conversar con ellos, pero ya no pude hacerlo por tiempo.

- ¿Imaginaste alguna vez llegar a ser un escritor que presenta sus textos en una feria del libro y todo eso? 

No, nada. Ni siquiera hacer una canción. Uno piensa que va a tener la vida de cualquier otro ciudadano: terminar la secundaria, ir a la universidad y trabajar. Para comenzar, yo no he terminado la secundaria. Por ahí nomás ya hubo un viraje.

- ¿Por qué dejaste el colegio? 

Porque en mi casa había problemas económicos y yo tenía que trabajar. La situación en la casa era muy jodida, así que después de cursar el cuarto año me puse a trabajar como ayudante de tornero, después de repartidor de artefactos eléctricos, trabajé también como personal de limpieza y así he estado varios años. Igual, paralelamente seguía escribiendo cosas, componiendo canciones. 

- Pese a la reciente muerte de tu madre, te veo feliz.

Sí, claro… me siento bendecido por el hecho de poder vivir de las cosas que más me gustan. En la vida iba a imaginarme que puedo escribir sobre las cosas que me apasionan y que venga una editorial tan importante para publicarme. Siempre decía que era un sobreviviente, porque he sobrevivido a tantos gobiernos malos, tantas crisis económicas y todo, pero creo que soy más que eso. 

Lee la entrevista completa mañana en la edición impresa de la revista Somos

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