Algo parecía no andar bien. Como todos los días, el ministro del servicio diplomático Gabriel Pacheco Crespo bajó en la parada del subterráneo más cercana al Consulado de Perú en Nueva York, oficina de la que estaba encargado. Era el 11 de setiembre del 2001 y casi las 9 de la mañana. Sin decir mucho y con el rostro pálido, la policía evacuaba a los pasajeros con urgencia a la superficie. Afuera, el ambiente estaba enrarecido y a lo lejos se levantaba una humareda. Un avión ya había impactado contra la torre norte del World Trade Center y Pacheco solo se enteraría de eso al llegar a su trabajo, cuando lo recibió la televisión prendida y, en ella, otro avión chocando contra el rascacielos de la zona sur. Unas 40 cuadras separaban la zona cero del Consulado peruano, pero pronto la distancia se haría nada. La tragedia llegaría a Pacheco como lo hizo, casi, a cada ser humano en el planeta.
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