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Cuenta la historia que dos españoles llegaron a Lima en junio de 1930. Se hospedaron en el cuarto 89 del hotel Comercio, donde hoy queda el célebre restaurante y Uno se llamaba Genaro Ortiz; el otro, Marcelino Domínguez. En verdad, ambos eran estafadores que arribaban de Argentina y Bolivia. En esa época, este sitio era el mejor de la capital porque se ubicaba a una cuadra de la Plaza de Armas, al costado de Palacio de Gobierno y junto a la estación del tren. Una vez instalados, se fueron a pasear por Lima.

Por la noche, sin embargo, regresaron al hotel y pelearon por un botín. Tan intensa se pone la situación que Ortiz termina por matar a su socio a martillazos. Como había estudiado algo de medicina en España, corta su cuerpo en partes. A continuación, las mete en dos maletas, sale por la puerta principal y va a buscar otro hospedaje, esta vez en la calle Concha, localizado en una casa que todavía existe, frente al Teatro Municipal. Las maletas se las dejó a los propietarios y sin decir nada se fue al Callao para luego enrumbar a Panamá. El olor terrible que emanaba de ellas obligó a llamar a la policía y el escándalo estalló. “Por fin tenemos en nuestro medio uno de esos crímenes horripilantes que son moneda corriente en Londres, Nueva York, Berlín o Chicago”, escribió visiblemente emocionado Clemente Palma, en la revista Variedades.

Ortiz es traído luego de Panamá y recluido en la penitenciaria (donde hoy está el Sheraton). Al hotel Comercio le cayó la noche debido al suceso y cerró. Casi nadie sube a los pisos superiores del desde los 50, que aún albergan vacías 120 tenebrosas habitaciones.

En la edición impresa de Somos podrá leer más historias macabras como las tres tragedias de la plaza La Merced, en el Jirón de la Unión; los hombres colgados del campanario de la Catedral de Lima; el asesinato en el diario El Comercio y más. 

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