La llegada de un cachorrito a casa despierta toda nuestra ternura. Lo esperamos con el ajuar completo, las cosas que va a necesitar, la comida, y buscamos el nombre por consenso familiar. Pero la magia del momento puede acabar si de pronto empezamos a encontrar charcos de pipí y heces en la sala o dormitorios. ¿Te ha pasado con tus mascotas? Paciencia: cuando aprenda a hacer sus necesidades en un solo lugar, difícilmente dejará sorpresas.
Por más pequeño que sea, la educación empieza desde el primer día. Si el perrito aún no puede salir porque le faltan vacunas, se le debe reducir el espacio. Es decir, coloca su cama al costado de sus platos y frente a ellos algunos periódicos viejos, dejando entre ambos el suficiente lugar para que camine y juegue. Nunca lo dejes suelto sin vigilarlo. Esto será clave para ir observando su comportamiento.
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También es importante que tenga horarios. Los perros suelen defecar a primera hora de la mañana, luego de alimentarse y después de realizar actividades físicas. Si el cachorro ya puede salir de casa y come tres veces al día, será más fácil que le formes una rutina. Por ejemplo, sácalo temprano en la mañana, entre las 12 p.m. y 2 p.m., y pasadas las 6 de la tarde.
Por otro lado, puedes probar de motivarlo con la palabra “baño” si huele la zona que has elegido. Cuando defeque, prémialo con una galleta o haciéndole cariño. En las veterinarias encontrarás sustancias aromáticas para impregnar el lugar indicado en que debe hacer sus necesidades. Ten en cuenta que estas no siempre funcionan con todos los perros y deben usarse solo hasta que aprendan.
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Otro consejo: si te deja un recuerdito en algún lugar donde no debe, coloca sus platos en ese mismo espacio ya que jamás ensuciará el área en que come. Tampoco lo castigues, es mejor que asocie la zona permitida con gratificaciones.
Un detalle importante en este proceso. Si tu perro empieza a ensuciar cuando antes no lo hacía, consulta a su veterinario. Podría tratarse de un problema de conducta, o alguna condición médica.
Twitter: @lymq
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