La primera vez que supe de Camilo fue cuando lo vi sentado en medio de la redacción de El Comercio, así con los bigotes de Dalí bien aceitados. Era octubre del 2019. Cantaba y tocaba la guitarra para una presentación que se transmitía a través del streaming de esta misma página web. Rodeado de una veintena de seguidores, entre periodistas y trabajadores del Diario, era esperado por todos para conseguir selfies. Entonces ya era uno de los artistas latinoamericanos más populares de los millenials y la generación Z. Dos años después me lo he vuelto a encontrar. Esta vez para conversar a través de un zoom.
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