"Roger Waters: el retorno", lee la columna de Pedro Suárez-Vértiz
"Roger Waters: el retorno", lee la columna de Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

En el 2007, las noticias del año en el país fueron el catastrófico terremoto de Pisco; Machu Picchu como una maravilla del mundo; el encarcelamiento del ex presidente Alberto Fujimori; e, insólitamente, por primera vez en Perú el británico Roger Waters, fundador y voz de la banda Pink Floyd, daba un concierto. ¿Y por qué tanta importancia a este último evento? Lo mismo me preguntaba yo cuando me invitaron al concierto.

Días antes de ir, yo –seguidor de los Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan, Elton John o Elvis– era comprensiblemente ajeno al art rock o rock progresivo, pues en este género pesa más la abstracción que el ritmo. Sin embargo, nunca en mi vida recibí tantas llamadas –estilo los audios de la vergüenza– diciéndome “hermano lindo, tu mánager no tendrá unas entraditas para Roger Waters” o “Pedrito, a ti que te regalan, ¿no te sobrarán unas entradas para ver a Waters?”. Ahí descubrí que este hombre tenía un multitudinario y silencioso séquito, y abracé mis tickets más que nunca para comprobar la tan mentada maravilla.

La noticia radicó en que Waters fue el primer artista con título de leyenda que se presentó en nuestro suelo. Antes de ese concierto, el cual fue una de las mejores performances de la historia en nuestro país, Perú no figuraba entre los destinos de la mayoría de artistas de categoría mundial. Con Waters se inició la seguidilla de Kiss, Elton John, Paul McCartney (dos veces), Rolling Stones, Guns n’ Roses, Depeche Mode, etc.

El show que se montó aquel día en la Explanada del Monumental fue algo inolvidable. Cerca de 20 mil espectadores vivieron una experiencia única. Yo no despegué la mirada del escenario ni para ver la hora. Debo admitir que todo el recinto, hasta el mismo cielo, era el escenario. Roger Waters, por más que dé conciertos como solista, no abandona las costumbres coreográficas vanguardistas que tenía con Pink Floyd. Me sentí parte de un experimento conceptual. El show consistió en estimular los sentidos del público al máximo.

Con británica puntualidad, Waters arrancó el concierto a la 9 p.m. en punto con In the Flesh. Luego de unos cuantos temas, entre ellos Wish You Were Here y Mother, empezó a sonar Sheep y apareció Algie, la mascota del álbum Animals. Algie es un cerdo inflable que vuela con mensajes escritos en su cuerpo, generalmente de protesta política y social. Existen varias adaptaciones, dependiendo del destino. En Perú, Algie fue introducido al público con frases como “todos somos iguales” y “no a la discriminación”, y el graffiti de un chullo en la pata delantera izquierda del cerdo. La presencia de Algie es el altavoz de las quejas de opresión e incomodidades que existen en cada sociedad visitada por Waters.

Todo era magia, energía, animaciones psicodélicas y una ejecución musical impecable. La experiencia de ir a un concierto de Roger Waters es única. Un show que nos brinda, en paralelo a la música, visuales en una pantalla de 65 metros de ancho, el prisma de láser icónico de la carátula del disco Dark Side of the Moon, efectos especiales únicos, Algie el puerco y muchas otras sorpresas. La gira actual se llama US + THEM y empezó en mayo del año pasado. De sus 157 conciertos, 22 son en Latinoamérica y uno de ellos se dará el 17 de noviembre en nuestra capital. Sin duda, llenaremos el Monumental, pues un show de este tipo es simplemente imperdible.

Pero ¿por qué, aparte del show, Roger Waters es tan respetado? Pues desde la partida del fundador de la banda británica Pink Floyd, Syd Barrett, en 1968, la composición de las letras recayó en Roger Waters. El disco The Dark Side of the Moon fue el primero de cinco álbumes consecutivos con sus letras. Pink Floyd no habría sido lo que es sin la visceral filosofía de Waters. “La música es una rebelión contra un gobierno, contra personas equivocadas que tienen poder sobre ti”, ha dicho. Ese es el refugio mental que regaló Waters a sus fanáticos. Estar en un concierto suyo es literalmente estar dentro de su cerebro. //

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