Quienes fueron —fuimos— adolescentes hasta la década de los noventa, podemos dar fe de que hablar por teléfono durante prolongadas horas era una deliciosa costumbre que incluía su cuota de adrenalina: había que saber escapar de la cólera paterna o materna ante la llegada de la factura telefónica cada mes. Entonces hablar por teléfono no era barato, pero era la única forma de mantenernos conectados a cortas y largas distancias.
No se nos hubiera ocurrido pensar que hablar por teléfono pasaría de moda. Que, llegado el siglo XXI, la adolescencia se manejara por mensajería instantánea y que la sola idea de llamar por teléfono sin consultar a quien recibiría la llamada, sería causa de histeria. “¡¿Cómo se te ocurre?!” fue la respuesta de más de un centeniall ante la sola mención de esta idea el pasado lunes 4 de octubre, día en el que Facebook, Instagram y WhatsApp se ‘apagaron’ durante más de seis horas.
“Esto va de la mano con los cambios en la comunicación y no tiene que ver necesariamente con una personalidad introvertida. A lo largo de los años, la forma como hemos ido construyendo la interacción a distancia con las personas se ha modificado. Si bien antes buscamos una comunicación rápida, las personas no contábamos con este tema de la ubicuidad y el tiempo real”, dice la psicóloga Cery Alvarado.
¿Una necesidad?
¿Cómo nos relacionamos con el teléfono en esta época en la que los aparatos móviles son más una minicomputadora con cámara fotográfica incluida, que un teléfono en el sentido más convencional de la palabra? Si bien un informe mundial elaborado por la consultora Deloitte muestra que revisamos nuestras pantallas más de 40 veces al día, es cierto que hemos dejado de lado las llamadas telefónicas.
Este no es un asunto nuevo. Vale la pena recordar que la consultora estadounidense Nielsen reportó que el año 2007 el número de llamadas telefónicas había sido superado, por primera vez en la historia, por el envío de SMS en dicho país. Unos cuantos años después, en 2010 la consultora Pew realizó una investigación —siempre en los Estados Unidos— que demostró que el 75% de los millennials preferirían enviar mensajes de texto que hablar. En el mismo país, para el año 2007, los teléfonos fijos ya estaban siendo desplazados rápidamente por los móviles.
En nuestro país, la situación se ha pintado un poco distinta. Según data del INEI, hasta marzo de 2021, el 15,2% de los hogares peruanos contaba con telefonía fija, mientras que en el 94,0% de los hogares del país existía al menos un miembro con teléfono celular. Comparado con similar trimestre de 2020, la cobertura de hogares que tienen telefonía móvil se incrementó en 0,7%. Y, según (Osiptel), a marzo de 2021, el tráfico de llamadas desde teléfonos móviles se incrementó en 17,65 % durante el 2020, la cifra porcentual más alta registrada en los últimos seis años, con lo que los peruanos emplearon un total de 94.329 millones de minutos para comunicarse a teléfonos fijos y celulares del país y del exterior. La necesidad de mantener el contacto durante la pandemia, hizo lo suyo.
El servicio de telefonía móvil alcanzó más de 41,22 millones de líneas activas al cierre del segundo trimestre del año, un aumento de 11,2 % respecto a similar periodo del 2020. Además, al cierre de junio, el volumen promedio de tráfico cursado por teléfono móvil marcó un nuevo hito con 28.497 MB en una senda de progresivo ascenso que se acentuó fuertemente durante el inicio de la pandemia por COVID-19 ocurrida el año pasado, cuando el tráfico de datos promedio por teléfono móvil era de 16.748 MB. Más conectados, al menos en el área urbana, imposible.
Contestar el teléfono
Pero, ¿es cierto que hoy le huimos a las llamadas? Un estudio realizado por la Universidad de Chicago mostró que sí, pero que el temor es infundado. “Las conexiones sociales positivas mejoran el bienestar. La tecnología ofrece cada vez más una amplia variedad de medios que las personas pueden usar para conectarse con otros, pero no todos los medios fortalecen la conexión social por igual”, dice la presentación del estudio.
El trabajo, realizado por los doctores Nicolas Epley y Ashwin Kumar, partió de la siguiente premisa: que las preferencias de las personas por determinados medios de comunicación se guían, al menos en parte, por qué tan cómoda o incómoda sería la interacción y qué tan conectados se sienten con la persona con la que se comunican.
MIRA: Esto es todo lo que podías hacer antes, cuando no vivías pensando en WhatsApp o Instagram
Como parte del experimento le pidieron a un grupo de personas que se reconectaran con un viejo amigo por teléfono o por correo electrónico. A otro grupo se le solicitó que converse con un extraño a través de medios de video, voz o texto. Los resultados indicaron que las interacciones que incluían la voz (teléfono, chat de video y chat de voz) crearon vínculos sociales más fuertes y que no aumentaron la incomodidad, en comparación con las interacciones que incluían texto (correo electrónico, chat de texto). Sin embargo, todos los participantes iniciaron las actividades mostrando incomodidad por la comunicación por voz. “Entender mal las consecuencias del uso de diferentes medios de comunicación podría crear preferencias por los medios que no maximicen ni el bienestar propio ni el de los demás”, concluye el estudio.
“Las llamadas telefónicas implican el uso de toda tu atención y tu tiempo a esa persona, mientras que en un mensaje, que es una comunicación asíncrona, tienes la posibilidad de dejar pasar un tiempo para responder. Y eso se debe a la hiperconexión del mundo”, añade Cery Alvarado.
Otro tema con la llamada telefónica, dice nuestra psicóloga, es también la invasión a la privacidad. “En este 2021 no solo te llaman los contactos que tienes en el celular, sino también agencias, empresas con números desconocidos, y hasta estafadores. Todo esto ha ido creando un clima de desconfianza, la necesidad de proteger eso sobre lo que antes no se tenía el control”, sostiene.
El teléfono, sin embargo, siempre ha sido invasivo. Le ha permitido al ser humano ingresar en un espacio en el que antes le estaba vedado. Hoy eso es evidente, pero podemos reflexionar sobre esto retrocediendo al 10 de marzo de 1876, cuando se realizó la primera llamada telefónica y el inventor Alexander Graham Bell se comunicó con su asistente, Thomas A. Watson. Según anotó el inventor en su diario, esta se realizó entre dos habitaciones contiguas y las puertas de ambas habitaciones estaban cerradas. Graham Bell entró a la habitación de Watson sin abrir la puerta y sin moverse de su sitio.
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