José Timarchi es un músico innato. A los ocho años ya tocaba la zampoña y estaba inmerso en la música folclórica. Cuando le regalaron una guitarra, a los 14 años, se interesó en el rock y el punk. Una de las bandas que salta de inmediato cuando rememora esas épocas es Blink-182. Con el tiempo descubrió géneros como la bossa nova y el jazz afroperuano, pero en ese entonces no había escuelas de música especializadas como para llevar su talento a un plano más académico. Lo que más le interesaba era entender cómo funcionan las cosas y eso lo encontró en la ingeniería industrial. Sin embargo, nunca se alejó de la música.
En casa, junto a sus padres, solía hacer minifestivales musicales anuales. Como el domicilio está ubicado en la Av. Roca y Boloña, en Miraflores, el festival era conocido entre los vecinos como ‘Rock in Boloña’. Eso hasta que en la quinta edición, con un aforo de 100 personas, hubo una queja. “A raíz de la multa decidí llevarlo a lo digital porque no quería dejar de hacer música”. Fue así como un día, allá por el 2015, se juntó con unos amigos para abrir un proyecto musical en redes sociales. En las grabaciones no faltaba Jingo, un perrito labrador. En honor a su presencia, decidieron bautizar la iniciativa bajo el nombre de The Jingo Project.
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“El crecimiento de Jingo fue bien orgánico: ya no eran mis amigos y yo, sino amigos de amigos. Llegó un punto en el que la página creció tanto que vino gente que no conocía porque quería grabar. Decidí hacer convocatorias abiertas para los artistas que quisiesen grabar”. Los primeros videos fueron de covers. Luego apostaron por la música de autor (propia). Al proyecto, vale decirlo, le estaba yendo bastante bien. Solían reunirse cuatro domingos al año para grabar. En el primer trimestre del 2020, estaban por grabar la temporada 12. Se anunció la cuarentena y los planes cambiaron.
José decidió tomarlo con calma. “Ahí fue cuando dije ‘qué pasa si bajo las revoluciones y me pongo a analizar la información que tengo a disposición’”. Empezó a adentrarse al mundo del data sciencie analizando los cinco años de The Jingo Project. Encontró una tendencia que, admite, le agradó: la audiencia ha respondido progresivamente mejor a la música propia. “Cada video que cuelgas tiene sus estadísticas: cuánta gente lo vio, cuántos interactuaron, cuántos comentaron y según eso sacar patrones. Vi que hace unos cinco años, respondía 6 veces más a un cover que a una canción propia. Ahora la relación ha cambiado y están a la par”.
Otra cosa que notó -y probablemente usted también- fue que a inicios de abril en adelante, los músicos empezaban a hacer streamings. “Veía que se conectaban cuatro, cinco gatos. De ahí los músicos hablaban de cómo hacer para monetizar. Aquí hay un problema: no es que Instagram no te deje cobrar, el problema es que tienes poca audiencia. Ya no es un tema solo de la data y del músico, sino de estrategia. Deberían estar enfocándose en hacer crecer su proyecto en audiencia pero no la está fidelizando”. Gracias a las metodologías ágiles, desing thinking, y más herramientas, Timarchi ha logrado duplicar la audiencia de Jingo en estos seis meses.
“El músico no conoce a su audiencia. Incluso si no hay data, hay que empezar a hacerse las preguntas correctas”. Empezó entrevistando a 15 personas que forman parte de la audiencia. Les preguntó cuáles fueron los motivos por los que asistían a conciertos antes de la pandemia. Las respuestas más comunes fueron porque el local les quedaba cerca, porque amistades le pasaron la voz y porque quería estar con cerveza en mano. “Ahí tienes tres motivos que no tienen nada que ver ni con la música ni con el artista. En la cabeza del músico es ‘el concierto soy yo con tocando un instrumento’. Hay un tema del costumer experience”.
La pregunta es: cómo hacer que se incremente el consumo de música, entendiendo los motivos. “Salió un artículo en Gestión sobre un estudio que hizo One to one, una agencia de marketing, preguntando cuáles eran las primeras 30 cosas que iban a hacer los peruanos al final de la cuarentena. Había desde ir a comer un pollo a la brasa hasta abrazar a tus familiares. No había ir a un concierto o a una obra de teatro. (…) Ese ha sido mi centro de investigación en estos cuatro meses. Lo que estoy haciendo ahora es una primera gran etapa de entendimiento del problema”.
Para entender el fenómeno, ingresó a foros de gestión cultural. Para los involucrados, la principal razón era por falta de acción del Estado. “Llamé a personas de ese foro [artistas en general] y lo que salió en este estudio fue que el 50% de la preocupación del sector viene por la falta de integración. No están empadronados. El Estado tiene que generar las condiciones necesarias para que las cosas funcionen, pero no puede entrar a resolver temas de mercado. A raíz de eso me he empezado a hacer las preguntas correctas para que la gente consuma más cultura”.
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A raíz de ello decidió realizar conversatorios. A la fecha van 25. “Tuvimos un conversatorio con el vocalista de We The Lion, Alonso Briceño, que es arquitecto. El tema de conversación fue: la planificación urbana y su impacto en la cultura. Hicimos otro conversatorio con Richie Zellon, que hace jazz afroperuano desde 1981, y con él salió otro tema: en el Perú la cultura no ha avanzado por el purismo. Richie se tuvo que ir del país porque empezó a fusionar jazz y música afroperuana, y le decían que lo que hacía estaba mal. Uno ve atrás y es lo que le pasó a Yma Súmac. Mira cuánto daño nos ha estado haciendo el purismo y no lo tenemos mapeado”.
Los conversatorios, asegura José, van a seguir. “Lo que estoy generando es material libre para que el músico vea qué funciona y qué no”. Para conocer el resultado, puede ingresar a https://bit.ly/HackingCulturalJingo