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Juan Raúl Cadillo
Ana Núñez

En el pueblo de Shancayán (Huaraz), a más de tres mil metros de
altura, hay un colegio donde los niños tienen experiencias educativas de realidad virtual y aumentada; donde pequeños de 10, 11
y 12 años son capaces de crear blogs en la red y hacer animaciones digitales de los cuentos que ellos mismos escriben. No se trata de un
centro educativo privado con equipos y tecnologías de última generación. Tampoco de una institución experimental
de difícil acceso. Es una humilde escuela estatal con las mismas carencias que la mayoría de ellas, pero cuyo mayor activo tiene
nombre propio: Juan Cadillo León.

En ese pequeño universo andino de carpetas, pizarras acrílicas y paredes verdes, el profesor Cadillo se las ingenia desde hace más de
10 años para educar a sus alumnos con herramientas innovadoras que él mismo ha ido desarrollando y que lo convirtieron, en diciembre
del año pasado, en uno de los candidatos del concurso mundial
The Global Teacher Prize, premio comparable al Nobel, pero en educación.

Cadillo León llegó al colegio Jesús Nazareno en 2006. Hasta un
año antes había sido maestro del colegio Carlos Izaguirre, en el pueblo de Quechcap, a la salida de la ciudad de Huaraz. A Cadillo lo nombraron apenas terminó sus estudios superiores por haber sido el primer puesto de su promoción. Uno de sus objetivos siempre ha sido ser el mejor.

Por 12 años estuvo en Quechcap, hasta que la población estudiantil
del pueblo comenzó a disminuir a tal punto que los maestros ahí nombrados resultaban excesivos. Cadillo cree que esa situación
fue consecuencia del programa de esterilizaciones forzadas que se
hizo en las zonas rurales a fines de los años 90.

Por eso, al año siguiente fue trasladado a Shancayán. Para él fue como un nuevo inicio, aunque no en mejores condiciones. “Con las justas tenía mesa y sillas, y los chicos debían leer de a dos o de a tres porque no había la cantidad necesaria de libros”, recuerda el maestro.

Al colegio Jesús Nazareno llegaban por entonces los chicos ‘problema’ de la zona: menores con dificultades de aprendizaje o de conducta que habían sido retirados de los grandes centros educativos de la ciudad
o que repitieron varias veces un mismo grado.

¿Qué podía hacer un humilde maestro para cambiarles el futuro a estos chicos?

Profe creativo
La primera idea que tuvo el profesor Cadillo fue comprar títeres para que, luego de realizar la lectura del día, los pequeños dramatizaran el tema que acababan de leer, sea de la materia que fuere.

Así comenzó a grabar a sus chicos inventando diálogos y personajes relativos a la materia de turno con ayuda de pequeños títeres que iba
comprando de a pocos en las calles de Huaraz.

La estrategia del maestro Cadillo fue un éxito. El nivel de lectura de sus alumnos mejoró de manera sobresaliente, pero hubo un elemento
adicional: el empleo de los títeres ayudó también a combatir el gran problema de autoestima que había entre los estudiantes de 14 o 15 años, que debían compartir la carpeta con niños de 9 o 10 años por haber repetido varias veces de año o por haber comenzado sus estudios de manera tardía.

Un par de años después de su ingreso al colegio Jesús Nazareno, en 2008, el Gobierno comenzó a implementar las OLPC (siglas del programa ‘Una laptop por niño’) y a la escuela de Cadillo llegó
un grupo de computadoras. Durante los últimos 10 años el maestro se las había ingeniado para estudiar una segunda carrera (Ingeniería
de Sistemas), así que los equipos caían como anillo al dedo para desarrollar nuevas herramientas.

Lo primero que hizo fue crear una red intranet y repartir información
a los niños. Lo siguiente fue enseñarles a subir contenido.

Pronto los estudiantes ya estaban creando blogs, animaciones y ahora
incluso pueden aprender a tocar piano a través de herramientas relacionadas con el concepto de realidad virtual que el propio profesor Cadillo fue desarrollando durante los últimos años.

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