(Foto: GEC)
(Foto: GEC)
Daniel Bedoya Ramos

tenía 33 años cuando publicó . Le tomó al menos tres años culminar esta novela que arranca en la puerta del diario La Crónica, el lugar donde ingresó a trabajar, cuando apenas era un adolescente, de la mano de su padre, tras recorrer los jirones del Centro Histórico de Lima, y quizá sin amor, en enero de 1952.

Cuenta Juan Gargurevich que por aquella época La Crónica era un tabloide venido a menos, pese a contar con periodistas de primer nivel, “pero la posición política de sujeción al régimen dictatorial del general Odría lo había reducido a una chatura sin precedentes”*. Este es el ambiente que encontró el futuro escritor y que luego se mezclaría en la ficción de un libro que supera tranquilamente las 700 páginas.

La primera versión tuvo que salir en dos tomos bajo el sello de Seix Barral. Era 1969 y el ahora Nobel de Literatura ya había sorprendido con La ciudad y los perros y La Casa Verde. Pese a su juventud, su nombre se situaba entre experimentados narradores.

Han pasado 50 años desde que salió a la luz ese libro. Por ello decidimos, siguiendo un poco la idea de la novela, hablar con algunos jóvenes acerca de esta obra sobre la cual Vargas Llosa ha señalado que fue la que más trabajo le costó escribir. Se trata de universitarios que participaron en el taller Poder, rebelión y memoria en Conversación en La Catedral, dictado en el Lugar de la Memoria (LUM).

- Lectura que rebasa - “La primera vez que leí la novela hace como 10 años me rebasó completamente. Ahora fue un poco más legible. Primero pensaba que era algo complejo y ahora ya podía estar atento a qué se estaba narrando”, comenta Carlos Paredes Hernández. Tiene 23 años y lleva la carrera de Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Así es como recuerda su primera experiencia al leer Conversación en la Catedral.

(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

DATOS

► El taller Poder, rebelión y memoria en Conversación en La Catedral, se realizó en el Lugar de la Memoria (LUM), el jueves 18 y viernes 19 de julio, bajo la dirección de reconocidos escritores peruanos. ► Los alumnos realizaron ensayos que giran en torno a las relaciones de poder, la corrupción en el Estado, el asistencialismo, la memoria, entre otros temas.

(Foto: GEC)
(Foto: GEC)

Y es que la gran variedad de técnicas narrativas es una de las peculiaridades de la obra. Para algunos puede ser dificultoso el primer intento de lectura. “Me resultó complejo al principio pero muy apasionante... Creo que el lenguaje es muy desafiante de por sí, por los tiempos en los que se maneja la obra y también por los personajes”, recuerda Karla Carrión Acuña (22). La joven estudiante de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya coincide con otros entrevistados en que la novela de Vargas Llosa también significa un desafío por la realidad que muestra, que “hace repensar la historia y recomponer la memoria”.

La novela retrata la época del gobierno dictatorial del general Manuel Odría, conocida como ‘El Ochenio’, y se presenta como un recuerdo dentro de una conversación, como parte del diálogo entablado entre Santiago Zavala y Ambrosio, una plática que lleva a otras a lo largo de la novela que tiene un detalle en el nombre. “Uno se imagina una iglesia pero (La Catedral) es un bar. Este lugar cumple sus función de hacernos confesar aquello que sale de lo más íntimo, y la memoria es artífice de esta liberación de recuerdos, pero que no solo se liberan a partir del alcohol sino a partir del diálogo con el otro”, define Carrión Acuña sobre la novela.

Mario Vargas Llosa cerró del taller ensayo que se realizó en el Lugar de la Memoria. Jóvenes de varias universidades del país participaron en julio. (Foto: El Comercio)
Mario Vargas Llosa cerró del taller ensayo que se realizó en el Lugar de la Memoria. Jóvenes de varias universidades del país participaron en julio. (Foto: El Comercio)

- Zavalita, Ambrosio, Bermúdez… - ¿Santiago Zavala, o Zavalita, es el principal personaje? La novela empieza con él mirando la avenida Tacna, sin amor. “Me identifico con Zavalita porque representa la confusión de lo que sucede, que es lo que pasa con los jóvenes hoy en día. Vemos las noticias, estamos informados, pero no sabemos claramente la situación. Así es como se muestra Zavalita, es decir, confundido, no sabe exactamente qué es lo que está pasando. Busca la verdad pero a la vez tiene miedo de hallarla”, comenta Anghely Lozano Rojas. A sus 23 años está por culminar la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Esta atención por Zavalita es compartida por otras opiniones. Carrión Acuña también destaca su constante crítica a la moral y el ejercicio del poder. “Había una incoherencia entre lo que sabía y lo que estaba haciendo. Justamente en la conversación que se da en el bar La Catedral, prácticamente con un lenguaje opresor, le decía a Ambrosio que tenía que revelarle una verdad, en este caso la de su padre”, comenta.

A medida que se avanza en la novela aparecen más personajes. Ambrosio es uno de ellos. Fue empleado en la casa de Santiago Zavala y su presencia será constante. “Es un personaje difícil de calificar. No sabemos si es muy astuto, tonto o cínico, actúa de acuerdo a las circunstancias. No es que me identifique con él pero es un personaje bastante ambiguo y a través de él se dan varias circunstancias”, recuerda Brayan Ortega Gonzales (29), estudiante de Derecho de la Universidad de San Agustín (UNSA), en Arequipa.

Otro de los personajes que sorprende es Cayo Bermúdez. “Representa la maldad, la corrupción. Todo lo que empieza a surgir de manera negativa en la novela básicamente es de Cayo Bermúdez”, destaca Santiago Pérez-Wicht, también estudiante de la UNSA, en la especialidad de Literatura. De esta manera se muestra como el antagónico de Zavala.

Mario Vargas Llosa cerró del taller ensayo que se realizó en el Lugar de la Memoria. Jóvenes de varias universidades del país participaron en julio. (Foto: El Comercio)
Mario Vargas Llosa cerró del taller ensayo que se realizó en el Lugar de la Memoria. Jóvenes de varias universidades del país participaron en julio. (Foto: El Comercio)

- Perú de ayer, Perú de hoy – Pérez-Wicht considera que el Perú que se muestra en Conversación en La Catedral es diferente al actual, alimentado por una narración oscura, deprimente, nostálgica y para nada alegre. “Ha cambiado muchísimo. Primero, ya no es el mismo sistema, no es una dictadura sino una democracia. Mal que bien, una democracia con sus errores y aciertos es mejor que una dictadura...Es un Perú muy arcaico y primitivo el que retrata Vargas Llosa”, menciona el estudiante de la UNSA.

Pero aun así hay muchas características en la novela, aunque periféricas, que aún persisten en nuestra realidad. Así lo distingue Carlos Paredes. “Hay cambios para bien, estamos siendo una sociedad más abierta, pero la violencia de género, la homofobia, el abuso de poder, el autoritarismo, son cosas que se mantienen en prácticas tan cotidianas, no necesariamente desde el Gobierno sino en relaciones familiares. Estamos entendiendo y tratando de dejar atrás, pero aun así se mantienen. No es que toda la sociedad esté en consonancia con estos cambios”, señala el estudiante de Historia.

Esto también tiene un efecto en la novela pues luego de 50 años se sigue hablando de los mismos temas. “Es una novela que no ha envejecido. Definitivamente ha cambiado el Perú. Ya no vive en dictadura, las barreras sociales se han ido diluyendo pero las verdades profundas de esta ficción siguen vigentes”, menciona Ortega Gonzales.

- Una estrella de rock – La puerta del ascensor se abrió y salió Mario Vargas Llosa, quien rápidamente fue rodeado por un gran número de periodistas, camarógrafos, curiosos y amigos, que hacían más difícil estar cerca del asediado escritor. “Fue un encuentro con una estrella de rock”, recuerda Santiago Pérez-Wicht. El nobel peruano acudió al LUM para clausurar el encuentro que reunió a más de 40 estudiantes de varias universidades del país.

Luego de unos minutos de desconcierto, Vargas Llosa puso un punto final. “Habían muchos reporteros que le hacían preguntas, estaba acaparado, hasta que les dijo ‘Un momento, he venido por ellos’, refiriéndose a nosotros”, cuenta Anghely Lozano Rojas sobre esa reunión. En ese tiempo la futura educadora pudo distinguir a una persona amable e interesada en los jóvenes, en transmitir conocimiento y dejar un legado.

Por otro lado, Ortega Gonzales fue uno de los pocos que pudo hacerle una pregunta. “Le pregunté si es que había algo mejor en el mundo que ser escritor. Me dijo que no, que ejercer la vocación es lo mejor que puede hacer una persona”, recuerda.

Aquel viernes 19 de julio el escritor de 83 años dio una charla a los estudiantes y al público en el LUM. Habló sobre los libros, el oficio de escribir, la pasión por leer, sobre su novela, la política, entre otros temas, y para finalizar aquella disertación dijo: “Estos jóvenes que han vivido la experiencia de Conversación en La Catedral espero que no la vivan nunca en la realidad”. Luego siguieron los aplausos.

_________________________ * Mario Vargas Llosa. Reportero a los 15 años. Juan Gargurevich, Editorial Planeta, 2015. Pág. 16.

Contenido Sugerido

Contenido GEC