La anécdota familiar en casa de los Rincón siempre es la misma y siempre es feliz. Alberto tenía cuatro años a fines de los ochenta, cuando ya era un obseso de las historias. Esas que le narraba su madre, Gloria, al pie de la cama. La entonación y la respiración en la lectura de quien más se ama cuando se mide menos de un metro de altura resulta, desde tiempos inmemoriales, la más cálida vía para que los clásicos se sumerjan a todo vapor en la imaginación de un niño. De ese hábito se enriqueció él hasta que nació su hermano menor.
TE PUEDE INTERESAR: Sony World Photography: qué peruanos ganaron y cómo participar del prestigioso concurso
Como ella no tenía intención de poner punto final a esos encuentros maravillosos, cargaba al nuevo bebe con un brazo, mientras que sostenía un libro con el otro. Un día, debido a los malabares que hacía, la mujer casi tira al crío al suelo. El hoy periodista y escritor continúa el relato: “Para evitar tragedias, mamá no pudo seguir siendo mi narradora, así que tuve que ingeniarme para seguir recolectando ficciones sin saber leer. Pero lo que nunca desapareció fue su voz. Su voz leyéndome. Tal vez no recuerde el tono que tenía hace más de tres décadas, seguramente más joven, pero recuerdo una voz. Y era la de ella”.
El también jefe editorial de las librerías Crisol se entusiasma al subrayar la trascendencia de la voz en toda la experiencia que implica leerles a pequeños seres humanos. Por eso cita a Juan Villoro, destacado hombre de letras mexicano, quien asegura que, cuando se es niño, las grandes historias no arrancan con “había una vez”, sino con “había una voz” (extraordinaria premisa que hemos secuestrado para titular este artículo, además).
MIRA TAMBIÉN: El Rastrillo vuelve: ¿qué novedades trae este año el evento benéfico?
Y debido a ello precisamente, Alberto se ha concentrado en reincidir en la tradición de narrar cuentos, ahora, a sus dos hijas chiquitas. Los de otros, claro, pero desde este año, los propios. Rincón acaba de publicar su primera creación para el público infantil: Diez tigres y un zorro (Xilófono, 2022). El libro gira en torno a los integrantes de un equipo de fútbol que deben acoger a un nuevo jugador, que es foráneo y completamente distinto de ellos.
“Se dieron los acontecimientos futbolísticos con las eliminatorias a Qatar y proyectamos crear un relato que abordara la inclusión, la solidaridad y la unión. Todos hemos sido alguna vez, además, el jugador nuevo, y eso no lo deberíamos olvidar”, detalla. Rincón, quien reconectó su idilio con la literatura infantil gracias a la paternidad, espera que este relato sirva para promover encuentros entre grandes y chicos alrededor de las narraciones, los cuales, con el tiempo, se convertirán en espacios impresos en el espíritu, a los que siempre se pueda volver.
“Leerles a los niños despierta en ellos la afición por escuchar la música que tienen las palabras reunidas y, nuevamente, la voz de la gente que los quiere. Es un lujo poder ser esa voz. Y ellos crecen muy rápido, así que no hay mucho tiempo que perder”.
LEE TAMBIÉN: Un respiro para Lima: los sensores “made in Perú” que detectan cuán contaminado está el aire
-DÉJAME QUE TE CUENTE-
En el anhelo de crear libros infantiles, el amor también fue vital para la escritora Katya Adaui. Ella quería dedicarle obras a su entrañable sobrino Lorenzo, pero no iba a poder si solo publicaba para los adultos. Muy Muy en Bora Bora (Beascoa, 2020) fue, pues, su primer hijo literario en el rubro, seguido por otros dos que acaban de salir de la imprenta: Patichueca (Beascoa, 2022) y Otra cosa (Mónimo, 2022).
“Patichueca da cuenta de cómo un niño descubre que las mascotas envejecen, incluso antes que ellos mismos. Y Otra cosa trata de cómo la imaginación de una niña la puede llevar a darle nueva vida a todo”, explica quien es considerada una de las autoras más talentosas de su generación. Los tres textos se han vuelto para Katya y Lorenzo una fuerte soga imaginaria que los une desde Lima, donde vive el pequeño de seis años, hasta Buenos Aires, ciudad en la que radica ella.
TE PUEDE INTERESAR: Karen Schwarz y el sueño detrás de su emprendimiento de ropa interior
Aunque él ya no dice que el oficio de su tía es “hacer palabras”, sabe bien que es gracias a estas, puestas en páginas, que pueden estar juntos en cualquier momento. “Yo le leo mucho y con eso me dedico. Dedicarse enteramente a alguien, aunque sea por momentos, puede llegar a ser muy poderoso”, comenta Adaui. De ahí la ilusión que tiene por que esa conexión a través de sus relatos la vivan muchos más en sus propias circunstancias.
“Yo veo con gusto una vuelta a leer al pie de la cama. Mamás, abuelos, primos grandes, muchos están leyendo otra vez a los más chicos. Gente que conozco y que me manda fotos de esos momentos, que yo no publico, pero que guardo en el corazón. A muchos niños les da miedo la noche porque es el tiempo en que los papás desaparecen y no se sabe si volverán. Qué lindo, entonces, que se vayan a dormir imaginando. Qué alivio de humanidad me da saber que eso está pasando. Ojalá no termine nunca”, culmina la escritora, coleccionista de sus propios libros para niños. Los que tienen extraordinarias ilustraciones, esos son sus favoritos. //
“Diez tigres y un zorro”, de Alberto Rincón Effio; y “Patichueca” y “Otra cosa”, de Katya Adaui, ya se encuentran a la venta en las principales librerías del país. Los interesados en comprar el último título pueden obtenerlo de manera gratuita en cualquier punto del país si lo adquieren desde la web de la editorial Mónimo: www.monimo.co