Lucero Yrigoyen

Las nos cautivan con su amor incondicional y se ha demostrado que su compañía es beneficiosa para la salud emocional. Pero, cuando se rompen los límites y compulsivamente alguien se llena de animalitos en casa, sin medir consecuencias, el espacio, dinero o el tiempo que les demandará, estamos hablando del síndrome de Noé.

Es decir, las personas que padecen este síndrome no son capaces de controlar sus impulsos y muestran conductas de exageración y de poca consistencia para el cuidado de las mascotas. Además, tratan de llenar el vacío emocional o traumas ocurridos en la infancia, como pérdidas lamentables o conflictos no resueltos con la acumulación compulsiva.

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El síndrome de Noé ocasiona muchos problemas al afectado si no busca ayuda, como conflictos con los vecinos y familiares. Además, estos animales suelen vivir en malas condiciones, desnutridos y están expuestos a enfermedades.

Quienes sufren del síndrome de Noé tienen fuertes alteraciones en las relaciones de afecto y apego. Su capacidad de amar se encuentra muy disminuida o está ausente en general, partiendo del poco amor y atención hacia sí mismos y en sus relaciones de pareja, familia y amistades.

Los afectados por el síndrome de Noé suelen recoger animales de las calles, sobre todo gatos. La tendencia es que sean mujeres solteras, viudas o divorciadas, mayores de 50 años y de un nivel socio económico medio o bajo.

Difícilmente las personas afectadas con el síndrome buscan ayuda porque no son conscientes de cómo actúan y consideran su conducta normal, bondadosa y hasta necesaria para el bienestar de esos animalitos.

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