Marie es un locón. Es fuego, una leona, un ser de otro planeta. Esa es la descripción que hace de ella su hija mayor, Macarena Arribas Berckemeyer (30), otra mujer vehemente y amante de la vida. Y es muy precisa. Por eso, cuando la primera salió de su casa para ir a la última sesión de quimioterapia con el fin de tratar el agresivo cáncer de ovario que padece, hace unas semanas, lo hizo bailando. Ello, a pesar de lo débil que estaba. Se sumaron a la danza la primogénita y Almudena (23), la segunda de sus maravillas. Con buen swing, una saltaba más que la otra al son de Jerusalema, una de estas canciones virales del Internet que robustecen el espíritu. “¡La mejor actitud siempre, carajo!”, gritaban. Y así se fueron. Días después le dijeron que esa segunda neoplasia (la primera se le detectó en el 2014), la que había hecho metástasis a las mamas, las axilas, el brazo izquierdo y el codo, la que provocó que se despidiese varias veces de sus hijas ante lo que parecía inminente, había redimido. Marie lo atribuye a cómo afronta ella la adversidad, pero también al cuidado de sus chicas y a su devoción a la Virgen María, otra madre como ella.
“Nosotras vemos la vida de colores. Así hemos afrontado este cáncer difícil y duro. Estas quimioterapias han sido dolorosas, eternas. Tan bravas que la doctora creía que solo iba a aguantar tres de seis. Las hice todas, casi muriéndome, pero las hice, con música, pintura, arte. Mis dos hijas están conmigo, pero Macarena y yo hemos sido como uña y carne en este proceso. Me ha acompañado a quimios, a biopsias, a los resultados. Cuando me harto, porque pasa, me saca a bailar al sunset o conspira con una amiga y reúne a 80 personas queridas para que me vayan a hacer barra en la puerta de mi edificio”. Así son las dos. Dos huracanes de amor que esparcen inspiración por donde van.
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De hecho, ese es el motivo, sospecha Marie, por el que la Virgen todavía la tiene por estos lares: para que con su historia ayude a levantarse a otros que creen que no hay más que hacer. “No temo a la muerte. En las nubes tengo mi casa del aire, a donde voy a llegar algún día; la he diseñado yo misma. Están mis abuelos, gente que se me adelantó. Hay lagunas, cine, teatro. ¡Todos volamos como Peter Pan!… Pero ahora toca estar aquí, con mis hijas y mis dos nietos. Es posible que esa cochinada regrese, por lo que sigo con ‘quimios’ orales. Si pasa, habrá que seguir bailando”, narra la empresaria de 54 años. Macarena, mientras, está siempre lista para sacar los pasos prohibidos por Marie, haya cáncer o no. También para recitarle poemas, como lo hizo estos meses de noches oscuras. Tal y como le enseñó su mamá para las actuaciones del colegio cuando era pequeña.
SÍ SE PUEDE
Emilia García Quispe no se quedó de brazos cruzados cuando, al nacer su hijo Matías, los médicos dijeron que este no caminaría hasta los nueve años, por problemas congénitos. Sin embargo, ella hizo que sus primeros pasos los diera antes de los dos. Fue cuando él tuvo tres años que le revelaron un diagnóstico exacto: blefarofimosis plus asociada a retraso mental severo y conductas autistas. “No me dejé llevar por este. Dejó el pañal a los cuatro, habla. Usa solo las consonantes, pero uno se acostumbra. Me ha costado pagar las terapias, pero lo hice. Por eso cuando me dijeron que tenía cáncer de mama en estadío 3 lo primero que pensé fue: ‘¿Quién va a velar por mi Matías como yo, cuando no esté?’”, cuenta esta mamá trujillana de 39 años.
Fue en una autoexploración que se dio cuenta del bulto. Era, precisamente, el Día de la Madre del 2020. Con el covid-19 nadie la atendía y tuvo que verse cuatro meses después. Hizo 16 quimioterapias, las cuales vieron su recompensa en el sorprendente trato que comenzó a recibir del pequeño, hoy de 10. “Empezó a ser cariñoso, algo que no manifestaba nunca. Me cuidaba y decía: ‘ya falta poco’, ‘ten paciencia’. Eso ha sido todo para mí”, detalla.
Ella lo está entrenando ahora para que sea más autónomo en el futuro. “Es difícil para él, pero le estoy enseñando a tender su cama, cambiarse solo, lavar los platos. Su papá está con nosotros, pero quiero prepararlo igual”.
La mamá coraje tiene cinco años más de tratamiento con quimioterapia oral, tiempo en el que seguirá batallando en oposición a la burocracia de la Ley Nacional del Cáncer, que le impide ser atendida como necesita. Y, claro, ayudando a su hijo a seguir avanzando, aun cuando los vientos parezcan estar siempre en contra.
CHAU, ADVERSIDAD
Un día de noviembre del 2021, Jimena Mendoza llevó a su hijo Patrick al doctor porque no podía respirar, tenía fiebre y dolor. Antes les habían dicho –en emergencias de una clínica– que era solo una inflamación, pero ella intuyó que algo andaba muy mal. El chico de 14 nunca más volvió a su casa. Quedó internado y, siendo afortunados por contar con un seguro internacional, ambos se treparon en un avión rumbo a Houston para tratar una rara masa que se había reventado dentro del pulmón del joven, una que podía comprometer el corazón al apretarlo contra la caja toráxica. Allá les dieron la noticia: además del riesgo de infarto, el tumor esparcido era maligno. Patrick tenía cáncer linfoma linfoblástico tipo T. Una suerte de primo hermano de la leucemia.
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La buena noticia es que las probabilidades de supervivencia son altas. “La mala es que es un tratamiento muy largo. Él ya tuvo 59 sesiones de quimioterapias, le faltan 30. No tiene cáncer en el cuerpo ya, pero desde agosto deberá seguir con tratamientos orales hasta marzo del 2024, para que no vuelva”, narra Jimena. Pronto, del registro de tan desafiante proceso, nacería la popular cuenta de Instagram “Chau, Cangrejo”, en la que ambos publican la lucha de Patrick hoy. “La abrimos para estar más cerca de nuestra familia y amigos, y de pronto explotó en seguidores. Ahora hay como 15 mil. Me distraigo, creo que intentamos mandar un mensaje de esperanza”, dice el carismático muchacho.
Jimena hoy tiene el corazón y la mente partida en dos. Una con Patrick y otro con Andrés, su hijo mayor de 16, que está en Lima yendo al colegio, a la espera del regreso de su familia en julio. “Lo extraño mucho, pero estoy donde se necesita con urgencia ahora. Ya vamos a reunirnos junto a mi esposo. Patrick va a estar en la carpeta del colegio en agosto y seguiremos con la vida”.
La última pregunta va para él. Tiene que ver con cuán importante ha sido el apoyo de mamá en los últimos seis meses. Patrick intenta armar una oración y se quiebra. No hay mucho más que decir. Mamá lo sabe todo. Mamá está en todo. Mamá lo es todo. //
Cerca de 100 peruanos mueren a diario por cáncer en nuestro país. Solo el año pasado se registraron más de 70 mil nuevos casos y cerca de 35 mil muertes a causa de esta enfermedad, las cuales, en su mayoría, pudieron haberse evitado con un diagnóstico oportuno (95% de probabilidades de ser curado).
Hasta el próximo 4 de junio se realizará la Colecta Pública Nacional 2022, con la que la Liga Peruana de la Lucha contra el Cáncer recaudará fondos para desarrollar acciones de prevención. El 90% de ella se realizará de forma digital y el 10% de manera presencial (los días 25 y 26 de mayo, los voluntarios saldrán a recorrer las calles).
Estos son los canales virtuales si quieres colaborar: Yape (955 916 736), Plin (988 562 293), agentes y cajeros del BCP (Cta. Soles N.º 193-1101888-0-80 y CCI: 002-19300110188808014), agentes y cajeros del Scotiabank (Cta. Corriente Soles N.º 000-7777779 y CCI: 009-17000000777777925), agentes y cajeros del BBVA (Cta. Corriente Soles N.º 0011-0661-0100078516 y CCI: 01166100010007851660), agentes y cajeros del Banco de la Nación (Cta. Corriente Soles N.º: 00-068-386152). Cualquier tarjeta de crédito, débito y desde el exterior a través de www.cambiemoselfuturodelcancer.com.
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