Fotografía inédita que formará parte del libro Mundialistas, de El Comercio y el BBVA Continental. Un César Cueto joven en una extensión de su casa: la cancha de fútbol. (Foto: Archivo histórico El Comercio)
César Cueto
Elkin Sotelo

Tengo una foto reciente con Diré quién es César Cueto: es el futbolista que tiene 66 años, pero que cada día juega mejor.

Es el Poeta que sin lápiz ni papel arranca aplausos, alegrías y que nos refleja. En rivales también provocó lágrimas. Aglutina sentimientos, traspasa la barrera del conocimiento. Es fútbol, pasión y por tal, es literatura en potencia.

Es un rumor en el verde césped; un gigante que piensa con el hemisferio del cuerpo donde llevamos el corazón.

Es un tocado de la naturaleza para las grandes masas. Ha llegado a la vida digital siendo una leyenda y ni siquiera busca esa trascendencia. Solo juega a la pelotita con su zurda, le pega bonito y sonríe. ¡Qué carajos hace! Nunca se sabrá.

Ni siquiera una transmisión borrosa de televisión, la pésima vía satélite ni el fango que la lluvia impuso, impidió que este crack ofrezca un recital cargado de inspiración y valentía. Una oda a la guerra en esa puesta en escena que terminó en el pase a Barbadillo para el segundo gol peruano ante la Argentina de Maradona.

Tengo una foto reciente con César Cueto…

Me reencontré con ‘Pachá’ –su apelativo entre los jugadores de Alianza- a su retorno temporal de Piura, donde profesa su religión. Tiene un celular, pero no redes sociales. Tampoco automóvil ni tarjetas de crédito. No pide taxi por aplicación y necesita siempre de algún amigo que pueda negociar con el conductor un precio ideal para trasladarse.

Habla poco, pero dice mucho. Así ha sido siempre entre sus silencios y chistes asolapados. Entre la picardía morena de los aliancistas, destacó toda la vida por su especial sentido del humor. Ni meterse con el ‘Poeta’, no lo reconocerían.

Pero la foto que me tomé con Cueto tiene toda la vigencia. Tiene un scanner en la mente que fluye para el fútbol y lecturas de situaciones que se vuelven profecías. Salimos sonrientes en el retrato como todo lo que él inspira. No es un recuerdo para el Perú, es síntoma de que seguimos vivos y mejores.

Yo insisto, profe, convóquelo.

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