Como muchos niños, crecí acompañando a mi mamá viendo telenovelas. Recuerdo especialmente la época de fines de los noventa, cuando aún estaba en primaria y la explosión de ficciones mexicanas tocó la puerta de mi casa. Dos títulos saltan a mi memoria de inmediato: “El privilegio de amar” (un suceso en Latinoamérica, siendo hasta hoy el programa con mayor teleaudiencia en México) y “Mujeres engañadas” (con la inconfundible voz de Laura León en la canción de apertura). Ambas producciones de Televisa tenían entre su reparto a un hombre de edad mediana, bien parecido, voz ronca, mirada profunda, bigote perfectamente delineado y una sonrisa con la que seducía a la cámara como solo los galanes lo saben hacer. Mi madre decía que veía las novelas por la trama. Pero la trama, en realidad, era Andrés García.
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