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Payasos siniestros
Oscar García

La espiral de terror empezó a girar el 19 de agosto del 2016 con una llamada de emergencia a la estación de policía de Greenville, en la regularmente tranquila Carolina del Sur, Estados Unidos. Según recogieron los noticieros, un grupo de niños aseguraron haber visto a un payaso que intentó llevarlos al bosque ofreciéndoles dulces. Los días 21, 22 y 25 de ese mismo mes hubo más casos en Spartanburg y Winston-Salem, en Carolina del Norte, que dejaron a los oficiales perplejos: ahora los asustados eran adultos, que llamaban para atestiguar la presencia de estos personajes en la noche en la carretera, ocultos entre matorrales y callejones o deambulando en sus vecindarios. 

En Canadá, un grupo de bromistas maquillados llamado ‘Clown in the 6’ usó las redes sociales para amenazar a ocho colegios de Toronto lo que causó pánico entre los niños y un operativo policial jamás visto para un peligro tan insólito. De vuelta a EE.UU., en Oregon, una histeria colectiva similar obligó a cerrar dos escuelas de forma preventiva. La respuesta a esa paranoia no tardó: en Utah,
jóvenes salieron a cazar a estos personajes coloridos, provistos de bates y otras armas. La policía tuvo que recordar lo obvio: en cualquier parte del mundo es ilegal golpear o disparar a los payasos.  

Fobia conocida
Los clowns son símbolos de bondad en la cultura occidental. Pero no todos los ven tan amablemente, como en el caso de quienes sufren de coulrofobia, o miedo a los payasos. “En los primeros años, los niños configuran su mundo a través de rostros que les son familiares y que van diferenciando. El payaso, por su maquillaje, es una caricatura de persona que el menor no termina de leer, de definir qué es. entonces se siente desconcertado”, dice José Mogrovejo, psicólogo clínico y psicoterapeuta de niños y adolescentes. 

Estos temores pueden ser llevados a la adultez. El padre del psicoanális, Sigmund Freud, hablaba sobre el temor que nos produce
aquello que es familiar y a la vez un poco distinto. Así podría entenderse el rostro de un payaso en el que se leen características humanas y no humanas. 

Esto lo explotó bien el escritor Stephen King en 1986, al presentar
su novela It, causante de pesadillas a una generación, cuya adaptación cinematográfica, a cargo del argentino Andy Muschietti, ingresó a carteleras esta semana. En ella, un grupo de niños es acosado por un payaso que es la encarnación pura de la maldad.

Su personaje, Pennywise, luce a veces como un payaso común. De ahí el terror que inspira: es familiar, pero diferente. Al autor, la idea de estos personajes como entes diabólicos le vino al reflexionar sobre qué causaría terror en un niño pequeño. No lo pensó mucho rato para dar con la respuesta basándose en sus propios recuerdos. Sin embargo, ante esta la de clowns maléficos, inspirados en su personaje, se vio obligado el 2016 a lanzar un tuit llamando a la
calma: “Tenemos que tranquilizarnos. La mayoría de los payasos son buenos, animan a los niños y hacen reír a la gente”, escribió. Por su
parte, la compañía cinematográfica Warner negó en su momento que el tema de los payasos asesinos sea parte de una campaña viral para promocionar el remake de It

Pero Pennywise no es el único bufón responsable de hechos horrendos en la ficción. En la conocida ópera Pagliacci (Ruggero Leoncavallo, 1892), un payaso celoso como Otelo asesina a su esposa y a su respectivo amante con un cuchillo al comprobar que ha sido engañado. En el cine se nos ha presentado multitud de estos personajes como agentes perturbadores y antagonistas de polendas. 

“El maquillaje, que incluye una sonrisa fija, antinatural e inamovible, hace ver al payaso como un ser venido de otro mundo; por eso es que en algunas películas aparece a la manera de un cuco”, dice el catedrático y crítico de cine José Carlos Cabrejo. En su opinión, en muchas culturas se ha asociado el uso de la careta como una forma de contacto con el más allá. “Muchos de los payasos del cine son descendientes de los villanos de clásicos relatos para niños, como la bruja de Hansel y Gretel”, señala.

No hay sonrisas
​Si bien en nuestro país no se han reportado aún avistamientos de bufones asesinos, los payasos peruanos ven con comprensible preocupación que estas modas de otros lados terminen por afectar sus trabajos, como han reportado los gremios en Brasil y México, donde
hubo incluso una marcha el 13 de octubre del 2016. 

Tanto preocupa el tema a la Asociación Cultural de Payasos y Artistas de Circo del Perú, que prefirieron no declarar a Somos, por temor
a que “este tema crezca”. Su encargado de relaciones públicas, Arturo Meléndez, el popular ‘Pastelito Show del Perú’, respondió a título
personal que quienes están detrás de toda esta campaña de susto no son payasos de verdad sino vándalos que confunden a la gente sobre
la naturaleza noble de su oficio, que es hacer reír a los niños.

“Los verdaderos payasos somos personas de carne y hueso que trabajamos por esto, porque es nuestra vida. Me incomoda esta moda, queesperemos no llegue aquí. El payaso peruano es tierno, no
es rudo como el de otros países”, dice Meléndez. Si bien la sonrisa sigue pintada de manera permanente en ellos, noticias así no los tienen muy contentos últimamente. 

Esta nota fue publicada el 29 de octubre del 2016 en la revista Somos

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