El martes 27 de octubre de 1987, a las 6 pm. sonó el timbre de mi casa. Mi madre abrió la puerta y me dijo: “Te buscan un par de chicos raros”. Eran Arturo y Patricio que venían de la casa del frente, de ver un ensayo de la “Banda azul”. Miky Denegri -guitarrista de la BA- les había dicho que cruzando la calle vivía un chiquillo que tocaba los teclados. Y todo esto, porque el productor Manuel Garrido-Lecca les aconsejó que si querían grabar un disco, debían buscar un tecladista y pasar de ser un trío a cuarteto.
Y así entré a Arena Hash. Yo tenía 17 años y Patricio, hacía solo dos meses, aún tenía 16.
Hablamos por teléfono durante los siguientes tres meses y en febrero del 88 llegué a los estudios de don Jorge Ávalos para grabar. Ahí me recibe el gordo Arturo y me lleva por los pasillos hasta la sala de grabación donde me esperaban Manuel y Patricio. A mitad de camino me encuentro con un patita moreno y pelucón que estaba apoyado en la pared; vestía un jean gris y camisa amarilla de manga corta -completamente desabotonada- y tomaba una Inka Kola, la cual meneaba antes de cada sorbo -según él- “para quitarle el gas y poder cantar sin eructar”. Me recibió poniéndome una chapa, probablemente relacionada a la cara de ganso que yo tenía e inmediatamente reconocí su voz porque veníamos hablando por teléfono hacía ya varios meses, intercambiando ideas y gustos musicales. Ése era Pedro.
Lo primero que pensé fue: “Puta madre; este huevón tiene pinta de choro. ¿y es el que dará la cara en el grupo?”.
Entramos a la sala y conocí a Manuel; él me indicó qué debía hacer en cada canción mientras Pedro escogía los sonidos. Grabé por unos días y luego me volvieron a citar para grabar los coros.