Rápidamente se convirtió en el punto de encuentro favorito de los miraflorinos. Se juntaban familias enteras, grupos de amigos y colegas de trabajo. El lugar llamaba la atención por su amplitud y las máquinas automáticas que ahí funcionaban. Los limeños de aquel entonces quizá no lo sabían, pero en la capital existía un lugar único en Sudamérica. Otro bowling así, como el que se abrió en la Bajada Balta a inicios de los años 60, no existía en la región. Ahora mismo, desde un punto de vista geográfico, sería como si Disney inaugurase un parque de diversiones en Perú antes que en cualquier otro país latino.
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