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Apurímac
Ana Núñez

"Si la uva es el núcleo de la célula, las mandarinas son las mitocondrias y los cereales son los ribosomas, ¿qué vendría a ser el yogur?”. La pregunta del profesor Luis pone a saltar a los pequeños del cuarto grado de primaria del colegio Diospi Suyana. Con sus mandilitos blancos y los lentes de protección que deben ponerse cuando ingresan al laboratorio, levantan la mano hasta el cielo en señal de que saben la respuesta del acertijo. “¡El plasma!”, dicen, finalmente, todos juntos, risueños y casi casi al unísono. 

Es difícil imaginar que en un pueblo llamado Curahuasi, ubicado en un distrito entre Cusco y Abancay, a 980 kilómetros de la ciudad de Lima, y en un país con una descentralización casi ficticia, exista un colegio como este. Pero hay cosas aún más difíciles de imaginar: el Diospi Suyana es un colegio de alto nivel educativo que se comenzó a construir hace seis años íntegramente con donaciones de la sociedad civil alemana en favor de los pobres más pobres de ese lejano país (para ellos) llamado Perú.  

Todo en este colegio rodeado de montañas llegó como colaboración: el dinero para comprar el terreno, las bolsas de cemento con las que se levantaron las paredes, los instrumentos musicales, los materiales de los diferentes laboratorios, etc. Así comenzó a funcionar en el 2014, con 185 niños desde inicial hasta sexto grado de primaria. Hoy en día la población estudiantil es de 315 chicos, desde inicial y hasta quinto de secundaria. Este año por primera vez se graduará una promoción.  

Unión peruano-germana
A las 9:30 de la mañana suena una trompeta que anuncia el primer recreo. Los patios del colegio comienzan a llenarse de muchachitos de hermosos cachetes rosados y piel tostada. Hay también un grupo, menor, de pequeñines de cabellos dorados como una espiga. Pero la verdad, todos se sienten curahuasinos. El objetivo del Diospi Suyana, además de alcanzar un alto nivel educativo, es lograr la integración entre niños germanos y chicos locales.  

Esta misma integración se ve reflejada en la dirección del centro educativo. El alemán Christian Bigalke es el director general del colegio, pero la dirección académica recae en el peruano Nicolás Sierra Huarcaya. Ambos reciben a los alumnos por las mañanas o realizan las visitas inopinadas a los salones de clase para garantizar que se estén cumpliendo los objetivos educativos. Y ambos también se dan tiempo para dictar algunas asignaturas.  

Los escolares de cabellos color de espiga son los hijos de los médicos alemanes que en los últimos 15 años llegaron hasta el lejano Curahuasi para brindar atención de primera calidad en salud y al precio simbólico de tres soles, a los pobladores de la zona y de otras más alejadas que llegan cada día ante las carencias de los hospitales públicos. 

Para lograr ser autogestionario, el colegio cobra una mensualidad de 120 soles que, en el caso de los escolares de más bajos recursos, ha podido ser cubierta hasta ahora por ‘padrinos’ (alemanes casi en su totalidad). Mientras más personas se ofrezcan como aportantes, más niños pobres podrán acceder a una educación de calidad.  

El nuevo objetivo del Diospi Suyana es construir un pabellón en el que se abra tres nuevas aulas de inicial y así poder recibir a un número mayor de pequeñitos curahuasinos. El gasto proyectado para ello es de 250 mil dólares, pero el sueño solo se podrá hacer realidad con ayuda de todos. Te acuerdas de aquella vez que pensaste: ¿qué puedo hacer para tener un mundo mejor? Si decides que esta es la oportunidad de darle una respuesta a esa inquietud, comunícate a: colegio@diospi-suyana.org. 

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