Al barrio Leticia, en la falda del cerro San Cristóbal, en el Rímac, se entra a pie. Las escaleras son la vía principal de acceso y también la ruta de los cargadores, los cimientos desde la fundación del vecindario, en 1933. Ellos transportaron ladrillos, arena y bolsas de cemento hasta lo más alto del lugar para construir las viviendas en las que ahora habitan más de 10 mil personas. Hoy se ganan la vida subiendo balones de gas, las compras del mercado o lo que los vecinos necesiten transportar. Algunos de estos célebres personajes, como el señor Campito (el primer cargador de la zona), don Marcelino, los patronos de los cargadores, y otros 10 -de una nueva generación- aparecen en el mural del artista Edgar Macedo, a modo de bienvenida. “Ellos prácticamente han construido el barrio, que está cambiando constantemente gracias a su brazo y esfuerzo físico”, dice mientras continúa pintando rostros en la fachada de la casa de su madre.
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A medida que uno sube, va encontrando murales que reflejan la historia, la identidad, las vivencias y el futuro de Leticia. Ese fue el sueño que tuvieron Daniel Manrique y Carla Magán hace más de una década, cuando encontraron en el arte una herramienta de cambio sostenible. Así formaron el colectivo Color Energía, donde han trabajado en varios proyectos para desestigmatizar y poner en valor el lugar que los vio nacer. Entre sus principales objetivos está el intervenir con pintura más de 304 mil metros cuadrados -casi 1200 casas- a distintas escalas (un macromural y 16 micromurales). Empezaron en 2018 por cuenta propia hasta que, a inicios de 2020, se sumó la empresa Qroma, con su Proyecto Arcoiris. Este proyecto, explica Arianna Macchiavello, gerenta de asuntos corporativos de Qroma, “busca transformar espacios, generar cambios conductuales de los vecinos e impulsar el desarrollo comunitario a través del color”.
Llamaron a Aporta, plataforma de impacto social del Grupo Breca, para hacer una medición previa a la intervención artística y así identificar los desafíos sociales que enfrentan día a día los vecinos. Entre ellos figuran la acumulación de basura y derechos en las calles; falta de espacios públicos de esparcimiento, sensación de inseguridad y la baja confianza en los vecinos. “Si mejoramos la limpieza y la confianza en los vecinos, podemos influir directamente en la satisfacción con la vida de las personas. Queremos que los murales impacten en eso”, comenta Saulo Arévalo, innovador social de Aporta. Hicieron un recorrido por la zona y, en los lugares donde los problemas eran más palpables, había que hacer los micromurales. La iniciativa, finalmente, tomó forma y fue bautizada como ‘Cerro San Cristóbal: inspirando un Perú mejor’.
Fue clave la participación de vecinos como Noel Meza, coordinador del comité 12, para animar al resto a involucrarse con el proyecto. “Como todo lugar, Leticia tiene sus problemas, pero también existe gente amable, respetable y honesta. Una forma de romper con ese silencio es a través del color. Que podamos recuperar nuestro espacio para que después se vuelva punto turístico. Hicimos voluntarios a los mismos vecinos y empezamos pintando escaleras, zócalos. Este cambio también les genera una oportunidad de trabajo, buscan que el barrio cambie”.
En febrero pasado se pusieron manos a la obra con el macromural de las coloridas chakanas (propuesto por los propios vecinos), término quechua que significa ‘escalera’ o ‘puente a lo alto’, un homenaje al origen migrante de los residentes. “El color es importante para cambiar el entorno. Este macromural va a empoderar a los ciudadanos y va a cambiar a otros barrios que quieran hacer lo mismo”, agrega el muralista Daniel Manrique.
A la fecha hay cinco micromurales de los artistas Jaime Alcántara (RAF), Akira Samadhi, Colectivo Quilca, Edgar Macedo y Tamie Tokuda. El macromural ya puede verse desde Acho. Se siente el cambio: hay muy poca acumulación de basura, más niños salen a las plazuelas a jugar, los vecinos -más confiados- abren sus ventanas para conversar con el de al frente y, claro, dejarse llevar por los colores en cada esquina de Leticia no tiene pierde. //
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LA OPINIÓN
ANDRÉS GUEVARA (Colegio Peruano-Alemán Beata Imelda)
“La participación vecinal apoya el bien común”
La participación comunal no solo ayuda a establecer lazos entre los vecinos, sino también apoya el bien común, que puede ser efectuado de varias maneras: apoyo económico para la manutención de la infraestructura colectiva (las fachadas de un edificio o la limpieza de las áreas comunes) hasta la participación en su seguridad (guardias nocturnas por vecinos voluntarios).
XIOMARA BENITES (Institución Educativa la Alborada Francesa)
“Nos encargaremos de proteger nuestro patrimonio”
El Perú es rico en patrimonio cultural e histórico (como el cerro San Cristóbal), pero varios de estos están en malas condiciones y necesitan del apoyo de las personas que viven cerca de la zona y de los visitantes. La nueva generación seremos los héroes de estos lugares y nos encargaremos de proteger y cuidar nuestro patrimonio. Apoyemos limpiando, recogiendo restos y, sobre todo, evitando ensuciar estos espacios.
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