Feliz nuevo año. Sí, ya sé que muchos de nosotros aún no hemos terminado de procesar el 2021. Pero aquí estamos: primero de enero del 2022. Qué coincidencia mágica que caiga un sábado (así tengo tribuna). Deseo a cada uno de los que están leyéndome, antes que nada, calma (es un superpoder). Mucha calma. Creo que si todavía no hemos aprendido a valorar la quietud de mente y espíritu, hay que ponernos a trabajar.
Nada como vivir en calma: manejando sanamente la ansiedad, sorteando lo mejor que se puede los retos venideros con las herramientas con las que contamos, viviendo agradecido del momento, enfocado en lo que sí tenemos. Una maravilla con forma, sabor y olor a paz. Nada como la calma: el poder haber encontrado la perspectiva correcta con la que mirar la vida y los acontecimientos (tanto los buenos como los desafortunados) con aceptación, sin resistencia y sin miedo al cambio.
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Por eso también les deseo mucha flexibilidad, virtud maravillosa en la era de la polarización. Se necesita ser flexible para entender las siguientes lecciones importantes:
1) Todo está en permanente movimiento les guste la anterior afirmación o no.
2) No todo está bajo nuestro control, aunque sí la intención (de querer controlarlo todo).
3) Solo somos responsables de nosotros mismos, de cómo reaccionamos frente a las cosas que nos suceden, las consecuencias de nuestras decisiones y acciones.
La flexibilidad nos permite jugar, adentrarnos a la realidad con la suficiente soltura como para permitirnos variar de a pocos o bien dar giros de 180 grados (o sobre nuestro propio eje, si nos provoca).
Porque los cambios a veces son radicales y otras veces no. A veces nos exigen una reinvención completa; y otras solo algunos detalles. En cualquiera de los casos, la forma de abrazarlos es con aceptación y no con resistencia.
Es importante que nos detengamos a estas alturas del texto para preguntarnos: cuánto nos resistimos a los que nos pasa, cuánta parte de nuestras vidas nos la pasamos peleando con la realidad, cuánto hemos renegado y cuánto nos hemos quejado del año que pasó y todo lo que llegó con él.
Hagamos el cálculo y luego preguntémonos: ¿valió la pena o desperdiciamos tiempo y energía sin conseguir nada a cambio, salvo más amargura y desolación? Sucede que no nos damos cuenta, pero si estamos en actitud defensiva todo el tiempo contra las cosas que no podemos controlar, solo vamos a pasarla mal.
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Ojo, que aceptación no es aprobación: yo puedo dejar de renegar de lo que me está sucediendo pero eso no significa que esté de acuerdo con la coyuntura, como tampoco que no pueda irme preguntando: ¿qué puedo hacer yo para cambiar lo que no me gusta? Ya lo dije alguna vez: que aceptemos una situación no es lo mismo que la hayamos esperado, que nos guste, sino que podemos modificarla de acuerdo con nuestras posibilidades.
Cómo podemos comportarnos más asertivamente ante los cambios? Un regalo para comienzo de este año: es un truco. En realidad, más que un truco, es una técnica. Tiene un nombre muy explicativo: “cerebro de principiante” Este nos invita a vivir cada experiencia como si la estuviésemos viviendo por primera vez. Es decir, aproximarnos a lo que nos está sucediendo con el mismo interés y curiosidad, como si realmente nos estuviese pasando por primera vez. Así no condicionamos nuestra realidad con el pasado, y le damos la bienvenida al 2022, con pura fe.
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