A la derecha, su primer vecino es un río que en verano baja con barro y en invierno con orines. A la izquierda, lo mira el cerro San Cristóbal, que a veces tiene turistas, a veces casas recién pintadas de colores, pero siempre les hace la cruz. Cruzando la Vía de Evitamiento se venden las flores que irán a acompañar a los muertos. Más allá, la Huerta Perdida. Y más allá, Palacio de Gobierno. Cantagallo es el refugio de 238 familias shipibo-konibo en Lima, según el censo oficial que ellos mismos han hecho, montado sobre el terreno con las peores condiciones para vivir: un relleno sanitario. No hay agua suficiente en las casas, la luz en los postes es prestada, no hay servicios básicos de desagüe y desde los seis caños estratégicamente ubicados entre los pasajes –donde los niños sortean chapitas, piedras e inclasificables desperdicios (1)– caen breves ríos de agua para tomar.
Parece imposible que aquí nazca la belleza. O alguna belleza.
En esas condiciones, sin embargo, está el taller de arte, música y cultura shipibo del joven David Ramírez Nunta (29 años). Una casa con techo de calamina y piso diseñado con barro y chapas de gaseosa que abre su puerta para el ejército de muchachos que, como él, busca cómo sobrevivir. Afuera hay unos niños que juegan con muñecos mutilados, carritos sin llantas, chupando una gelatina. Adentro, en lo que podríamos llamar la pared principal de la casa que es cocina-cuarto-taller-vestidor, hay un cuadro del tamaño de un ecran: un colibrí psicodélico que representa el amor.
Dice el artista que en cada casa shipiba (2) donde haya un colibrí, siempre habrá paz. Todos podríamos ser un poco como ellos.
(1) El Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVCS) presentó el 21 de enero último el proyecto de conjunto habitacional a cargo del Programa Mejoramiento Integral de Barrios (PMIB).
(2) El inicio de la adjudicación de lotes, a cargo del COFOPRI, se realizará desde mayo del 2021. Según esta información, el título de propiedad será inmediato para ellos.
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David Ramírez tenía solo 25 años cuando su comunidad ardió. Fue el 4 de noviembre del 2016. Las llamas acabaron con las casas toda la madrugada. Más de 430 viviendas fueron afectadas y, como es fácil de suponer, miles durmieron semanas en la calle. Él y Cordelia Sánchez, su esposa, fueron dos de los 2.038 shipibos que perdieron lo poco que tenían, en ese proyecto de vida que los trajo a Lima. Tienen tres hijos, que forman parte de los 900 niños que hoy viven en Cantagallo, escuchando el rumor del Rímac cuando baja, tragando el esmog de los camiones, escuchando la lección que les da el profesor bilingüe Juan Agustín Fernández en el colegio que ellos mismos montaron, para cuidar su cultura, preservarla:
“Mirar a los abuelos, pensar cómo lo hicieron y luego hacer”. La base de la cultura shipibo-conibo.
Luego nos invitan a participar en una sesión de purificación.
Cordelia, la señora de la casa, prepara los últimos collares con pendientes barnizados de tronco de ayahuasca (3). En breve saldrá a la calle a trabajar.
(3) Cordelia no es la única artista de la comunidad. Decenas de mujeres trabajan en ello, de la mano de Olinda Reshin Jabe Silvano (959248445), artista que ha paseado su talento por Europa y Estados Unidos.
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¿Qué necesitan los más de 2.500 shipibos-konibo (4) de Cantagallo –y sus hijos y los hijos de sus hijos– para vivir mejor? Primero, mejores condiciones de salubridad. Luego, el inicio de obras que beneficien su comunidad en cuanto antes. Tercero, paz. Quizás esto último sea lo más importante, para que sigan preservando su cultura, su música, sus rituales, rodeados como están hoy de postes en lugar de árboles y bestialidad, en lugar de sus bellos animales. //
(4) Los shipibo-konibo son un grupo étnico de la Amazonía peruana que se distribuye a lo largo del río Ucayali. Tres mil de ellos viven en Lima.
-MÁS INFO-
El artista David Ramírez Nunta vende sus obras para mantener el taller y a su familia con precios que van desde los 500 hasta los 2.000 soles. Puedes ubicarlo en el 973140289 y en FB como Colectivo Cultura Shipibo-Konibo.
Tras el incendio, el entonces presidente Kuczynski prometió el desarrollo de un proyecto de vivienda para la comunidad de Cantagallo. Hasta ahora no ha pasado nada. Hoy viven de su arte.