Esta semana, las calles de Cajamarca fueron reflejo de que los temores quedaron atrás: cientos de miles de personas -entre ellos, turistas provenientes de Lima, Trujillo y Chiclayo, principalmente- se volcaron a jirones y plazuelas de esta ciudad de la sierra norte del Perú para celebrar su simbólico carnaval. Se había previsto buena acogida, pero la realidad superó cualquier expectativa. Tanto la ocupación hotelera como las energías estaban desbordadas. Transitar por los barrios del centro durante los días que abarcó esta fiesta (tuvo lugar del 18 al 22 de febrero) era hacerlo a través de un mar de gente entregada al agua, la pintura y la cerveza. Solo había que dejarse llevar.
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La energía del ambiente se podía sentir en cada rincón de Cajamarca. La última edición se había festejado en febrero del 2020, un mes antes de que el coronavirus aterrizara en el país. De ahí que la festividad de este año fuese bautizada como el Carnaval del Reencuentro. Una cita que estuvo en suspenso por las protestas a nivel nacional, pero que pudo realizarse con normalidad porque, tal y como se lee en el cartel que da la bienvenida a los visitantes que llegan al aeropuerto, “Cajamarca no se detiene”. Hasta allá fuimos para vivir de primera mano todo lo que este encuentro representa.
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El pasado sábado 18, día central de la agenda, todos los caminos nos conducían al complejo Qhapaq Ñan. Ahí, las autoridades levantaron un escenario que congregó a más de 20 mil personas, sedientas de diversión. Los globos de agua volaban como proyectiles en un campo de batalla, mientras el público bailaba y -sobre todo- zapateaba al ritmo de las decenas de orquestas que se presentaban a cada hora. Mención especial para Serranova, grandes exponentes del folclore cajamarquino, quienes hicieron vibrar a toda la explanada al caer la tarde.
En Twitter, donde el multitudinario evento fue tendencia, los comentarios se resumían en una sola consigna: no era Lollapalooza; tampoco el festival musical Tomorrowland. Era el pueblo de Cajamarca celebrando su carnaval.
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Durante nuestra estadía, nos invitaron a visitar San Sebastián, uno de los barrios con mayor tradición carnavalesca de la ciudad. Allí fuimos recibidos por la señora María Cabrera, una de las encargadas de organizar, junto con sus vecinos, las comparsas y carros alegóricos de su jurisdicción. Amable como solo ella sabe serlo, Cabrera nos recibió en su casa para almorzar. La hospitalidad de los cajamarquinos con los visitantes es más que conocida. En su mesa, probamos los tradicionales caldo verde y ajiaco de papa con pollo, y no nos fuimos sin antes brindar con un ponche de huevo, que nos animó a seguir con la fiesta y nos dio la fuerza necesaria para no perdernos ningún detalle. La única regla aquí es seguir celebrando.
Afuera se sentía la algarabía. Jóvenes y niños, adultos y personas mayores improvisaban tocando todo tipo de instrumentos: tambores, charangos y saxofones. La música era acompañada del cántico de célebres coplas que capturaban la esencia de esta experiencia: Si quieres bailar, si quieres gozar / A Cajamarca hay que visitar / Cuyes con papas vas a comer / La rica chicha vas a tomar.
Como si hubiera cuerpo que lo resista, las celebraciones se extendieron cinco días más. Los asistentes pudimos disfrutar del concurso de patrullas y comparsas, los pasacalles y las danzas típicas. La jornada llegó a su fin el miércoles 22, con varios heridos producto del consumo de alcohol, además del velorio y entierro del Ño Carnavalón.
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Cajamarca es todo eso y bastante más. También es, aunque a veces lo olvidemos, el lugar donde empezó a gestarse la nación que somos hoy en día. “Fue aquí donde se inició la caída del Imperio Incaico”, nos dijo Jaqueline Cabrera, nuestra guía durante esos días. A nuestro paso por la ciudad, visitamos el famoso Cuarto del Rescate, donde fue apresado el inca Atahualpa, a manos del ejército español. Ubicado a media cuadra de la Plaza de Armas, es el principal monumento histórico de la ciudad, por ser el único vestigio de arquitectura inca.
El centro, en general, destaca por su estilo colonial que se expresa a través de sus empinadas calles e imponentes templos de piedra, como el conjunto monumental Belén. En este punto, iniciamos nuestra subida al mirador Santa Apolonia. Hay que tener buen estado físico para subir cientos de escaleras a 2800 m.s.n.m. Arriba, observamos una urbe que se extiende por un inmenso valle verde, pero que ha crecido desordenadamente. Desde este mirador, los turistas aprovechan para sacarse mágicas postales, con una ciudad que parece, aunque sea por unos minutos, estar rendida a sus pies.
En realidad, es al revés. //
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70 mil turistas llegaron a la ciudad este año con motivo de los carnavales, según el municipio cajamarquino.
150 millones de soles es, aproximadamente, el impacto económico de los carnavales de este año en la región.
25 millones de soles en pérdidas generó cada año la paralización del evento a causa de la emergencia sanitaria.
15 mil turistas se registraron en la edición de febrero del 2020, la última antes de la pandemia.
30 mil personas era la proyección de visitantes que se tenía para este año, la cual fue largamente superada.
Dónde hospedarse
Casa Bonita, a pocas cuadras de la Plaza de Armas, es buena opción. Queda en el jirón Pisagua 731, Cajamarca. Teléfono: (076) 305 115
Dónde comer
El restaurante Castope ofrece comida regional y platos a base de trucha. Ubicación: jirón Rebaza Neyra 112, Cajamarca.
Delicias
Para comprar quesos, manjar blanco y rosquitas, recomendamos la panadería Campos. En Jirón del Comercio 661, Cajamarca.
Más información
Para guías y ‘tours’ por los atractivos de Cajamarca, visita la página https://www.ytuqueplanes.com