Una radio vieja color gris, un televisor con canales de señal abierta y un pan francés con mantequilla. La fotografía mental que tenemos con las canciones de José José es la primera figurita de nuestro melancólico álbum de afectos. Decía Julio Ramón Ribeyro que un amigo “es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te haya olvidado la letra”. Ese viejo amigo mexicano ha partido recordándonos que es muy triste decirnos adiós. Han pasado algunos días de su fallecimiento y seguimos buscando en Youtube su participación en el festival de la canción en 1970. Sin conocernos, José José nos ha dejado a millones de personas una valiosa herencia: la banda sonora del primer amor.
¿Por qué nos duele tanto la partida de José José si muchos aprendimos de romances escuchando a Pedro Suárez Vertiz y Gianmarco? El legado del ‘Príncipe’ de la canción va más allá de ese descubrimiento adolescente. Sus canciones son el fondo musical de esos abrazos a esa persona que nos enseñó que el amor no se acaba (a pesar de Freud): nuestras madres.
¿Cómo decirle a mamá que José José también se ha muerto? Si no creía lo de Camilo Sesto ahora ¿cómo va a reaccionar con la despedida de su póster favorito? Una de las mejores ideas de la radio peruana fue ponerle de nombre "La hora del lonchecito", a ese espacio donde se hacía el repaso de ese Olimpo de baladistas que ha comenzado a desaparecer en vivo y en directo. La voz de José José nos hace transitar por una calle melancolía hasta llegar a la primera infancia, a esa mesa de comedor que iba poblándose después de ver "El Chavo del Ocho". Con tostadas y un café pasado.
Las baladas de José José, Camilo Sesto y Raphael tienen una segunda voz en nuestra memoria. Es mamá tarareando “Lo que no fue no será” o “Vivir así es morir de amor”. Despedirnos de ellos es también soltarle la mano a la nostalgia más remota.
Cuando en 1990, José José estrenó el video de “Amnesia” en el programa “Siempre en domingo” sentí un alivio especial. El ‘Príncipe de la canción’, a quien nunca había visto en un set de televisión, recibía el saludo de un 'patero' Raúl Velasco. Por esos tiempos, mientras tomaba una leche con Milo en casa había escuchado un rumor fatalista: José José ya no podía cantar más.
Esa tarde dominical, José José sonreía y yo me alegraba con él. Era la primera vez que lo veía feliz. Sus canciones, concebidas para pedirle que vuelva (como estés, como sea, que nadie le importa), nos hacía imaginarlo sentado en la barra de un bar pidiendo un trago para brindar por ella. Triste y olvidado Después de sus gloriosos años setenta, el ‘Príncipe’ fue alejado del reino musical por hacer de los vicios un alivio tan fugaz como autodestructivo. Los noventas fueron un intento de redención. En cada homenaje, este cantante mexicano iba a ensayar perdonarse a sí mismo por haberse excedido del límite permitido para la tristeza.
Con José José se completó esa foto viralizada donde aparece junto a Camilo Sesto, Juan Gabriel y Rocío Durcal. Anunciarle su muerte a una madre, es también resignarse a que algunos recuerdos deciden irse sin fiesta de despedida. Todo quedó en el ayer.
¿Por qué se van tan rápido? ¡Melancolía! Primero Camilo Sesto y ahora José José. Uno sintió celos y el otro dijo que lo pasado es pasado. Uno pidió perdón y el otro simuló amnesia. Pero ambos fueron conversación predilecta de gente que se cree perfecta. Por tener 40 y tú 20. A escondidas aprendiste que siempre te vas a enamorar de quien de ti no se enamora o, mejor, que casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar.
Estas voces, tan familiares como perpetuas ayudaban a que esos seres queridos -hoy entre los sesenta y ochenta años- nos abrieran el alma. Desde la más profunda inocencia, aprendimos que ser adulto a veces también es subirse a la nave del olvido y condenar al naufragio lo vivido.
José José: qué triste luce todo sin ti. Los mares de la playa se vayan, se tiñen los colores de gris. Hoy todo es soledad. Sí madre, nos estamos quedando solos.