Miguel Rocca

Todos soñamos. Cuando dormimos, a veces también cuando estamos despiertos. Soñamos porque nos aleja de la realidad, porque nos transporta a una situación irreal, quizá posible en un futuro, o quizá imposible e inalcanzable. Adrián Zela (Lima, 1989), defensa de Deportivo Municipal, es un hombre que sueña.

Zela, que a inicios de esta década se retiró del fútbol profesional para dedicarse al estudio de las gemas y las piedras preciosas, y por este, a un negocio familiar que venía de algunos años atrás, era hasta ese entonces un futbolista destacado. Había estado en Bolognesi de Tacna, en la “U” y también en selecciones juveniles.

Cuando Zela pensó que este era un adiós definitivo, el fútbol se encargó de decirle a Adrián: espera, todavía no he acabado contigo.

Y su regreso, que demoró alrededor más de 2 años, llegó con equipos como el Lima Cricket y el San Lorenzo de Porococha, de Mala. Hasta que llegó el llamado de la ‘Academia’.

LA ENTREVISTA

Cuando nos juntamos con Adrián Zela, el defensa venía de Huachipa, donde entrena todos los días el Club Deportivo Municipal, equipo del cual es capitán y su casa hace 5 años.

Al inicio de esta, le dimos una tablet a Zela, para que vea algo que pasó un día como hoy, pero hace dos años. ¿Dónde estabas tú el 15 de noviembre del 2017?

Creo que la respuesta es obvia para aquellos que tienen buena memoria: celebrando la clasificación de Perú al Mundial Rusia 2018. Bueno, Adrián Zela también estaba haciendo lo mismo, pero en la cancha del Estadio Nacional, escenario histórico en el que la ‘Blanquirroja’ volvió a una Copa del Mundo 36 años después.

Corría el minuto 85 del partido, Perú ganaba 2-0 a Nueva Zelanda y con esto sellaba su clasificación a Rusia 2018. Pero, como siempre se dice que el 2-0 es el resultado más peligroso, Ricardo Gareca tomó precauciones y decidió reforzar la zaga -que ya tenía a Alberto Rodríguez y a Christian Ramos- con Adrián Zela. El pedido del argentino era, despejar todos los balonazos que llegaran al área peruana y también encargarse de Chris Wood, espigado delantero neozelandés. Para Adrián, 1.85m de estatura, 28 años en ese entonces, era la misión de su vida. Cinco minutos (que fueron casi 10) que servían para cumplir un sueño.

¿Te imaginaste estar en la cancha el día que volvimos a un Mundial?

No pensé nunca que (mi convocatoria a la selección mayor) se iba a dar en esas circunstancias. Justo entrar en el momento qué más va a quedar grabado en la mente de todos los peruanos. Me siento muy afortunado por haber vivivo eso. Fue premio a mucho trabajo.

Cuando suena el pitazo final, ¿qué pasaba por tu cabeza?

Fue como abrir una puerta de emociones. Se me vinieron muchos recuerdos de todo lo que me costó para estar en ese momento. Tengo la suerte de que me tocó estar y me tocó estar justo en el momento más importante.

Es un recuerdo que no se olvida...

Me lo voy a quedar para siempre. Se lo contaré a mis hijos, a mis nietos y que nadie me lo quitará. Esas son las cosas que te da el fútbol. No hay dinero en el mundo que pueda comprar ese prestigio.

¿Qué guardas aún de ese 15 de noviembre del 2017?

De ese día tengo todo lo que te puedas imaginar: buzo, camiseta, short, licra, el gorrito de Rusia, el polo apoyando a Paolo Guerrero. Me llevé todo. Hasta las medias creo que me llevé.

Y por tu caso particular, a la conclusión que uno llega es que fue un premio a la constancia

En varios procesos de convocatoria de la selección juntaban a algunos chicos para ir a hablar con el nutricionista y a mí no me llamaban. Yo decía qué estoy haciendo que todavía no se da. Sentía que seguía haciendo las cosas bien. Si estos sueños son reales, el esfuerzo vale la pena. Los sueños sí se consiguen porque yo conseguí el mío.

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