Es la palabra más resaltante entre los títulos más vendidos a nivel mundial. Es objeto de estudio de universidades de renombre como Oxford o Harvard. Incluso, la prestigiosa revista Times le ha dedicado una portada. No debería sorprender, pues, que el mindfulness gane cada vez más adeptos. Con inicios en el budismo, su popularidad en Occidente se remonta allá por los 70 cuando el profesor de Medicina de la Universidad de Massachusetts John Kabat-Zinn decidió aplicarlo a modo de terapia a pacientes con ansiedad, dolor (físico y psicológico) y estrés. Entonces ¿de qué hablamos cuando nos referimos -ahora- al mindfulness?
Para la directora de EspaciosaMente, Claudia Velasco Mosto, el mindfulness es un “yoga mental”. “Entrenamos para reconocer lo que aparece en nuestra mente eligiendo regresar al momento presente. Mientras esto sucede, suspendemos juicios, críticas y comentarios. Más bien aprendemos a cultivar una mirada imparcial o de testigo (…). Aprendemos a relacionarnos de forma diferente con nuestras emociones, pensamientos, sentimientos, sensaciones, ya sean agradables o no”, detalla.
La profesora de psicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) Diana Díaz Moreno parte con la traducción. “Una de las más conocidas es ‘atención plena’, pero también la llaman plena conciencia, presencia plena, presencia mental. Lo que quiere decir es que estamos presentes. Debemos (estar y) volver al aquí y al ahora”. Desde el lado neurológico, acota, trabaja directamente con una zona del cerebro: la amígdala. Por lo que, a la larga, brinda mayor equilibro emocional a quien lo practique.
Otro de los beneficios, añade Velasco, es el de reducir el porcentaje de dolor -que puede aplicarse para brindar calidad de vida a personas con enfermedades crónicas. Ayuda además al trabajo de inteligencia emocional. “Mejora la memoria operativa, creatividad y capacidad de atención”, agrega la también coach. Si bien Díaz Moreno reconoce que esta técnica ayuda a reducir la ansiedad y el estrés, recomienda trabajar paralamente esos aspectos en una psicoterapia.
Entonces, con estos beneficios mencionados, ¿todos deben realizar mindfulness? La experta en psicología aconseja identificar el motivo [de la práctica]. “Hay casos [de estrés y ansiedad] que no se solucionan con solo cerrar los ojos y respirar. Siempre es bueno saber qué está pasando [con nuestro organismo]”. Velasco hace hincapié en otro aspecto: el instructor. De hecho, universidades como Massachusetts u Oxford disponen de programas formativos muy rigurosos para quienes quieran ejercer el mindfulness y la meditación.
Si ya visitó a su psicoterapeuta, le dio luz verde para practicar mindfulness y encontró al instructor adecuado, tenga en cuenta lo siguiente: la directora de EspaciosaMente señala que puede empezar con tres minutos al día. Progresivamente puede aumentar hasta llegar a 10 minutos -o más- si así quiere. “También podemos llevarlo a nuestra vida diaria. Eso significa una cosa a la vez. Nada de multitasking. Con más horas de práctica, podemos meditar con los ojos abiertos, usando nuestra respiración como ancla”.
En tiempos acelerados, donde no solemos detenemos a preguntarnos cómo nos sentimos y hacia dónde vamos, esta técnica de meditación aparece como una alternativa para centrarse -sin prejuicios- en el presente. Conectarse con uno mismo y con el ahora puede ser la clave del cambio. //