Conoce los místicos baños termales de Santo Tomás, en Abancay.
Conoce los místicos baños termales de Santo Tomás, en Abancay.
Álvaro Rocha

El sol estaba tan caliente como las protestas sociales cuando salimos de Abancay en busca de unos improbables baños termales. En media hora, el taxista se detuvo frente al soberbio puente colonial de Pachachaca (construido en 1654), que antes era parte de la ruta hacia Andahuaylas. Apenas bajamos se nos acercó Simón Aymara, un campesino de 74 años, quien nos indicó el camino a los baños termales de Santo Tomás. Vestía casi en andrajos, pero su mirada era limpia y trasuntaba dignidad. Nos dijo que nos esperaría con un jugo de caña.

Al aire libre 
Caminamos unos 40 minutos río abajo entre cactus y árboles de molle. De pronto, el valle adelgazó y se tornó en un cañón de no más de 15 metros. Allí estaban las tres pozas al aire libre; el agua que las alimentaba discurría por una pared color ocre dorado. Lo alucinante era bañarse a un palmo del inquieto río Pachachaca, que iba al encuentro del Apurímac. Aquí el tiempo se para o, mejor dicho, comienza; se juntan los puntos cardinales. La belleza es inverosímil, pero también salvaje, escapa a nuestra comprensión, de ahí su terrible poder de seducción.

Los recomiendan para dolencias musculares; sin embargo, el efecto más palpable es que tu vida deja de abrumarte, tu pasado es episódico y el futuro un poco de cielo en tus ojos. Regresamos casi levitando hasta el puente Pachachaca. Allí nos esperaba Simón con el jugo de caña prometido. No nos pidió nada. El sol ya se había escondido, pero su dignidad permanecía intacta.

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