La historia del rock, ese Olimpo moderno que empezó a forjarse entre relámpagos de electricidad en el cada vez más lejano Siglo XX, abunda en accidentes que marcaron un punto de inflexión en las carreras de los músicos, cuando no uno de no retorno. Quien se inicia en el temprano culto al género se nutre de estos episodios, como si fueran fábulas que cuentan los mayores alrededor del fuego: el accidente en moto de Bob Dylan, que lo arrancó de las giras a los 25 años y lo alejó de la vida pública durante ocho años; el accidente de avioneta que costó la vida de Buddy Holly y Richie Valens (el de La Bamba) y que la prensa bautizó como El Día que la Música Murió. Y podrían citarse muchos casos más, entre el aluvión de notas policiales de siempre, las necrológicas y los obituarios.
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El mayor ingreso latino a esa lista de fatalidades tendría que ser el día en que Gustavo Cerati tuvo un accidente cerebro vascular luego de dar un show en Caracas, un 15 de mayo del 2010. El entrañable músico había estado hacía unas semanas no más en Lima, como parte de la gira Fuerza Natural, y nadie que lo viera entonces en esas noches locas, aventurándose en la capital peruana, podría sospechar la amenaza interna que ya se cernía sobre él. Gustavo llevaba un tren de vida nocturno legendario, eso lo sabían todos. Imposible entonces saber si su aspecto delgado y vacilante se debía a una resaca perpetua o había algo más. Una señal de alerta.
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Aunque no tuvo la vasta convocatoria de sus shows con Soda Stereo en Lima del 2007, ese día su concierto en la tribuna norte del Estadio San Marcos tuvo como siempre a su nutrida legión de incondicionales, cantando todos los temas de sus discos solistas, con la devoción habitual. Veintiún días después, el músico finalizaba su show en Caracas luego de 24 temas y un solo de guitarra. Lo último que interpretó fue Lago en el Cielo. Ese día le dijo a sus cercanos que prefería irse al hotel. Ya lo habían visto extraño, como si no pudiera articular bien las palabras. Minutos después, lo encontraron sobre el sofá de su camerino, sin poder hablar. Cuando se lo llevaron a la clínica, todavía podía caminar, pero avanzaba lento.
En esas terribles primeras 24 horas los pronósticos de la salud de Gustavo eran reservados. Las enfermeras lo veían con los ojos salidos, sacudiéndose y cogiéndose la cabeza con el brazo izquierdo, en señal de que experimentaba un dolor intenso. Su cerebro inflamado hacía presión en su cráneo y se necesitaba intervenir de emergencia. El diagnóstico era un ACV (accidente cerebro vascular) o derrame cerebral. Cerati entró en coma. Solo seguía con vida por un respirador artificial. Durante su sueño, que duró cuatro años, su familia y sus fans se aferraban a una esperanza que la comunidad médica veía cada vez más esquiva. Al final, un 24 de setiembre del 2014, su cuerpo dejó de luchar.
CINCO MOMENTOS MEMORABLES EN LA CARRERA DE GUSTAVO CERATI
1) El juego de teléfono que marcó el inicio de Soda Stereo (1982)
Verano de 1982. Charly Alberti, futuro baterista de Soda Stereo, tiene entonces 17 años, practica waterpolo y le gusta una chica guapa que ha conocido en la piscina. El muchacho la invita a salir, la llama a su casa, siempre sin éxito. Hasta un viernes que la joven, un poco cansada por la insistencia, le juega una broma a su admirador y le pasa la llamada telefónica a su hermano, Gustavo Cerati. Los chicos hablan un rato y descubren que les gusta The Police, entre otras bandas. Dos días después, Gustavo y su amigo bajista Zeta Bossio, van a la casa Charly Alberti para conocerlo. El resto ya se sabe.
2) Su primera visita al Perú acechada por Sendero Luminoso (1986)
En 1986, Soda Stereo es un monstruo continental. Tiene dos discos y va a publicar un tercero. Se produce así su desembarco en Perú, que los grupos argentinos de entonces veían como una parada obligatoria en su ruta de desarrollo y fogueo en busca de otros mercados. La sodamanía es una locura y el grupo recorre el interior de un país tan distinto al suyo, en medio de una espiral de violencia política que intuyen en cada retén policial, cuando les piden salvoconductos. Para uno de sus shows en el Amauta circula el rumor que podría haber un ataque con bomba. No ocurrió nada pero ni la banda ni el público olvidarían esa tensión.
3) “Gracias Totales!”: Soda Stereo ofrece El Último Concierto (1997)
Estar en un grupo es como una aventura artística, una empresa y un matrimonio. Eventualmente las cosas se mezclan y se confunden tanto que lo que sigue es el hastío y la separación. A mediados de los noventas, Soda Stereo ya no daba para más. Los miembros del grupo apenas se hablaban y la sensibilidad del gran público había mutado a otro tipo de rock, muy distinto al de ellos, quizá menos sofisticado y más directo y bailable. Antes que la cosas empeores, el grupo decidió despedirse por lo alto, con una gran gira despedida que lamentablemente no llegó a Perú. Gustavo se despidió de su fans en el Estadio River con una frase espontánea, un tanto mal construida, que igual caló: “¡Gracias totales!”.
4) Colaboraciones santas: su fructífera sociedad con Daniel Melero
Cerati y el destacado músico argentino Daniel Melero armaron una de las colaboraciones más sólidas del rock argentino. Inició tímidamente en su primer disco, cuando la banda incluyo un tema de Melero (Trátame Suavemente) en su lista de canciones. Esta sociedad se hizo más consciente y fuerte en los 90s, con la participación gravitante de Daniel en los discos Canción Animal y Dynamo, acaso los más avezados e inventivos que el trío llegó a firmar. Cerati y Melero sacarían incluso un disco juntos, Colores Santos (1992), una feliz hibridación de rock y electrónica que brillo entre los álbumes mejores comentados en su año.
5) Cerati estuvo dispuesto a poner de su bolsillo para que Soda Stereo regrese al Perú (2007).
En el 2007, ocurrió lo impensable: Soda Stereo volvía a juntarse para una gira de estadios que los traería de vuelta al Perú, país que no visitaban desde 1995 y su recordado show de la Universidad de Lima, con Mar De Copas de teloneros. Esa vez la convocatoria se anticipaba mucho mayor. Se reservaron dos fechas en el Estadio Nacional y las entradas de la primera se agotaron a los pocos días. Cerati venía entonces de un gran momento creativo: sus discos solistas colocaban canciones en las radios rock y mantenía intacta a su base de leales. Según el productor del concierto, Coqui Fernandez, Gustavo se sentía mal que la gira de despedida de 1997 no haya pasado por Perú, un país al que la tenía especial afecto, y le dijo que estaba dispuesto a cubrir parte del costo de su bolsillo, para que el show se realizara.