Las fiestas son entretenidas, pero las despedidas son casi siempre dolorosas. Sobre todo cuando te deja alguien que te dio alegrías, triunfos, y te ayudó a gestar una estabilidad económica en el momento que más lo necesitabas. Eso y más fue lo que Pablo Bengoechea le dio a Alianza Lima. Un tipo que, sin ser hincha blanquiazul, fue leal a sus principios y a los colores que lo cobijaron por poco más de tres años.
‘El Profesor’ llegó a tienda íntima en el 2017 cuando esta pasaba por una coyuntura desfavorable: venía de una sequía de títulos de diez años y, en el torneo anterior, con Roberto Mosquera al mando, el equipo de La Victoria había hecho su peor campaña como local jugando en Matute desde su inauguración. A la par, la administración hacía lo posible por saldar la deuda concursal con la Sunat, a pesar de que los recursos eran escasos. Con un plantel corto, sin embargo, Pablo Bengoechea consolidó una idea de juego efectiva, prolija y a todas luces ganadora.
A PASO FIRME
Así fue como Alianza Lima salió campeón nacional ese año. Ganó el Torneo Apertura y el Torneo Clausura sin discusión: 26 victorias de un total de 46 partidos jugados. Aun así, cierta prensa e hinchas románticos del tiki-taka cuestionaban su manera de jugar; pero él, un señor, respondía con aplomo e inteligencia. “Decir que Alianza Lima juega a la uruguaya es un elogio. Uruguay tiene 15 Copas América. Peñarol y Nacional fueron campeones de América varias veces”, le respondió durante una conferencia de prensa a un desencajado colega.
Los siguientes dos años fueron de los más regulares en términos deportivos. Con el subcampeonato del 2018 clasificó al club blanquiazul por segunda vez consecutiva a fase de grupos de Copa Libertadores. Algo parecido sucedió en el 2019, cuando retomó el timón del equipo en el Torneo Clausura, que finalmente ganó, tras la desangelada performance de Miguel Ángel Russo como director técnico en la primera parte del año. Este 2020 las cosas no salieron como él habría querido, pero el saldo es positivo: estuvo al mando de Alianza Lima en 157 partidos, obteniendo 73 triunfos, 39 empates y 45 derrotas. Un 55% de efectividad.
Las finales se ganan, sí, pero primero hay que llegar a ellas.
La tarde del último domingo, Pablo Bengoechea dirigió por última vez a Alianza Lima. Y fue, precisamente, ante el clásico rival: Universitario de Deportes. La derrota por 2 a 0 precipitó su renuncia, pero vale recordar que, de las diez veces que los enfrentó, ganó 6 (dos veces de visita), empató 1 y perdió 3. Una paternidad que la hinchada crema difícilmente olvidará.
Sin duda, Pablo Bengoechea cometió algunos desaciertos en todo este tiempo: el factor Deza, la sobreexposición del plantel, un sistema con 3 (5) que no le funcionó. Su mayor deuda, quizás, es no haber ganado un solo partido en Copa Libertadores. Pero sobre eso está lleno Twitter, sobra profundizar. El comunicado en el que se oficializa su salida del club resulta poco elegante para un profesional que dio lo mejor sí a una institución que no siempre lo respaldó. Cuando el equipo ganaba, atribuía los triunfos a sus jugadores; cuando perdía, él asumía la responsabilidad. Junto a Óscar Aguirregaray y los demás integrantes de su comando técnico aportó clase, firmeza y competitividad a nuestro alicaído fútbol nacional. A dónde vaya, estamos seguros de que así seguirá siendo.
La valla es altísima: Alianza Lima necesita traer un entrenador que, cuando menos, le garantice jugar 3 finales nacionales consecutivas. Matute necesita más gente como Pablo Bengoechea, y menos personajes que, tras bambalinas, velan por sus propios intereses, como ya ocurrió en el pasado. //