Hace unos días compartí en mi cuenta de Instagram una imagen que leía algo como “está bien no estar bien”, y recibí muchos comentarios de amigos y personas que no conozco que se relacionaban con la frase. Esto me hizo pensar en el tema. Luego, tuve una conversación de esto mismo con un grupo de amigas con las que comentábamos cómo a todos nos pasa que no siempre estamos bien y, sin embargo, mostramos lo opuesto al mundo.
Debido a que tenemos las capacidades de compasión y empatía, las personas estamos constantemente intentando “estar mejor”, superarnos y hacernos sentir bien a nosotros mismos y a las personas a las que queremos. Esto puede tener consecuencias negativas cuando proyectamos la idea de “estar siempre bien” al resto, y cuando la asumimos como una norma.
Vivimos en un momento en el que es fácil tener acceso a la vida de otras personas y en el que es aún más sencillo mostrar una versión muy bien curada de quiénes somos y cómo vivimos. Eso genera la ilusión de que otras personas tienen “vidas perfectas” porque son positivas y ven el lado bueno de las cosas. Además, leemos por todos lados que las personas debemos ser optimistas, que debemos buscar el lado positivo a todo, y que no debemos dejar que el dolor de las situaciones difíciles nos afecte. Sin embargo, la realidad es que los momentos malos son parte de la vida, y asumir que siempre debemos estar bien puede hacer que nos sintamos aún peor al generarnos culpa por no hacerlo en realidad.
A todos nos pasa que no siempre estamos bien, pues nuestro humor es fluctuante y esto se debe a distintos factores, como hormonas, descanso y alimentación, hábitos de sueño, niveles de estrés, y situaciones externas. La realidad es que cuando nos sentimos así nuestra motivación y productividad se reducen notablemente y esto puede tener consecuencias en nuestro rendimiento.
Lo más común es que las personas eviten tener “bajones” y no conecten con sus emociones y estados de ánimo cuando son “negativos”. Sin embargo, tener días malos afecta, incluso, la forma en la que vemos el mundo, y viceversa. Amabile y Kramer, profesores de Harvard, concluyeron luego de un estudio que las personas tienden a progresar más cuando reportan mejores estados de ánimo porque en esos días tienen visiones más positivas del mundo, y lo mismo sucede al revés. Cuando las personas reportan tener estados de ánimo negativos, suelen concentrarse solo en lo negativo del día a día, lo que afecta la forma en que se desenvuelven en sus actividades y relaciones interpersonales.
Un estudio llevado a cabo por Matthew Vess, psicólogo especialista en personalidad, en la Universidad de Montana encontró que las personas que son honestas consigo mismas con respecto a cómo se sienten tienden a superar los estados de ánimo negativos con mayor facilidad. Reconocer que todos tenemos malos días y poder identificar cuando estamos pasando por uno de ellos puede ayudarnos a sobrellevarlos de una manera positiva. De igual manera, hablar del tema con personas cercanas puede ayudarnos a mejorar el ánimo y al sentir cercanía con otras personas.
Hay algunas cosas que podemos hacer para sentirnos mejor en los días en que el ánimo no es el más alto, por ejemplo:
-Reconocer que nos estamos sintiendo mal: este es el primer paso para poder dar espacio a las emociones que sentimos en esos momentos. Es importante trabajar en normalizar el que todos pasamos por días difíciles y evitar caer en la idea de que debemos mostrar que estamos siempre bien.
-En esos días, intentar hacer actividades que usualmente producen placer ayuda a levantar el ánimo. Practicar hobbies, salir con amigos, comer cosas que nos gustan son algunas cosas que pueden ayudar.
-Evitar exponernos a situaciones que nos producen más estrés o ansiedad para no retroalimentar las sensaciones y emociones negativas.
-Intentar no abrumarnos con lo que tenemos que hacer. Todos tenemos actividades que debemos cumplir en el día a día y cuando los ánimos están decaídos nos cuesta encontrar la motivación necesaria para llevarlas a cabo. En estos días, puede que ayude fraccionar estas actividades en otras más pequeñas que sean más sencillas de hacer. Así, lograrlas nos dará sensación de productividad y ayudará a mantener nuestra motivación activa.
Creo que lo más importante es que aprendamos a reconocer nuestros propios estados de ánimo y cómo estos influyen en nuestro día a día, para así poder gestionar nuestras emociones y motivación. Debemos olvidarnos de la idea de que tenemos que estar siempre bien o de que somos los únicos que se sienten mal a veces porque esto genera que nos presionemos y perpetuemos la idea de “algo está mal” con nosotros. Abramos la conversación alrededor de nuestras emociones y estados de ánimo para que nos demos cuenta de que no estamos solos, y aprendamos a escuchar y acompañar a quienes confían en nosotros y nos cuentan cómo están.