Hay algunos vacíos intencionales en la memoria del médico emergenciólogo Fernando Tazza, sobre todo desde el 90 hasta el 93. En esos años, la trágica combinación del conflicto armado interno y la epidemia del cólera arrasaron con miles de vidas en la capital peruana. Tazza se hallaba en la primera línea de lucha. Algunos recuerdos han resistido al olvido, como el bajar 17 pisos sin luz por los apagones con pacientes en camillas o poner vías en los brazos de personas desmayadas que encontraba en baños de restaurantes, víctimas del cólera. Le recorría una constante sensación de que podía morir en cualquier momento. Eran tiempos de guerra.
Por eso hoy, en sus cuarteles de cuarentena, Tazza comprende lo que debe sentir el personal de salud que combate el coronavirus. El doctor, quien cumplirá 66 años este mes, ha tenido que detener sus horas de atención en emergencias del hospital Edgardo Rebagliati, donde atiende desde hace más de 30 años, debido a condiciones médicas que lo colocan como población en riesgo. En medio del desastre, hay una memoria que no lo ha abandonado: el año en el que su hospital cambió para siempre.
UN MINUTO PARA SALVAR VIDAS
“El servicio de emergencias es la cara de presentación de un hospital: si no hay buen flujo, el hospital se desacredita”, dice Tazza. En 1985, el Rebagliati, centro de salud emblemático que había sido creado en 1958 como parte de la red de seguridad social, no tenía un buen rostro. No tenía un flujo adecuado de ingreso y salida de pacientes, lo que provocaba hacinamiento. Los pocos médicos que estaban en guardia atendían a 1,4 personas por hora.
En ese momento, emergencias no existía como hoy la conocemos. Había algunos departamentos básicos como traumatología, medicina interna, pediatría y obstetricia, que tenía salas de observación, donde se mezclaban pacientes que iban a consultas, que aguardaban hospitalización o que tenían una emergencia grave. En el camino del triaje y la espera, muchos morían. Es en ese momento que tres médicos jóvenes –Ricardo Carpio, Marco Antonio Mascaró y Fernando Tazza– asumieron la responsabilidad de estudiar cómo se podía mejorar el servicio.
Tazza, quien había egresado de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos hacía tres años, tenía poco tiempo de experiencia como médico internista en el Rebagliati, pero durante esos años siempre observaba la dinámica de emergencias. Era una costumbre que adoptó desde estudiante, cuando visitaba las salas de urgencia de otros hospitales del Ministerio de Salud, como el Loayza y el Dos de Mayo. Eran tiempos en los que aún no tenía clara su vocación, pero sí sentía que esa corriente de adrenalina era algo que no le incomodaba. Aquello lo llevó a pensar incluso si ser corredor de autos no sería una buena idea. “Para qué quieres serlo, si aquí ya eres corredor entre la vida y la muerte”, le dijo un colega en el Rebagliati.
No le faltaba razón. Con el estudio que realizaron y el apoyo del creador de la primera área de trauma shock del país, Raúl Morales Soto, en 1988 el hospital Rebagliati inauguró su unidad de reanimación para atender pacientes de prioridad uno, es decir que tenían que ser atendidas en menos de un minuto pues su vida peligraba. Los tres médicos empezaron a trabajar con dos alumnos de Morales Soto y todos aprendieron a ser emergenciólogos en la marcha, ya que hasta ese momento no era una especialidad escolarizada. Luego entrenaron a más médicos internistas, enfermeras y técnicos. Para 1990, ya eran un equipo de 20 que por seis meses llevaban capacitaciones intensivas en tórax, neurocirugía, cardiovascular y cuidados intensivos, entre otros.
Sin embargo, esa década llegó y, pese a la preparación, el pico de la crisis de violencia interna demostró que no era suficiente. En 1991 apareció el cólera y con él un obstáculo más. “Nunca hemos estado preparados para nada, realmente“, confiesa el doctor. Recuerda también que el primer caso de cólera que llegó al Rebagliati parecía una diarrea que desencadenó rápidamente en insuficiencia renal y muerte. No quedó mucho tiempo para reaccionar, así como ahora. Solo se pudo superar gracias a los turnos inacabables del personal de salud, a que tuvieron que dejar el miedo a un lado, a que imaginaron recursos para hacerle frente a la precariedad, así como ahora. Y han pasado 30 años.
Esa vez, el cólera trajo como consecuencia que el servicio de emergencia crezca. Tazza ahora espera que esta pandemia del coronavirus pueda dejarnos la mejora de nuestro sistema de salud. Pero ahora, en medio del desastre y mientras se entera de lo que viven sus colegas en el campo, todo se ve oscuro. Al cierre de esta edición, EsSalud acababa de destinar 120 camas más para atender casos de coronavirus ante las denuncias de hacinamiento de pacientes. En tanto, el gran miedo del contagio continúa. Ante eso, el emergenciólogo ha destinado estos días de encierro a crear una guía médica para entubar a pacientes sin poner en riesgo al personal. La batalla se da desde todos los frentes.
CARTA DEL PROFESOR TAZZA A SUS COLEGAS Y ALUMNOS
Pese a los días de aislamiento, el aumento de infectados y la cantidad de fallecidos, a la sociedad peruana aún se le dificulta comprender qué tan agresivo es el coronavirus. En medio de esa incertidumbre, hay muchas personas de distintos oficios que desde hace semanas salen a hacerle frente al virus, comprometiendo su integridad física, mental y hasta su vida. El personal de salud está en la primera línea.
Hoy no me encuentro en el campo de batalla como otros cientos de médicos de emergencia, pero desde la cuarentena que he tenido que adoptar, recuerdo constantemente a mis colegas, al personal de enfermería y técnicos, a quienes admiro.
Como maestro de muchos de ustedes, les pido que sigan con tenacidad, liderazgo y respeto, que mantengan la fe y la paciencia, la mística de los emergenciólogos. Solo así se logrará una visión de esperanza.
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¿Qué es un coronavirus?
Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden llegar a causar infecciones que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, que se pueden contagiar de animales a personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios, el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano, mientras que el MERS-CoV pasó del dromedario a la gente. El último caso de coronavirus que se conoce es el covid-19.
En resumen, un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano y debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.
¿Cuáles son los síntomas del nuevo coronavirus?
Entre los síntomas más comunes del covid-19 están: fiebre, cansancio y tos seca, aunque en algunos pacientes se ha detectado dolor corporal, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta y diarrea. Estos malestares pueden ser leves o presentarse de forma gradual; sin embargo, existen casos en los que la gente se infecta, pero no desarrolla ningún síntoma, precisó la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, la entidad dio a conocer que el 80 % de personas que adquieren la enfermedad se recupera sin llevar un tratamiento especial, 1 de cada 6 casos desarrolla una enfermedad grave y tiene dificultad para respirar, la gente mayor y quienes padecen afecciones médicas subyacentes (hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes) tienen más probabilidades de desarrollar una enfermedad grave y que solo el 2 % de los que contrajeron el virus murieron.