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Astrid Gutsche, Elena Santos y Marisa Guiulfo.
Oscar García

El nombre de Nora Sugobono no requiere mayor presentación para los lectores de estas páginas, acostumbrados desde hace años a la bonita tradición de recibir cada semana sus recomendaciones gastronómicas, todas ellas firmadas con esa pluma pícara y hedonista de quien sabe, parafraseando al tango, que comer es también un placer genial, sensual.

Sugobono, comunicadora por la Universidad Autónoma de Barcelona, es además una atenta seguidora de los movimientos de empoderamiento femenino puestos en manifiesto, con singular fuerza, en esta década. El año pasado, una extensa investigación suya sobre el papel de las mujeres y la prensa en el Perú la puso en alerta sobre un tema del que sabía mucho y al mismo tiempo poco: la verdadera relación de ellas con la cocina en este país, más allá de las historias oficiales y la imagen pública.

Nora Sugobono es periodista y ha publicado editado varios libros de cocina. Este es el primero que firma, como un proyecto enteramente personal. (Foto: Richard Hirano)
Nora Sugobono es periodista y ha publicado editado varios libros de cocina. Este es el primero que firma, como un proyecto enteramente personal. (Foto: Richard Hirano)

La idea de Mujeres con apetito (Grijalbo, 2019), su primer libro, le llegó entonces como una epifanía. Por su trabajo como periodista en esta revista había conocido a decenas de personalidades de la cocina peruana, nombres capitales como Marisa Guiulfo, la dama de los banquetes en Lima, que ha cocinado para todos los presidentes; Astrid Gutsche, del célebre restaurante Astrid y Gastón; o Mónica Huerta, soberana en la picantería arequipeña La Nueva Palomino. Pero ¿las conocía en verdad? ¿Sabía el público de todas las luchas silenciosas y los vociferantes prejuicios que tuvieron que enfrentar para progresar en una cancha tan desnivelada?

Ese fue el punto de partida que animó estos 15 perfiles, que resultaron una revelación casi terapéutica para la autora, en un proceso de autodescubrimiento que iniciaba desde que encendía la grabadora y continuaba durante el siempre solitario acto de la escritura.

Mujeres con apetito no es un libro de cocina, como advierte Nora, aunque incluya una receta al final de cada capítulo. “La idea no es que vayas a aprender a cocinar con él. Creo que lo de la receta favorita es algo que nos representa. Todas tenemos una lista de platos que son nuestros favoritos. Desconfío de alguien que no lo tenga. La idea de la receta entonces era romper con la idea que tenemos de estas mujeres. Hay cocineras de alta cocina como Pía León [jefa de cocina en Kjolle], que ha puesto al final de su capítulo una receta de pie de limón, porque es lo que hacía su mamá. Es una relación afectiva. Marisa Guiulfo, por su lado, ha incluido la receta de una butifarra, que probablemente es lo último con lo que la asociarías, pero si lees el libro te das cuenta de por qué es importante para ella, cuando vivía en San Francisco”.

Mujeres valientes que se comen el mundo

Al comprender que la relación de las mujeres con la comida trasciende el conocimiento de los fogones, el libro contiene perfiles de otras personalidades locales cuya vinculación con la comida parte de planos tan cotidianos y universales como el sexo, la nutrición, la belleza y la cultura pop.

“Este es un libro que tiene como eje a la gastronomía, pero para mí son historias de mujeres que han luchado contra el mundo porque su apetito, su ambición, su hambre, sus ganas, eran mayores y superaban cualquier obstáculo. Da la coincidencia de que muchas de ellas terminaron entrando a una cocina, pero otras están sentadas en una mesa, inspirándose en ella”, recuerda la autora. Ahí están nombres conocidos como los de la escritora María José Osorio (Soltera Codiciada), la periodista Fernanda Kanno o la presentadora Antonia del Solar, sobre las que se construyen perfiles reveladores sobre sus recuerdos y sensaciones en torno al buen comer.

El libro cuenta con las destacadas ilustraciones de la periodista y artista Diana Kisner, quien conoció a Sugobono en un viaje de prensa a Estocolmo. “Recuerdo que fuimos a cenar y Nora dijo ‘pediremos un vino, ¿no?’, y en ese momento dije ‘esta chica es mi amiga’”. La tarea de Kisner, que fue además la directora de arte del libro, fue leer los textos que Nora le entregaba y armar pequeños collages de inspiración diversa. Para el de Guiulfo se basó en los célebres retratos de Cecil Beaton a la princesa Margarita. A Elena Santos la visualizaba como la cantante Ella Fitzgerald. Para del Solar, Audrey Hepburn vino a su mente. En cada estampa, algunas de corte real maravilloso, se encuentran elementos que potencian la narrativa y la elevan a un plano sensorial superlativo, uno que abre tanto las mentes como el apetito. //

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