Stephanie Byrd

Cuando le comenté a mi terapista la temática de mi columna de la semana, me dijo “Eso suena bien: en esencia, tu peor enemigo y tu mejor amigo tienen en común que saben todo sobre ti y están permanentemente atentos a todo lo que haces”. “Gracias”, le respondí, “pero tan talentosa no soy”, y añadí que más bien abordaría aquellas situaciones un poco más ligeras de la vida cuando nos enfrentamos con algo que va a la deriva de nuestras buenas intenciones, generalmente debido a un malentendido o simplemente a una diferencia de posturas. Una situación que vale la pena revertir y salvar. ¿Pero cómo?

Recién había abierto Innsaei Float Studio, mi nuevo emprendimiento, mi sueño hecho realidad, el fruto de mucha labor y sacrificio. Como la buena “Dora la Emprendedora” que soy -recursiva pero novata-, había conseguido incorporar en mi base de datos una lista muy exclusiva de correos electrónicos de varias personas influyentes o afines a mi nueva propuesta alternativa y concepto innovador en la ciudad. Con mucha emoción apreté el botón de enviar anunciando a todos el lanzamiento de mi primera promoción mientras que observaba fijamente desde mi tablero de control asombrada cómo ese número de correos enviados ascendía a los cientos y tantos. Miraba cómo la gente los abría ni bien le llegaban, cuando de pronto, de la nada, ¡recibí una respuesta a mi buzón! “¿Será un cliente que se animó a tomar la oferta desde ya?”, me pregunté mientras con ilusión palpitante abría mi nueva correspondencia. Lo que decía no era tan emocionante como digamos:

“Hola,

Por qué me está llegando spam? Sabes que es ilegal?

J.”

Entré en pánico. “¿Quién será J y cómo M salgo de esto?”, pensé. Angustiosamente copié su correo eléctronico en el buscador de Google para encontrar luces sobre la identidad de mi nuevo “hater” misterioso y el primer resultado que encontré fue un blog bastante vintage al estilo Blogger con su último post de 2004 y un encabezado que rezaba:

“ESTE NO ES UN BLOG: ES UNA CAJITA DE CHOCOLATES EN UNA MESA HUÉRFANA. TOME CUANTOS QUIERA. ESO SÍ, DEJE ALGUNOS PARA EL RESTO.”

En el campo de “Acerca de mí” había un poema escrito por el mismo J:

“Me gustan las piedras y el mar, pero también los afiches de divas de folklor y el sonido del kazoo. A veces el silencio cuando hace frío y la música de Serrat en mi estado más melancólico…”

Concluí rápidamente que este Sr. J era un hombre interesado en asuntos intelectuales, igual que yo, una persona sensible y creativa, igual que yo, que en algún momento de la vida, igual que yo, también había tenido sus propios proyectos. Casi sin pensarlo más, apreté aquel botón de responder y le escribí de manera intuitiva:

“Hola Javier,

Esto no es spam. Es una cajita de chocolates en una mesa huérfana. Tome cuantos quiera. Eso sí, si no te gustan los chocolates, favor de darte de baja de nuestro mailing list en el link [unsubscribe] al final del mail. ;)”

Apreté el botón de enviar y en tan solo dos minutos tenía mi respuesta:

“Te felicito por tu extraordinario gusto literario. Eso de los chocolates lo escribí hace más de diez años. ¿Dónde lo viste?

J.”

También me llegó una pronta solicitud de amistad en Facebook. Se trataba del crítico gastronómico y dueño de la librería Babel en Miraflores Javier Masías, que quedó fascinado por mi respuesta personalizada a su amenaza aterradora. Me rogaba revelar exactamente cómo descubrí su bella frase, que resultó la piedra angular de una admiración mutua (cosa que hasta la fecha me había negado a hacer, pero ahora J, junto con los lectores de Somos, se han enterado de mi arma secreta). Lo invité a visitar mi spa para probar la terapia de flotación aunque me insistía una y otra vez, antes de su cita que el relajo en espacios pequeños no era lo suyo. Sin embargo, lo disfrutó muchísimo, recomendando la experiencia a todas sus amistades en las redes. Hace poco celebré mis siete meses de negocio, para lo cual mandé un mail muy sentimental agradeciendo a cada uno de mis crecientes clientes. Varios me respondieron con mensajes de amor felicitándome por el logro, pero hubo una respuesta que se destacó un poquito más del resto. Decía:

“Congrats! 🤟🏻 J.”

No pude dejar de reflexionar sobre la ironía de su respuesta. Habíamos dado la vuelta entera. Había logrado, efectivamente convertir un “hater” en un “fan”.

“La inteligencia social”, precursora de la famosa “inteligencia emocional”, fue definida por el psicólogo Edward Thorndike en 1920. Dicho término es el cimiento de “la habilidad para comprender y dirigir a las personas y actuar sabiamente en las relaciones humanas”. Por bien y por mal, en esta vida las relaciones humanas son todo. Sin embargo, ocurre que cada persona es un mundo lleno de sus propias historias personales, sentimientos, emociones, deseos, traumas, sueños, gustos, creencias, perspectivas, prejuicios, motivaciones, etc. Realmente nunca sabemos por lo que el otro puede estar pasando y menos aún cuando estamos navegando con nuestro propio mar de humanidad adentro. La empatía, la sintonía y el interés por los demás, son las principales características de la inteligencia social; todos los cuales nos conducen al terreno común, la red que nos conecta a todo y a todos. Aquí la frase “igual que yo” y la intuición resultante nos guiarán al éxito.

*Stephanie Byrd es MBA con más de 10 años de experiencia en Marketing Digital y Ventas Corporativas. Emprendedora de Bienestar y Iniciativas Filantrópicas.

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